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España España · Madrid
Voto de Servadac:
7
Drama El Marqués de Coustine, un diplomático francés del siglo XVIII con una relación de amor/odio hacia Rusia se encuentra en un viaje en el tiempo en el Palacio de Invierno de San Petersburgo -desde los tiempos de Pedro el Grande hasta nuestros días. Con él, un invisible realizador ruso (en off), que está confuso sobre la posición de Rusia en Europa. (FILMAFFINITY)
1 de febrero de 2009
48 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante, un 6, con una sola frase o plano interminable, la steadycam, a tientas, en busca de una forma, queriendo vislumbrar la historia de San Petersburgo, nunca en esta cinta Leningrado, champagne de tres centurias, cada una de sus miles de burbujas retratada, aristócratas rientes, danzarines, zares, Puskhin, airado con su esposa, Pedro, furibundo, reproduciendo con su gesto el gesto de los cuadros, la realidad, qué duda cabe, imita siempre al arte, la nieve afuera, Glinka, Valeri Gérgiev batuta en mano y elegante, un europeo chuchurrío, con trazas de marqués o sifilítico incurable, se erige en falso cicerone, despistado, observa, espía casi, se extravía, testigo sordomudo, Sokurov le pone voz al Hermitage, su propia voz, la voz del director, cómo lograr que la inflexión encaje y armonice en cada movimiento planeado e imposible, cómo fundir la voz en la secuencia, sentir la misma pulsación, el mismo tiempo subjetivo, la cadencia, cuando la cámara no deja de moverse, el reflejo de la luz en el óleo de los cuadros, la cámara se escora, pintando diagonales, ahí está, jamás desaparece, ahí la tienes, puertas abiertas y cerradas, pasillos tenues, un ensueño, se diría, persiguiendo aquello que hay de Historia en el palacio, puente colgante entre la Europa de las luces y la Rusia de los zares, Catalina, el jinete de bronce, la dama de picas, la cena final de Nicolás II, el baile de Natacha, la cámara no quiere entrar en el invierno del bloqueo, ya suena la campana, acaba el recital, riadas nobiliarias hacia el exterior, los cuadros y esculturas quedan dentro, ya forman parte del museo, las salas se vacían, la cámara se hunde en el trasiego de los pasos, parece deslizarse hacia la puerta de salida, cesura o pausa, la cámara se gira y abre al Neva, no era la voz del director, ni la presencia constante de la steadycam, ni la serie de obras maestras visitadas sin un solo parpadeo, el arca mira al río, con ese cuadro abstracto, el único de la película, la cámara despega, y así comienza su viaje, un 7.
Servadac
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