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España España · Madrid
Críticas de paki
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Críticas 202
Críticas ordenadas por utilidad
10
1 de diciembre de 2009
58 de 67 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para decirlo en términos actuales: "estoy en crisis"... Estoy cansada, agotada, triste, agobiada y sola. Diría que me están creciendo los enanos, pero hasta ellos me han abandonado, así que no vamos a echarle la culpa a los "liliputs". Simplemente estoy pasando por una de esas rachas que la vida se pone cuesta arriba, y coincide con que, por esos días, tú no puedes con tu alma... ¿Que a ti qué te cuento? ¡Hombre, ya sé que vengo aquí a hablar de películas, pero era para ponerte en antecedentes! ¡No te enfades, que estoy muy sensible!... En fin, que yo acostumbro, para "jalearme" un poquito y darme un poco de "alegría macarena", a distraerme con mis películas de sofá... ¿Ves como al final iba a hablar de cine?: es que no tienes paciencia... Las películas de sofá (nocturnas, alevosas y relajantes) son esas historias curativas, terapéuticas y reconfortantes que me pongo al final de un día duro para irme a la cama con una disposición bien distinta a como me levanté. "Lo que queda del día" es, para mi, la película dulce y tranquila que mi estrés y mis problemas de cada día necesitan para olvidar y descansar. Y Anthony Hopkins... Para muchas personas, es un caníbal exquisito, culto, elegante y tan inteligente y distinguido que se le perdonan sus gustos, sustos y disgustos culinarios. Pero yo miro sus ojos transparentes y misteriosos y veo a un caballero inglés, pulcro, sensible, tímido, atento, maravilloso y especial que me está esperando, al final del día, para preguntarme qué tal ha ido todo, para escucharme, para llevarme hasta el sofá y arroparme, mientras me trae una taza de cacao caliente y me dice que no me preocupe por nada, que el día se ha acabado y mañana será otro, pero ahora se ha pasado todo y solo queda el mejor rato, el de descansar y estar en paz... Porque, en realidad, solo vivimos para eso: para esperar esos momentos y disfrutarlos cuando llegan. El resto del día es mentira, ficción, problemas, angustia y prisa. No es importante. El día empieza cuando acaba, ni más ni menos. Lo que queda del día es lo mejor.

¿Qué no he hablado de la película? Ya lo sé, ya... Pero me encuentro mejor que hace un rato, y eso es lo importante, ¿no? "lo que queda" de las cosas...
paki
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8
11 de mayo de 2010
58 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nada que ver. Esta es una peli de "madre coraje" anónima, cuya historia, más o menos intensa y dramática, no le interesa a nadie. Yo también soy una madre coraje. Y nunca he dicho aquello de "por mi hijo matoooooooo", más que nada, porque lo tendría que decir a voces a las siete y media de la mañana haciendo el desayuno, sin más auditorio que mis pobres vecinos; o mientras corremos, casi siempre tarde, camino del colegio; o por la tarde cuando tenemos que hacer equilibrios con el tiempo, la ducha, la cena, las tareas de cada uno, los nervios acumulados del día, el cansancio de todas las noches y los preparativos del día siguiente. Nada del otro mundo. Lo normal. La vida. Pero es dura, la verdad. Y, en solitario, doblemente dura. Porque estás sola, pero no. Si estás sola, te revuelcas en el lodo de la autocompasión; te fustigas con el látigo de la incomprensión, ingratitud o desamor ajenos y te quedas tan a gusto y relajada. Pero si tienes al niño enfrente, mirándote, esperando que le confirmes que todo va bien y que la vida es más bella que dura, y que no estás en un campo de concentración sino en un concurso de tanques, lo haces: por supuesto que lo haces. Porque la vida de la madre coraje es la mitad del tiempo una vida de actuación y de teatro. Exactamente la mitad de la vida que falta la rellenas con imaginación, talento, improvisación y muchísima paciencia. El padre que no tiene, las cosas que no podemos comprar, los lugares a los que no podemos ir, las experiencias que nunca tendremos, los partidos de fútbol a los que nunca le llevará nadie, los hermanos que nunca nacerán, las miradas curiosas de los demás, las frases crueles de otros niños... Son muchas cosas. Muchas piedras resbaladizas para cruzar la vida, que tienes que sortear, atravesar, saltar y olvidar sin que se te haga un nudo en el corazón, ni a tu hijo ni a ti, porque hay que seguir adelante, sin furia, sin rencor, sin autocompasión y con alegría.

Pero es muy duro, porque en esa vida de actuación y de echar p´alante, todos los días y a todas horas, nunca oyes aplausos, ni siquiera murmullos de admiración, ni una nominación al Óscar, que estaría muy bien, la verdad. Lo único algunas muestras de adhesión o de solidaridad con las que tienes que apañarte y guardar como el oro molido que son... Pero yo no vengo aquí a hablar de mi "libro", así que paso a la película...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
paki
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8
2 de julio de 2011
42 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Frank Sinatra es un escritor de talento con poca suerte. Vuelve a su ciudad, licenciado del ejército, y, prácticamente regresa fracasado, aunque cuando conocemos a su familia: un hermano burgués, que lleva una vida aburrida con una mujer tiesa, pendiente solo de las apariencias, y una sobrina maleducada entendemos que no es él quién tiene las peores expectativas.

Desarraigado de una familia que vive más en el escaparate social que en la intimidad del afecto que puedan tenerle, se refugia en la complicidad de nuevos amigos, marginados también de una sociedad fuertemente dividida. Conoce a Dean Martin, un jugador, alcohólico y cínico que comparte con él la sensación de no tener nada que compartir. Son dos parias que, ni por arriba ni por abajo, encuentran sitio en esa ciudad detenida en el tiempo. Tal vez, solo, la necesidad de escapar de allí, donde una nueva partida de póker les lleve.

