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Voto de Luis Guillermo Cardona:
3
Western Terminada la Guerra Civil norteamericana (1861-1865), las tierras de la familia de Belle Starr (Gene Tierney) han ido a parar a manos de los yanquis. Durante el conflicto, Belle, muy comprometida con la causa sudista, se casó con el líder confederado Sam Starr (Randolph Scott). Una vez concluida la contienda, la hermosa Belle se convierte en una proscrita y se dedica a combatir contra el expolio yanqui de los estados del Sur. (FILMAFFINITY) [+]
29 de julio de 2019
6 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Digámoslo de una vez: Belle Starr fue un lamentable y vergonzoso ejemplo de mujer. En su biografía no hay absolutamente nada digno de recordar, pero, en vista de que, los medios periodísticos y los productores cinematográficos, pusieron tanto empeño en convertirla en un mito y glorificarla, vamos a contar quien fue para que pongamos las cosas en su lugar:

Nacida en Missouri como Mayra Maybelle Shirley, fue hija de una próspera familia sureña que se puso en alto adquiriendo establos, bares y hospedajes. Deseando hacer de ella una mujer con clase, sus padres la tuvieron en clases de música (aprendió a tocar el piano) y la matricularon luego en el estudio de lenguas clásicas… pero, llegada la Guerra Civil, su hermano Bud -quien ya hacía parte de la abominable pandilla de William Clarke Quantrill- fue dado de baja. Belle -como se la llamaba en casa- se casó con Jim Reed, socio de un bandido cherokee llamado, Tom Starr, con quien robaba ganado y contrabandeaba whisky. Con él tuvo dos hijos, “Pearl” y Edward.

Belle, comenzó a ser tomada como sospechosa de complicidad en acciones ilegales y su marido fue eliminado por las autoridades durante un asalto. Convivió, ella, entonces, con otro bandido llamado Bruce Younger, y luego se casó con, Tom Starr, quien dispuso su casa como refugio de los ladrones de caballos. Por este hecho, Belle y su marido, pasarían algún tiempo en prisión… y pronto, Tom, fue asesinado por un viejo enemigo de fechorías anteriores. Después, la mujer tuvo otros amantes bandidos; su hijo, Ed, se hizo delincuente y su hija quedó embarazada de un indeseable.

En el año 1889, mientras vivía con el bandido Bill July, llegó un día en que le acompañó a enfrentar un juicio en los estrados… y cuando ella regresaba sola a su casa, fue asesinada en el camino con un certero disparo. Nunca se condenó a nadie por su muerte. En su tumba, su hija Pearl, hizo inscribir un verso, cuyas dos primeras frases, no podían haber sido más certeras:
“No derramen por ella la lágrima amarga,
Ni den el corazón al pesar inútil…”

El guion, escrito por Lamar Trotti, es una entremezcla de la vida de Belle Starr y la de William Clarke Quantrill, convirtiendo a todos los personajes aquí citados en lo que no fueron, edulcorándolos en exceso, y atribuyéndoles hechos que nunca vivieron y virtudes que, infortunadamente, nunca tuvieron. Todo se exageró, se modificó o se entreveró a capricho (y conveniencia del sur): Tom -un don nadie-, es ahora un gallardo capitán y un poderoso rebelde, y además, es para Belle su único hombre, su único marido y ¡su amor eterno! Ed, ya no es su hijo sino su hermano -el personaje más sensible y estructurado de la película-, y con más de Quantrill que de Belle o Tom, la historia es pura ficción con el afán hollywoodense de regenerar y mitificar a una serie de bandidos y proesclavistas confederados que solo perjuicios trajeron a Missouri y a toda la nación.

Gene Tierney, demasiado guapa en relación con el original, y toda una ñoña con esa vocecita de niña mimada que no la favorece ni poquito, pues, cuando, Belle, contrajo matrimonio con Tom Starr, tenía ¡32 años cumplidos! Randolph Scott, demasiado impecable para la suerte de fechorías que comete… y, Dana Andrews, es el hombre de la Unión que dizque se derrite por la necia sureña.

Lo que el director, Irving Cummings, ha hecho con, <<BELLE STARR>>, no merece la pena recordarlo (la veneración por la bandida, en que ha puesto a los afrodescendientes esclavos, es descarada). Menos mal que, pocos años después, el director Ray Enright, con su valiente película, “Kansas Raiders” (1950), puso unas cuantas cosas en su lugar.

Título para Latinoamérica: LA INDÓMITA
Luis Guillermo Cardona
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