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Voto de Wellesford:
8
Drama Polémica película en la que el pionero del Free Cinema inglés arremete contra la enseñanza superior y hace una sátira violenta y sin matices de los colegios superiores y del establishment británico. (FILMAFFINITY)
11 de julio de 2013
21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con la perspectiva que da el paso del tiempo, podría decirse que esta película es un verdadero precedente de La naranja mecánica que Kubrick filmó tres años después (no parece casualidad la elección de McDowell para protagonizar el filme del americano).
Firme representante del Free Cinema británico surgido en la década prodigiosa de los sesenta, Anderson presenta la rebelión estudiantil como una metáfora de la lucha contra un sistema conservador y anquilosado en rancias tradiciones. Ya, el espíritu revolucionario de los jóvenes estudiantes protagonistas está representado en las paredes que adornan con posters de Lenin, el Che Guevara, el indio Jerónimo y fotos de soldados en Vietnam, en cuyas habitaciones van germinando la postrera secesión contra la rígida y dictatorial disciplina del centro estudiantil.
El director construye esta fábula anárquica con un tono surreal, intercalando escenas en B/N (los momentos de misa, secuencias nocturnas,...) con el grueso de la narración de tonalidades opacas que reflejan el hermetismo de la institución.
He querido ver en la inclusión de la joven muchacha el símbolo exterior que representa la libertad y el estímulo inductor a rebelarse. Siempre que aparece en escena es indicativo de momentos oníricos, surreales. Se muestran elementos que sugieren libertad sexual, homosexualidad o pedofilia.
La dirección es elegante y sobria, mostrando la amplitud de los espacios en que se mueven los personajes y la narración está dividida en varios capítulos en los que se va forjando paulatinamente la catarsis final. Meritoria la secuencia del castigo a que son sometidos los tres díscolos liderados por Malcolm McDowell.
La revolucionaria premisa de esta película es extrapolable a la situación actual en que vivimos, aunque en el año de su estreno, 1968, su vigencia fuese de tal contundencia social, que la Palma de Oro en Cannes está más que justificada.
Wellesford
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