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España España · Madrid
Voto de GVD:
9
Western. Drama William Bonney era conocido por todos como "Billy el Niño". Estando encarcelado en Lincoln, después de ser condenado a morir en la horca, llega a sus manos un colt 44, con el que intimida a los guardianes y consigue huir a México. El sheriff Pat Garrett, que en otros tiempos cabalgó junto a él, será el encargado de darle caza. (FILMAFFINITY)
13 de marzo de 2008
120 de 131 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Ford le puso fecha de caducidad al western con esa obra maestra que es "El hombre que mató a Liberty Valance" en la que ese territorio en bruto en el que el poder se impone a golpe de revólver, comenzó a extinguirse por la llegada de ferrocarriles, de hombres de negocios... De la civilización. El poder deja de ser impuesto por la fuerza y se emplea el dinero para esto. Muere una época a la que yo no habría concedido mayor importancia de no ser porque el cine la inmortalizó inmejorablemente en mi retina. John Ford anunció este fin, Peckinpah lo explotó.

Lo que en principio sólo se trata del progreso de un territorio acaba adquieriendo tintes de tragedia y poesía en manos de Peckinpah. Se trata de la auténtica decadencia de un imperio, ante la cual sólo se pueden optar por dos vías: adaptarse o resistir. Y aquí es cuando entra otro de los temas fundamentales de Peckinpah: la amistad traicionada. Aquí, evidentemente, se trata de la de Pat Garrett y Billy The Kid.

Mientras que Garrett planea llegar a viejo, para lo que decidirá adaptarse a los tiempos cambiantes, Billy hará lo que ha hecho siempre: lo que le salga de los huevos. Estas dos actitudes les llevarán a que el primero sea contratado para matar al segundo.

Y lo que viene después no se trata de persecuciones con tiros y acción espectacular, sino de resignación, tristeza y melancolía. Todos siguen su cometido aun sabiendo que esto signifique traicionarse a sí mismos o morir. Matan a desgana y mueren sin llanto. Todo esto aparece arropado por una atmósfera sombría y crepuscular, y por un halo poético intensificado por la soberbia música de ese monstruo que es Bob Dylan.

Uno acaba comprendiendo que Pat Garrett ni llegó a viejo ni murió como se nos muestra en la escena que abre la película, sino que ya estaba muerto desde tiempo atrás: se mató a sí mismo o, más bien, lo mató Billy the Kid. Y yo, lo único que puedo hacer ante tal despliegue de maestría, es rendirme ante Peckinpah, el cine y la vida. Obra maestra.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
GVD
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