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Voto de Luis Guillermo Cardona:
7
Drama Andreas (Rutger Hauer) es un vagabundo más de los muchos que viven bajo los puentes de París. Cuando recibe de un desconocido la suma de doscientos francos, con la única condición de devolverlos como ofrenda a la imagen de una santa, emprende un peregrinaje de carácter fundamentalmente espiritual para ser digno del favor recibido. Fábula sobre la redención y la dignidad personal. (FILMAFFINITY)
5 de agosto de 2019
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque internacionalmente se le conoce, sobre todo por, “Radetzkymarsch” (La Marcha Radetzky, 1932), el escritor austriaco, Joseph Roth, también logró títulos notables como “Fuga sin Fin”, “Job” o “La Rebelión”, y junto a Herman Broch y Robert Musil, sigue siendo considerado uno de los grandes escritores centroeuropeos del siglo XX. Entre 1923 y 1932, Roth (nacido Moses Josep Roth) fue corresponsal del Frankfurter Zeitung, labor que le dio la ocasión de recorrer gran parte de Europa, incluida la Unión Soviética, por la que tuvo especial simpatía.

Con la llegada del nazismo, Roth tuvo que exiliarse… y en la Alemania nazi sus obras fueron quemadas junto a las de muchos otros autores. Le tocó moverse de una ciudad a otra, viviendo en hoteles y escribiendo en las mesas de los cafés… y fue, en París, donde cayó definitivamente en el alcoholismo llegando a dormir bajo los puentes en un estado de lamentable degradación. En este difícil proceso de su existencia -que sería el definitivo-, logra escribir, en 1939, “Die Legende vom heiligen Trinker” (La Leyenda del Santo Bebedor), novela que entremezcla el drama, la crisis existencial y la espiritualidad latente en todo ser humano.

El protagonista -su alter ego- es Andreas Kartak, un vagabundo que vive bajo los puentes del río Sena, y cierto día, de un extraño hombre que dice vivir en sus mismas condiciones, recibe en préstamo doscientos francos que él se compromete a llevar, en cuanto pueda, a Santa Thérèse de Lisieux en la iglesia de Sainte Marie des Batignolles. Los creíbles, pero difíciles esfuerzos con los que, este personaje de admirable personalidad, intenta cumplir con su promesa mientras complace su adicción, serán el asunto de una historia que conseguirá agitarnos unas cuantas fibras.

Fue el director italiano, Ermanno Olmi, quien se le midió a la adaptación cinematográfica de esta singular novela que, Roth, escribiera poco antes de morir, hecho que ocurriría en París, el 27 de mayo de 1939, tras sufrir un intenso delirium tremens. Con la sensibilidad religiosa que caracterizara a Olmi durante toda su vida, el filme es todo un ejercicio de grandes valores, de esos que, cuando emergen en tiempos de profundas crisis, tienen una valía inconmensurable, pues, es en situaciones así, cuando se comprueba quien es verdaderamente digno.

Para el rol de, Andreas Kartak, Olmi se inclinó por el actor alemán, Rutger Hauer, quien, además de guardar un cierto parecido físico con el autor, en su vida actoral mantuvo una constante entremezcla de héroe y villano, lo que, de alguna manera, se aviene con el personaje que aquí interpreta magistralmente. Junto a él, Anthony Quayle es el Especial Transeúnte que lo pondrá a prueba; y Sandrine Dumas es Gaby, la joven que le brindará un aliento de vida durante dos especiales días.

Recuerdos, aspiraciones, deseos… es decir, diversos estados en que se desenvuelve la mente humana, tendrán aquí un espacio para tratar de ir hasta el fondo de ese hombre “degradado” que, de pronto, hasta podría merecer otra suerte de calificativo. ¡Es tan, pero tan frecuente que las apariencias engañen!

Con todo, y en honor a la objetividad, tengo que decir que, una vez más, me resentí de que Olmi no delegara -plenamente- en un tercero la edición de su película, pues, siempre se apegó demasiado a lo rodado y con esto terminó afectando la dinámica de sus magníficas historias. En, <<LA LEYENDA DEL SANTO BEBEDOR>>, otra vez hay espacio para algunos momentos muertos que, si no espabilas, te sacan por completo de la historia, pero, por fortuna, la trama vuelve siempre a su cauce en pocos minutos… y de nuevo el protagonista nos sorprende con sus asombrosas decisiones.

En todo caso, y con la mente bien predispuesta, esta es la suerte de filme que nadie debería perderse, pues, vamos a comprobar que, en apariencias muy lamentables, se ocultan a veces grandes maestros.
Luis Guillermo Cardona
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