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Voto de capacitivo:
7
6.7
1,002
22 de mayo de 2009
26 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una extraña sensación me ha rondado durante todo el filme. Un claroscuro contante, por momentos me parecía buena y en otros, blanda y simple. Con un magnífico final, mis ojos al fin vieron la luz.
A través de la mirada de un niño críado a finales del siglo XIX en el sur de EE.UU., el cual nunca aparece, sin contar la reseña al comienzo y en forma de texto, los hechos se mastican con mayor facilidad. Lo bueno es muy bueno, lo malo es muy malo, los negros cantan y ríen y los confederados son tiernos viejetes que se ríen de los yankis rememorando las viejas hazañas. A ojos de un adulto, y sobretodo en pleno siglo XXI esa mirada tan maniquea puede resultar bastante hastiante, pero desde el punto de vista de un chico nacido y criado en esas condiciones, los maniqueos seguramente seríamos nosotros. Además, no cabe olvidar que es un homenaje al "Juez Priest", que tanto debió marcar la vida de ese niño, supuestamente el propio Ford, que le mostró valores como la tolerancia, el respeto y el valor de las propias costumbres.
Will Rogers, el juez, realiza un papel fantástico, rozando la perfección por momentos. Creo que nunca olvidaré la escena en la que decide imitar a su humilde compañero negro.
Demasiado amor por momentos, obvia en otras y con un final efectista pero que llega, la sensación de que pudo ser más es innegable, pero el gusto de ver a Rogers convierte este filme en imprescindible.
A través de la mirada de un niño críado a finales del siglo XIX en el sur de EE.UU., el cual nunca aparece, sin contar la reseña al comienzo y en forma de texto, los hechos se mastican con mayor facilidad. Lo bueno es muy bueno, lo malo es muy malo, los negros cantan y ríen y los confederados son tiernos viejetes que se ríen de los yankis rememorando las viejas hazañas. A ojos de un adulto, y sobretodo en pleno siglo XXI esa mirada tan maniquea puede resultar bastante hastiante, pero desde el punto de vista de un chico nacido y criado en esas condiciones, los maniqueos seguramente seríamos nosotros. Además, no cabe olvidar que es un homenaje al "Juez Priest", que tanto debió marcar la vida de ese niño, supuestamente el propio Ford, que le mostró valores como la tolerancia, el respeto y el valor de las propias costumbres.
Will Rogers, el juez, realiza un papel fantástico, rozando la perfección por momentos. Creo que nunca olvidaré la escena en la que decide imitar a su humilde compañero negro.
Demasiado amor por momentos, obvia en otras y con un final efectista pero que llega, la sensación de que pudo ser más es innegable, pero el gusto de ver a Rogers convierte este filme en imprescindible.