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Voto de Servadac:
8
5.6
727
Drama
Oriol y Yolanda viven en París con sus dos hijas. Él es arquitecto, ella es profesora. Durante unas vacaciones en el Delta del Ebro, un accidente transforma sus vidas. (FILMAFFINITY)
4 de julio de 2012
49 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
Proyectada en un solo cine madrileño. Dos o tres semanas en cartel. Ni un centenar de votos FA.
“Que se la expliquen a ustedes aquellos que saben valorarla” –concluye con desidia Carlos Boyero en El País.
Así recibimos la obra del que es, en mi opinión, el mayor cineasta español en activo –con permiso de Erice, que sigue en la reserva.
===
‘Sueño y silencio’ conjuga la improvisación (en los diálogos y movimientos) de los actores (no profesionales y tan vivos), el riesgo y la frescura de la toma única, la luz natural y la fotografía en blanco y negro… con una estructura global medida y bien proporcionada y un trabajo de montaje excepcional, que nos lleva de la poesía de lo cotidiano hasta las puertas de lo inexpresable.
Los sonidos de la vida (depurados a la manera de Robert Bresson) ofrecen consistencia y realidad. Amplían los espacios.
El tempo narrativo es uniformemente lento, pero el tono dramático de la cinta es triple (allegro–adagio–allegro ma non troppo).
• El allegro inicial nos ofrece estampas de familia.
[Una fascinante toma silenciosa desde un coche anuncia el golpe del azar. Un “defecto” en la imagen –como si acabara el primer rollo de película– marca el fin del movimiento.]
• En el adagio, Rosales echa el resto. Dolor sin sentimentalismo. Memoria y desmemoria. La asimetría triste de los cónyuges, la ausencia.
[Irrumpe un plano de color; de nuevo un coche y un lugar –maldito, irrelevante y anodino– que pone fin al segundo movimiento.]
• El allegro ma non troppo completa la estructura tripartita. Es más sereno y menos denso que el adagio. Desemboca en una coda en forma de paseo por el parque.
Una coda que parece estar fuera del tiempo.
“Que se la expliquen a ustedes aquellos que saben valorarla” –concluye con desidia Carlos Boyero en El País.
Así recibimos la obra del que es, en mi opinión, el mayor cineasta español en activo –con permiso de Erice, que sigue en la reserva.
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‘Sueño y silencio’ conjuga la improvisación (en los diálogos y movimientos) de los actores (no profesionales y tan vivos), el riesgo y la frescura de la toma única, la luz natural y la fotografía en blanco y negro… con una estructura global medida y bien proporcionada y un trabajo de montaje excepcional, que nos lleva de la poesía de lo cotidiano hasta las puertas de lo inexpresable.
Los sonidos de la vida (depurados a la manera de Robert Bresson) ofrecen consistencia y realidad. Amplían los espacios.
El tempo narrativo es uniformemente lento, pero el tono dramático de la cinta es triple (allegro–adagio–allegro ma non troppo).
• El allegro inicial nos ofrece estampas de familia.
[Una fascinante toma silenciosa desde un coche anuncia el golpe del azar. Un “defecto” en la imagen –como si acabara el primer rollo de película– marca el fin del movimiento.]
• En el adagio, Rosales echa el resto. Dolor sin sentimentalismo. Memoria y desmemoria. La asimetría triste de los cónyuges, la ausencia.
[Irrumpe un plano de color; de nuevo un coche y un lugar –maldito, irrelevante y anodino– que pone fin al segundo movimiento.]
• El allegro ma non troppo completa la estructura tripartita. Es más sereno y menos denso que el adagio. Desemboca en una coda en forma de paseo por el parque.
Una coda que parece estar fuera del tiempo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Para el recuerdo algunos planos milagrosos: la playa en que las aguas se funden con el horizonte (me viene a la memoria el espléndido final de ‘Fresas salvajes’, de Ingmar Bergman), una silla vacía, un entierro en plano fijo (con el contraste entre la muerte y el oficio mecánico de los enterradores), el orangután cautivo (su mirada)…
Planos que provocan emoción más por el lugar que ocupan en la cinta que por la belleza aislada de su composición perfecta.
Y las sutiles simetrías: al travelling pausado (de derecha a izquierda) que recorre el campo a ras de hierba y se detiene frente a unos arbustos, le responde un travelling en cierto modo similar –con un campo de trigo, junto a la calzada. El primero muestra a la abuela y a la niña saliéndose del cuadro; el segundo aguarda a la madre y al abuelo, los ve cruzar y luego los acoge (de izquierda a derecha).
O paralelismos divergentes: qué diferencia entre el paseo del padre por el parque, en busca de la hija, con esa cámara al hombro que lo sigue y se ve forzada a no avanzar (como si el propio parque fuera la memoria), qué diferencia, digo, entre ese paseo y el paseo de la steadicam que sube a la colina en que las niñas juegan a rodar (como ya hiciera Mouchette en la cinta de Bresson).
===
Para mí, ‘Sueño y silencio’ es musical. Tres movimientos de tono dramático diferenciado y una coda.
El lenguaje fílmico de la cinta es rico, variado y homogéneo (a pesar de los tres tonos y de la multitud de recursos cinematográficos, hay unidad de estilo).
Señala Jaime Rosales en una entrevista: “Kant dice que la razón no nos permitirá expresar nada que esté fuera de la experiencia, y lo trascendental, como está fuera de la experiencia, es inexpresable.”
No vamos a experimentar en la pantalla la muerte propia ni la pérdida de un ser querido. Las emociones que suscita el arte nos sirven de catarsis. Nos ayudan a intuir lo incomprensible. Nos sitúan muy cerca del umbral y apuntan al misterio.
Siembran luces de papel en las narices de la muerte.
El arte, si es de ley, ayuda a respirar.
Planos que provocan emoción más por el lugar que ocupan en la cinta que por la belleza aislada de su composición perfecta.
Y las sutiles simetrías: al travelling pausado (de derecha a izquierda) que recorre el campo a ras de hierba y se detiene frente a unos arbustos, le responde un travelling en cierto modo similar –con un campo de trigo, junto a la calzada. El primero muestra a la abuela y a la niña saliéndose del cuadro; el segundo aguarda a la madre y al abuelo, los ve cruzar y luego los acoge (de izquierda a derecha).
O paralelismos divergentes: qué diferencia entre el paseo del padre por el parque, en busca de la hija, con esa cámara al hombro que lo sigue y se ve forzada a no avanzar (como si el propio parque fuera la memoria), qué diferencia, digo, entre ese paseo y el paseo de la steadicam que sube a la colina en que las niñas juegan a rodar (como ya hiciera Mouchette en la cinta de Bresson).
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Para mí, ‘Sueño y silencio’ es musical. Tres movimientos de tono dramático diferenciado y una coda.
El lenguaje fílmico de la cinta es rico, variado y homogéneo (a pesar de los tres tonos y de la multitud de recursos cinematográficos, hay unidad de estilo).
Señala Jaime Rosales en una entrevista: “Kant dice que la razón no nos permitirá expresar nada que esté fuera de la experiencia, y lo trascendental, como está fuera de la experiencia, es inexpresable.”
No vamos a experimentar en la pantalla la muerte propia ni la pérdida de un ser querido. Las emociones que suscita el arte nos sirven de catarsis. Nos ayudan a intuir lo incomprensible. Nos sitúan muy cerca del umbral y apuntan al misterio.
Siembran luces de papel en las narices de la muerte.
El arte, si es de ley, ayuda a respirar.