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Voto de Luis Guillermo Cardona:
7
Ciencia ficción. Acción. Thriller El piloto de helicóptero Adam Gibson, después de una jornada aparentemente normal, regresa a casa para estar con su familia, y se encuentra que ha sido suplantado por un clon. Cuando los creadores de su réplica descubren que no ha muerto en un accidente, como habían previsto, intentan darle caza. (FILMAFFINITY)
17 de agosto de 2019
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Delirio de Grandeza, es una enfermedad que comienza como un afán de superación, en principio normal, sobre todo si la persona tiene cierto tipo de complejos: inconformidad con su aspecto físico (escasos atractivos, baja estatura, color de la piel…) o sensación frustrante de vacío y/o discriminación… pero, a medida que la persona siente que, el conocimiento que adquiere y la práctica favorable, elevan su estatus y su respetabilidad, esta sensación de posicionamiento se puede convertir en delirio cuando la persona comienza a creer que, ahora, vale mucho más que aquellos que antes lo superaban y quiere aprovecharse de esto para humillarlos o para atacarlos. De paso, seguirá sirviéndose de la información, del conocimiento, y de los poderes que va adquiriendo, para seguir reafirmándose en esa posición que cada vez será más ambiciosa y, en este nivel de su proceso, el individuo puede caer fácilmente en acciones ilegales (o incluso criminales), pues, se siente ya tan superior, que está seguro de que ¡cualquier cosa puede hacerla de manera totalmente impune! Para su desgracia, sus adeptos -aquellos a quienes él favorece pensando, únicamente, en que le sirvan- se encargarán de endiosarlo con sus adulaciones -pensando, únicamente, en conservar su puesto-, y lo repetirán tanto… que, el amo, terminará creyéndolo y esto aumentará, día a día, sus salidas improcedentes alentadas por la prepotencia. Desde entonces, el nuevo ídolo se siente ya un DIOSECITO… y muchos de sus borregos también lo creerán y estarán dispuestos a defenderlo con su vida.

Pero, “Dios, el Señor, formó al hombre de la tierra misma y sopló en su nariz y le dio vida. Así el hombre comenzó a vivir” (Génesis, 2,7), y aunque el diosecito lo haya olvidado, su estructura es de barro, y ha de llegar el día en que habrá de resquebrajarse. Y si lo que ha hecho a la humanidad lo desaprueba Dios… su final estará manchado de deshonor, de vergüenza y de desgracia. Amén.

<<EL SEXTO DÍA>>, también nos da cuenta de otro diosecito, surgido, éste, del polémico cuento de la clonación, el cual quiere arrogarse el derecho de ser, él, el que decida quién vive y quién muere. Se parte de un bien documentado guion de, Cormac y Marianne Wibberley, pero, el director Roger Spottiswoode, saca un valioso espacio para los apuntes jocosos y las aventuras más inverosímiles, pues, antes que nada, pretende que el filme divierta y que, de ñapa, por ahí funcione el alegato contra la prepotencia. Por esta razón, al filme hay que verlo un poco más allá de su superficie… y pienso que tiene más tela para cortar que ciertos títulos que posan de intelectuales.

Arnold Schwarzenegger, “tan buen actor” como John Wayne, consigue -favor de los guionistas-, resultar encantador cuando juega al buenazo, y ahora creo, definitivamente, que su vis cómica es más atractiva que cuando decide ostentar sus exorbitantes músculos. Tony Goldwyn -con un cierto aire a alguien que conozco-, luce muy bien, y mejor como actor, haciendo de Michael Drucker, el nuevo diosecito que recicla humanos como fabricando jamones… y por ahí anda, Robert Duvall, representando a otro de esos científicos que pasaron muchos años en la universidad ¡para servirle luego al diablo!

Sí, con todo y sus clisés, <<EL SEXTO DÍA>>, es una película interesante… ¡y muy entretenida!
Luis Guillermo Cardona
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