Pero Frank tiene algún comodín a su favor: es un buen escritor capaz de despertar la admiración de los intelectuales del villorrio. Tal vez de una maestrita culta y de buena posición, que parece ser la persona que podría colocarle, emocional y socialmente en algún lugar cómodo. Pero es una mujer cobarde, que duda entre el amor de un hombre real o la consideración de la sociedad, o sea, de la soledad.

Pero, entre unos y otros, aparece Shirley MacLaine que es una chica alegre, en toda la extensión de la palabra. Sin prejuicios y sin más ambiciones que la de ser feliz cada día. O la de estar con Frank, del que se ha enamorado y al que acepta tal como es y le conoció. Es una optimista con una flor en el pelo, la boca roja y un bolso de peluche que desprende espontaneidad y encanto. Es deliciosa y sincera. Y no tiene cultura para explicar por qué le gustan las cosas, pero tiene la suficiente inteligencia para reconocerlas y luchar por ellas. O por Frank. Lo tiene clarísimo.

Shirley es el punto de inflexión de la película. Es lo que la convierte en algo humano y vivo. Más que el nihilismo de Frank, el cinismo de Dean, la cobardía de la solterona rancia, el conservadurismo de su familia y el estancamiento de la sociedad entera... Ella es la mujer que sabe lo que quiere, que se respeta a sí misma delante de la mujer frígida que se atreve a juzgarla y del hombre que no sabe respetarla porque, en el fondo, obedece a los mismos clichés que el resto de las personas a las que desprecia por ello.

Confieso que cada "guarra", "puerca" y "zorra" que le decían, me dolía. Ni por arriba, ni por abajo, nadie era buena persona. Ni los ricos ni los marginados, ni hombres ni mujeres, ni los cultos ni los ignorantes sabían ver más allá de sus prejuicios. Creo que esa era la historia que un gran director como Minnelli quería contar. No era Frank Sinatra con todo su talento y su cinismo, sino Shirley, con sus pestañas infínitas, su falda corta, su encanto natural y su naturalidad encantadora... Como un torrente se los llevó a todos por delante...
paki
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10
10 de diciembre de 2009
41 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es que sea otro país o cultura, es que es otro mundo. Nunca he conocido una familia así. Ni personas como el padre y la madre. Esa paciencia, ecuanimidad y conformidad con las cosas, las personas y los acontecimientos me ha fascinado. No es que sean unos ancianos fuera del mundo o de su tiempo que asisten a los cambios de su vida y de la de sus hijos y nietos con resignación y tranquilidad. No. Ellos miran, escuchan y comprenden todo. A veces se sienten decepcionados con sus hijos, ven sus defectos y sus errores, incluso, son victimas de ellos. Pero no se inmiscuyen en nada. No juzgan. No critican. No interceden, ni piden, ni exigen. Pero lo saben todo. Son un libro de sabiduría al alcance del que quiera consultarlos, pero no son jueces, maestros o guías. Solo escuchan y hablan, generalmente para equilibrar la balanza en el mismo centro de las cosas, donde nada es bueno o malo, justo o injusto, blanco o negro, sino un conjunto de decisiones a tomar en la vida con sus pros y contras.

Estoy fascinada por la belleza de esta película. Conmovida y enternecida. Ví la escena de la madre y la nuera con una sonrisa en los labios, pero con un puño en el corazón que no pude soltar hasta que pudo hablar con el padre y llorar y desahogar toda la soledad, el miedo y la angustia que llevaba años reteniendo. Y como ese anciano, que acababa de quedarse solo y desvalido, es capaz de darle la paz, la tranquilidad y el amor que necesitaba. No he visto en el cine abrazo más intenso que el que no se dieron esas dos personas mientras, sin tocarse, se intercambiaron consuelo y comprensión.

Es una película maravillosa llena de imágenes hipnóticas. Me encantaba cómo se movían y se sentaban las mujeres, como caminaban y sonreían; la forma de abanicarse y de saludar, no de cualquier modo con un beso o un abrazo distraído, sino con una reverencia perfecta. Todo armonía, equilibrio y belleza. Todo como en un ballet donde hay un ritmo musical que lo impregna todo de gracia y de simetría.

No, no es que sea otro país o cultura. Ni tampoco otro mundo. Es el espacio atemporal de una película rodada hace 55 años, donde se habla de la familia, de los padres y los hijos, de la vida y de la muerte, de la soledad y del amor... Y donde, después de verla, sientes que no se ha vuelto a decir nada más hermoso. Y te callas y piensas. Y sonríes y haces una agradecida reverencia...
paki
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9
29 de diciembre de 2006
51 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para mí fue la primera película de "culto". No sé muy bien qué quiere decir eso, pero, otra vez, para mí, se trata de una película para "adorar". Adoro a Dirk Bogarde desde "Muerte en Venecia". Me parece que tiene el rostro más impenetrable (con permiso de mi Marlon) y misterioso del cine, y a mi me encanta el misterio. Sobre todo el que transmiten sus ojos y la expresión entera de su cara. Me parece imprecedible. Me encanta en ese papel de hombre con aspecto frío y atildado, de auténtico y perfecto mayordomo, una máquina perfecta para el trabajo donde parece que no existe corazón, ni sentimientos, ni vida propia... Y, sin embargo, es un volcán de pasión y de fuerza. Siento la cursilada, pero así es cómo lo veo... El hombre impasible y frío que se desata y explota con la pasión y el deseo... No sé... a mi me pareció sublime. Es la historia de amor pasional que más me excitado del cine. Tal vez porque la ví muy joven y las primeras experiencias nunca se olvidan, y más si son con Dirk Bogarde...
paki
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