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España España · Madrid
Voto de Servadac:
9
Intriga. Cine negro Fred Madison (Bill Pullman), un músico de jazz que vive con su esposa Renee (Patricia Arquette), recibe unas misteriosas cintas de vídeo en las que aparece una grabación de él con su mujer dentro de su propia casa. Poco después, durante una fiesta, un misterioso hombre (Robert Blake) le dice que está precisamente en su casa en ese instante. Las sospechas de que algo raro está pasando se tornan terroríficas cuando ve la siguiente cinta de video... (FILMAFFINITY) [+]
1 de octubre de 2016
110 de 113 usuarios han encontrado esta crítica útil
No censuro a quienes no han podido, no han sabido o no han querido perderse en esta carretera que Lynch nos brinda en forma de fuga psicógena o disociativa. En arte no hay refutación ni prueba universal.

Tampoco censuro a quienes, bisturí en mano, pretenden urdir un mar de explicaciones cartesianas. Cuadrar el círculo es gimnasia mental muy placentera y de altos vuelos especulativos.

Los primeros tienden a escudarse en un ‘se’ decididamente impersonal y declaran, a menudo con mueca despectiva, “No ‘se’ entiende”. No dicen “No la entiendo”; eso sería, quizás, pedirle al ego demasiado.

Los segundos replican, en primera persona, “Sí la entiendo”. Y alaban la complejidad del argumento. En ese elogio suele percibirse, de forma más o menos velada, un autohalago de las propias facultades deductivas.

No seré yo quien niegue haber caído en esos vicios.

Después de al menos cinco visionados, mi acercamiento a ‘Carretera perdida’ discurre por otros derroteros. No busco en ella las mieles de un guión cerrado, medido y ordenado. Ni trato de encajar la obra en un corsé intelectual diseñado por mi mente a su medida (y a la medida, claro está, de mis limitaciones). No pretendo resolver un puzle de mil piezas. Mi acercamiento es simplemente emocional; mis herramientas, los sentidos, y una cierta sensibilidad que riego casi cada día.

Si uno se empeña, cualquier obra es reducible a alguna explicación. Si uno lo desea, cualquier creación es risible o parodiable. Cada cual es libre de elegir su itinerario.

Cuando quiero gozar del pensamiento deductivo, me gusta recurrir –admito que es deformación profesional– a la lógica matemática. Entender o realizar una demostración es, para mí, puro placer del intelecto. La claridad, en ciencia, es un valor incontestable. El arte, sin embargo, es algo muy distinto, y, en su acepción más positiva, más impuro.

David Lynch no me parece un cineasta cerebral; me choca, por tanto, que se trate de llegar al fondo de sus obras centrándose en desentrañar las tramas o, más exactamente, en la reconstrucción metódica de los sucesos que conforman el diseño argumental de sus películas.

También me choca que se le tilde de farsante. Negar que su filmografía desborda de imaginación genuinamente cinematográfica no tiene más explicación que la ceguera (voluntaria, inducida o natural) del crítico de turno. Al fin y al cabo, el cine ha de ser cine.

El arte nos lleva a conocer aquello que, sin él, quedaría fuera del alcance de la inteligencia en su sentido restringido. Por ello el arte que se basa en el ingenio y en la fabulación reglada y deductiva, el arte, por así decirlo, encadenado, suele dejarme entre dos aguas. Por ello, quizás, jamás he conseguido disfrutar de los retruécanos y juegos de James Joyce en su ‘Finnegans Wake’, aun cuando el 'Ulises' me apasiona.

‘Carretera perdida’ tiene un germen accesible que expongo en zona ‘spoiler’. Todo lo demás en ella es sólo cine, y del mejor. Olvida el manual y déjate atrapar por sus arenas movedizas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Servadac
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