Japón.. ese país que sirve de caldo de cultivo para la fauna más friki del globo gracias principalmente a que ofertan de todo y para todos sin cortarse un pelo y sin el menor pudor.

Kisaragi se centra en la pasión nipona por las jovencitas atractivas con pinta de almas candidas que aparecen de la nada y fugazmente vuelven a desaparecer al poco tiempo. Algunas cantan, otras actuan y otras no hacen absolutamente nada. Pero mueven a gente de cualquier edad, desde adolescentes sin aspiraciones hasta respetables hombres de negocios que las veneran y respetan como modelos ideales de mujer (aunque en la mayoría de casos se acerquen más al perfil de una colegiala que al de una mujer) y esto por supuesto hace que las Idols se reproduzcan como una plaga de champiñones con una fecha de caducidad muy corta pero una brutal capacidad de producir dinero.

En la película cinco fanáticos de una de estas chicas se reunen para conmemorar el primer año de su muerte comentando anecdotas, releyendo entrevistas e intercambiando fotografías. Todo parece "normal" hasta que uno de ellos lanza la idea de que la joven pudo haber sido asesinada.

A partir de ese instante los cinco protagonistas empezaran a relatar sus vivencias más cercanas con la Idol para, como si de un puzzle se tratara, ir recomponiendo sus últimos dias de vida y tratar de descubrir la verdad acerca de su muerte.

Es cierto que el nivel de los actores no es demasiado alto, y que tienden a caer la sobreactuación clásica del cine japonés. Tampoco destaca la puesta en escena, ni la banda sonora. Pero la historia engancha, los personajes despiertan curiosidad, y sus bizarros comportamientos (no por ello menos reales) sorprenden tanto para lo bueno como para lo malo.

La trama gira una y otra vez buscando siempre la sorpresa (de forma algo rocambolesca en ocasiones) y el caso es que poco a poco logra que nos interesemos por esa Idol sin personalidad ni talento a la que nisiquiera vemos la cara. En cierta forma terminamos siendo el sexto fanático presente en la reunión.

De hecho seguro que, de celebrarse un segundo aniversario de su muerte, más de uno volvería a citarse en el mismo sitio para pasar otro rato hablando de la entrañable Miki Kisaragi.