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España España · malaga
Voto de alvaro:
7
Drama Jane (Leslie Caron), una joven francesa soltera y embarazada, llega a Londres y alquila un cuarto en una sórdida casa, cuyos huéspedes son toda clase de marginados. Cuando piensa en la posibilidad de abortar, se siente muy infeliz. Mantiene una relación sentimental con Toby (Tom Bell), un joven escritor que vive en la misma casa. Con el tiempo entabla amistad con la gente de la casa, pero sigue sin resolver dos problemas: qué hacer con el niño y con Toby. [+]
1 de marzo de 2015
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
El free cinema fue un movimiento difícil de aprehender. Menos definido por una estética (nouvelle vague) o por una temática (neorrealismo) encuentra su ligazón y, paradójicamente, su identidad al convertirse un tanto en la réplica cinematográfica de la dramaturgia de los “Jóvenes airados”, carga teatral y verbosa que el free cinema siempre arrastraría. Con las mimbres de un realismo basado en la anodina y anonada vida de la macilenta clase trabajadora inglesa pone en solfa la pompa burguesa y moral británica de la época. Fiel representante, “La habitación en forma de L” repite las virtudes y clichés de esta corriente:, desempleo, cochambre, doble moral, parasitismo y acritud en escenarios domésticos y vecinales, algo claustrofóbicos y bastante cutres, donde se concitan personajes airados contra todo y contra todos en virtud de su propio desconcierto y de una vaga conciencia anómica que los torna irascibles pero incapaces de reaccionar. A diferencia del compromiso neorrealista o de los escapes y escapismos de la nouvelle vague aquí se retrata la conformidad con la crisis y cierta acomodación a los principios que la generan, temática iterativa en esta corriente (“Un lugar en la cumbre” (1958), “Un sabor a miel” (1961), “Esa clase de amor” (1962). Esta ética de ambigüedad es transfundida por Forbes a unos personajes duales y tramposos en la moral, en la sexualidad, en la solidaridad y en el amor, confinándolos en el ínfimo edificio -trasunto de los propios personajes-, desde el submundo prostibulario del sótano hasta el falso séptimo cielo abuhardillado de la protagonista, una acertada Leslie Caron poniendo fin a las dulces francesitas de los danzantes y felices cincuenta y mutándose en angry young girl de los contestatarios sesenta. Es justo en esta semblanza donde, anacrónicamente, estriba la vigencia de un movimiento, hoy casi olvidado, y que nos recuerda que los movimientos airados se repiten cíclicamente y que por aquellos años en todas partes cocían habas. En aquel mismo otoño del 62 y en aquel mismo Londres de estas cuitas un incierto cuarteto lanzaba Love me do y la gente empezó a soltarse el pelo: el free cinema había muerto, había nacido el cine pop.
alvaro
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