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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
9
Drama Colin Smith es un joven de clase obrera que vive en los alrededores de Nottingham. Un día comete un robo en una panadería y es enviado a un reformatorio. Una vez allí empieza a correr, y gracias a sus cualidades como corredor de fondo va ganando puestos en la institución penitenciaria. Durante sus entrenamientos reflexiona sobre su vida anterior y empieza a comprender que se encuentra en una situación privilegiada. (FILMAFFINITY)
16 de enero de 2010
42 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Colin Smith corre que se las pela. No en vano, nos dice, su familia tiene experiencia en salir huyendo de la policía. Tiene el tío, además, el perfil del buen fondista: es enjuto y espigado y tiene una poderosa zancada. Es cierto que bebe y fuma y que su estilo es claramente mejorable (bracea mucho y se tambalea tanto que da la impresión de que va a caerse de un momento a otro), pero esa fragilidad es sólo aparente, porque lo cierto es que el tío deja atrás a cualquiera y aguanta lo que le echen.

Colin, sin embargo, tiene un grave problema: no sabe hacia dónde correr. Sus piernas están preparadas, son fibrosas y resistentes, pero no tienen ningún lugar al que dirigirse. Colin no tiene meta alguna. No topa más que con muros. No hay expectativas. Su vida es un asco. Colin quema billetes porque el dinero no sirve para comprar lo que quiere, aunque no sabe lo que quiere. Roba coches y asalta panaderías en busca de una respuesta, pero la sociedad ignora sus preguntas y señala, en cambio, el camino del reformatorio: ahí, jovencito, aprenderás lo que es correcto, sabrás qué esperamos de ti, encontrarás una meta. Oh, y durante un tiempo la encuentra, es cierto que la encuentra: la meta es la libertad y el camino recorre la hermosa campiña inglesa a través de los bosques de Nottingham. Mírala, míra la meta, ahí está, corre, Colin, corre, ¿no oyes cómo vitorea la gente tu nombre? Sólo faltan unos metros, Colin, unos metros y la libertad, unos metros y el derecho a ser considerado un honrado y respetable ciudadano británico. Porque eso es lo que quieres, Colin, ¿verdad? Responde, Colin, decídete, ¿es eso lo que quieres, o no?

Tom Courtenay tenía 25 años cuando encarnó, brillantemente, al adolescente Colin Smith, pero ni esa aparente discordancia ni las chirriantes escenas en cámara rápida empañan la pervivencia de uno de los grandes clásicos del “free cinema” británico, que explora el conflicto entre una sociedad aparentemente plácida y sosegada y el malestar latente y la rebeldía de sus jóvenes, que no encuentran su sitio en un orden social represivo y autoritario, incapaz de entender y asimilar unas demandas que sobrepasan sus rígidas y anquilosadas estructuras. Mediante un uso ejemplar del flashback, que hace que ambas partes del relato encajen a la perfección, Tony Richardson narra con brío, sin sermones y con mucho sarcasmo, una historia de rebeldía que culmina en un desenlace de los que no se olvidan, pero que guarda también otros momentos memorables, como esa tediosa función teatral que acaba con los chicos del correccional cantando a pleno pulmón el poema “Jerusalem” de William Blake, el mismo que nada ociosamente suena también al final de la peli:

¡Traedme mi arco de oro ardiente!
¡Traedme mis flechas de deseo!
¡Traedme mi lanza! ¡Oh nubes, abríos!
¡Traedme mi carroza de fuego!
No cesaré en mi lucha mental,
Ni dormirá mi espada en mi mano
Mientras una nueva Jerusalén no hayamos construido
En la verde y placentera Inglaterra.
Normelvis Bates
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