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Polonia Polonia · Terrassa
Voto de Taylor:
9
Drama A finales del siglo XIX, en una población sureña, la calculadora y despiadada Regina Giddens entabla una lucha sin cuartel contra sus hermanos para quedarse con la herencia familiar. En sus planes no tienen cabida los sentimientos, ni siquiera hacia su marido, un hombre honrado que regresa a casa después de sufrir una grave enfermedad. En medio de la asfixiante atmósfera creada por la desmedida ambición de su esposa, sólo encontrará ... [+]
22 de marzo de 2010
42 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si hubo alguna vez en Hollywood una actriz capaz de bordar, como nunca antes lo había hecho nadie, los papeles de malvada ésa fue, indiscutiblemente, Bette Davis. Quizás por esta sencilla razón no me imagino a ninguna otra actriz de este planeta interpretando a la Regina Giddens de “La loba”. Posiblemente, el zorrón más detestable e inmundo que nunca jamás tendréis ocasión de ver en una gran pantalla.

Quisiera matizar, sin embargo, que cuando me refiero a Regina con tan peyorativo vocablo lo hago simplemente porque las connotaciones semánticas del título original (“The little foxes”) me parecen mucho más apropiadas que las de su título en castellano (“La loba”), pero no porque el personaje interpretado por la Davis tenga nada que ver con una vamp o con una mujer de vida alegre y disoluta. Ni mucho menos. De hecho, Regina Giddens simboliza, en realidad, a la típica reprimida sexual. Una mujer incapaz de dejarse llevar por ningún tipo de pasión amorosa o carnal y que destila tanta sensualidad como un témpano de hielo. Así pues, si Regina me parece un zorrón de mucho cuidado es porque, en definitiva, representa a la clásica arpía codiciosa, maquiavélica, pérfida, artera e infame que tantas veces hemos visto clonada en culebrones televisivos como “Dinastía”, “Falcon Crest” y demás.

Pero si “La loba” es un peliculón de los que ya no se estilan es porque detrás de esa portentosa interpretación hay mucho más. Y aunque lo que voy a destacar es, sin lugar a dudas, una obviedad, creo que nunca estará de más reiterar la extraordinaria labor del operador Gregg Toland y, sobre todo, la de William Wyler. Un cineasta al que siempre que se le reprochaba su falta de estilo respondía con una nueva obra maestra. Con dos cojones.
Taylor
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