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España España · Madrid
Voto de Servadac:
8
Drama. Romance Un matrimonio inglés viaja a Italia para vender una villa que ha heredado cerca de Nápoles. Al alejarse del ambiente londinense y encontrarse en un paisaje y en un mundo ajenos, la pareja experimenta sentimientos olvidados, como los celos y el resentimiento. (FILMAFFINITY)
8 de julio de 2015
50 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
‘Viaggio in Italia’ es para mí la película más honda de Roberto Rossellini. Al tiempo que la relación entre los Joyce se descompone, la vida rebosa alrededor, a la italiana. El contraste entre la flema inglesa –encarnada por un desapasionado e indolente George Sanders–, la frialdad triste y calculada de Ingrid Bergman y la algarabía de los napolitanos, con sus tópicos chillidos, gestos y canciones, conmueve y enamora.

Los paisajes no decorativos, las ruinas y museos, el Rolls-Royce como tumba emocional de Katherine y Alex. La pronunciación de Sanders, tan sumamente british; la de Bergman, tan nórdica y correcta… frente a la dicción caótica y alegre del napolitano de la calle.

Y cómo se disfrutan las omnipresentes melodías, surgidas de entre las paredes, en contrapunto y concierto con los cuerpos sepultados en las lavas del Vesubio.

Una película así invita a una vivencia intensa del presente, sin servidumbres ni ataduras. Invita a recorrer el mundo a lomos de una cámara de cine.

Incluso el proverbial desenfado (o desaliño) de Rossellini al dirigir, es aquí virtud. La falta absoluta de química entre George e Ingrid le va a la cinta como un guante. El director romano, casado con la actriz, echa el resto al retratar a su mujer; no es un retrato ideal ni edulcorado, sino severo y lleno de matices; rodado siempre desde el interior.

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Son tantos los detalles. El matrimonio Joyce hablando, en el coche, de los hijos que no llegaron a tener. Y mientras, en segundo término, como fuera de su alcance, los niños italianos. El homenaje al autor de 'Dublineses', tanto en el apellido de los esposos como en el maravilloso personaje ausente, aquel poeta fallecido que evoca inequívocamente al Michael Furey de ‘Los muertos’. La secuencia de las ruinas pompeyanas…

O el final (que no desvelo pero que contiene un detalle, al margen de la trama, que quiero señalar).

Alex y Katherine salen del coche. Asisten a una procesión. Tras ver el hermoso rostro de la Madonna, un nuevo corte nos devuelve al matrimonio. Han transcurrido ochenta y tres minutos desde el inicio de la cinta. La cámara, en una grúa fascinante, se eleva por encima de la multitud. De pronto, la sombra de la grúa se advierte en la pantalla. ¿Un descuido?

Que cada uno lo interprete a su manera.

En el siguiente plano, abruptamente, Alex, le dice a su mujer:

- ¿Cómo pueden creer en este tipo de cosas? Parecen una pandilla de niños.

[Se refiere, claro, al fervor religioso de los pueblos.]

Y ella le contesta:

- Los niños son felices.

No me resisto a ver en esa escena un mensaje en clave metacinematográfica. Rossellini, por boca de George Sanders, y después del obvio error que supone haber visto la sombra de la grúa y de la cámara recortarse en la pantalla, se pregunta cómo podemos creer en algo tan artificioso como el cine.

La respuesta es tan evidente como hermosa: los niños son felices. Y viven el presente. Igual que tú, cinéfilo lector.

Poco después, vienen las últimas palabras de la cinta, que no revelaré. Pero tras ser pronunciadas, la misma grúa se aleja de los personajes. Aunque, esta vez, se corta el plano antes de que podamos atisbar siquiera la sombra de una duda.



PD1: El título español no sólo es un disparate por las razones ya expuestas en numerosos textos, sino por la torpeza en la elección del tiempo verbal: el futuro es impensable en un viaje como éste. El traductor, al parecer, no asimiló la escena de Pompeya.

PD2: La explicación más obvia del detalle de la grúa sería la imposibilidad de repetir, por motivos de producción, una toma tan larga y tan compleja.
Servadac
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