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Voto de Ezequiel 25 17:
9
Western Brett McBain, un granjero viudo de origen irlandés, vive con sus hijos en una zona pobre y desértica del Oeste americano. Ha preparado una fiesta de bienvenida para Jill, su futura esposa, que viene desde Nueva Orleáns. Pero cuando Jill llega se encuentra con que una banda de pistoleros los ha asesinado a todos. (FILMAFFINITY)
30 de enero de 2009
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comienza la película, la primera sensación es la de sentirme envuelto por los sonidos que acompañan a unas imágenes que poco a poco me hipnotizan, tres bandidos esperan la llegada del tren en una desértica estación en medio del desierto, el tiempo transcurre lentamente, el sonido de la veleta y del viento, los sudorosos rostros de los maleantes, la pegajosa mosca, el primer plano de una gota de agua cayendo, el abrasador sol, llegas a la conclusión de que ya no se hace cine como antes, al unísono los títulos de crédito van apareciendo, guionistas Darío Argento y Bernardo Bertolucci, música de Enrio Morricone y dirección de Sergio Leone, buena tarjeta de presentación, y de repente, el inconmensurable plano de la llegada del tren a la estación, nadie baja pero… una harmónica comienza a tocar unas notas que parecen venir de otro mundo.
Falta por saber si el resto de la obra hace honor a este prometedor comienzo, la respuesta es sí.
La historia se sustenta en un guión perfectamente trenzado y unos diálogos brillantes y concisos.
Las actuaciones son portentosas, destacando sin duda un maduro Henry Fonda en el papel de frio, inmoral y ambicioso pistolero, con un gran porte y una intensa mirada azul, Claudia Cardinale aporta carácter y personalidad a su papel de desvalida viuda a la par que nos deja desvalidos con su bella mirada y carnosos labios, Charles Bronson, de quien no soy devoto, el que no consigue hacerte olvidar al frio y cínico Clint Eastwood, y es que el hombre del poncho es insuperable. El entrañable personaje de Cheyenne, líder de una banda de rufianes, se escapa del estereotipo de sucio bandolero, abriéndonos su corazón y dejándonos ver al ser humano que se oculta en su interior.
Una banda sonora que mezcla las evocadoras y personales melodías que ya hiciera míticas Morricone en anteriores Spaghetti-Western, con otras más épicas, que nos recuerdan a las grandes producciones de Hollywood, destacando la emotiva música que acompaña a la bella Cardinale por Monument Valley.
El duelo final es simplemente magnífico, no es una obra perfecta pero me fui a la cama maravillado después de un duro día de trabajo, esperar el autobús por las mañanas se me hace largo, las obras maestras no.
Ezequiel 25 17
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