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Vietnam Vietnam · Sigo estando en Saigon
Críticas de El dependiente
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Críticas 36
Críticas ordenadas por utilidad
10
11 de enero de 2011
112 de 127 usuarios han encontrado esta crítica útil
Querido lector:

No sé en qué momento pasó, pero jamás me he alegrado tanto de darme cuenta de una mentira. Al principio ni siquiera me lo olía, pero estaba cansado. Cansado de préstamos que no podía pagar, órdenes que no podía cumplir, vejaciones tanto a nivel profesional como a nivel personal. Estaba cansado de ser observado constantemente por una lupa. Cansado de llevar siempre una soga al cuello, aunque esa soga fuera de seda.
Sí, lo reconozco, al principio quería volver. Me arrepentí de inmediato, pero no tardé en darme cuenta de que, como el pobre perdedor de American Beauty, estaba despertando deliciosamente de un coma. No necesitaba las tarjetas, ni el dinero, ni el tráfico ni a mi exnovia, la cual no hacía más que juzgarme todo el rato, como todos. De pronto, solo necesitaba mis manos, algo de mierda de pájaro y un trozo de metal contra el que poder estrellar un par de palabras al día. ¿Qué mas iba a querer? Era libre... era feliz.
El ego humano nos lleva por caminos bastante preocupantes: ¿Es nuestra la tierra? ¿Es nuestra la potestad para juzgar a nuestro entorno? ¿O seremos más una plaga que otra cosa? Después de todo, no tenía por qué formar parte de una estúpida marabunta de ofertas, trajes y convenciones sociales sin sentido. Solo necesitaba un objetivo...
¿Qué hay de la soledad? Puedes, también, aislarte del mundo y verlo con tus propios ojos. Inventarte una vida, o dos, o mil, y satisfacer la primaria necesidad de un poco de sol sobre nuestra piel. ¿Qué somos? ¿Elementos individuales, o miembros de un todo? ¿Tiene que ser todo blanco o negro? ¿Tengo que comerme su sociedad podrida o renunciar a la gente? ¿A una sonrisa de complicidad? ¿A un simple "hola"? Porque, si esas son tus condiciones, te las puedes meter por donde te quepan, y dejarme a mí, con mis objetivos, y mi propia búsqueda de la felicidad, que no tiene por qué ser la misma que la acartonada visión del resto, con las cuatro "c" (coche, curro, casa y churri), y que precisamente sean estas cuatro "c" las que me causen la muerte por una de las tres "c". Gracias, pero no, me niego. Si quieres buscarme, ya sabes dónde estoy, pero si quieres alienarme, simplemente déjame en paz.
El dependiente
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Informe Robinson: Cuando fuimos campeones (TV)
EpisodioDocumental
España2010
8.0
16,389
Documental, Intervenciones de: Michael Robinson
10
31 de enero de 2011
98 de 117 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo la eurocopa en la que la selección española jugó mejor al fútbol que jamás en toda su historia, y recuerdo cómo Torres marcaba el gol que, además de conseguir un título histórico para la selección, nos ponía como favoritos en el mundial. Recuerdo que, cuando se sacaba el tema del mundial, el comentario siempre era el mismo: "si España no gana esta vez, no ganará nunca"... y no es para menos, España siempre se ha crecido en mundiales y eurocopas para acabar fracasando estrepitosamente. También recuerdo la nula confianza en Aragonés cuando se puso al frente del equipo... y, como si fuese un déjà vu, los similares comentarios hacia Vicente del Bosque.
Recuerdo cómo empezó el mundial tras una ronda eliminatoria perfecta. Recuerdo cómo cayeron ante Suiza y cómo todos pensábamos lo mismo una vez más: "otro jarro de agua fría", "otro exceso de confianza"... pero también me viene a la memoria la remontada, que, aunque con un peor fútbol al exhibido en la eurocopa, nos puso otra vez en la senda de la historia del fútbol.
Recuerdo cómo Torres se dejaba los huevos intentando llegar a su nivel, y cómo recibía el desprecio de parte del público. ¿Es que ya nadie se acordaba de lo que había hecho? Pero también recuerdo a otra clase de torre, una torre llamada Fernando Llorente, que arrasaba con la defensa como quien barría el polvo. Recuerdo a Puyol rematando con tanta potencia que, si hubiese habido un muro de ladrillo en su camino, lo habría derribado sin problemas.
Recuerdo pasar de cuartos...
Recuerdo cuando, en semifinales, Pedrito se estrenaba con la roja, y se movía entre las líneas como si tuviera delante a cuatro amigos de su barrio en lugar de a la selección alemana.
También me acuerdo, puestos a recordar, de cómo un símbolo nos criticaba (no pasa nada, digas lo que digas, siempre serás Maradona), y cómo la selección seguía adelante, haciendo oídos sordos a todas las tonterías que tenían que aguantar por ser favoritos.

(sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
El dependiente
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8
12 de marzo de 2011
34 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segunda película de Carlos Iglesias (dirigida, escrita, producida y protagonizada), quien, en mi opinión, es una de las esperanzas del cine patrio. Cuenta la historia de Álvaro, un comisario político que se encuentra en la URSS cuando se cruza en su camino un grupo de españoles. Son niños exiliados por la guerra, acompañados de sus cuidadores, entre los que se encuentra Paula, quien, en realidad, es algo distinto de lo que parece.

Visualmente, la película es sublime. Empieza con unos títulos de crédito que mezclan el éxodo de los republicanos que abandonaron el país con dibujos que bien podrían ser de esos niños exiliados. Salvo para los diálogos, en los que intercambia planos constantemente, no deja la cámara quieta. Hace travellings, breves planos secuencia... picotea de todo, y, en consecuencia, aporta una riqueza brutal. Si a esto le añades la belleza de los exteriores y la ambientación y la fotografía cuidadas al milímetro, te queda una verdadera maravilla visual.

Es una cinta sólida, que llega a conmover, aunque tiene sus fallos. Como dice Federico_Casado, la interpretación de Carlos Iglesias es tan profunda y tiene tantos matices, que las demás se quedan cortas (con la posible excepción de Esther Regina).

Pero lo principal que debéis saber para enfrentaros a esta película es que, aunque verse sobre la Guerra Civil, lo hace de una forma que nunca se ha tratado: sin criminalizar a un bando y ensalzar a otro. Está claro que hubo uno que empezó la guerra (y la terminó), pero esta película, por primera vez, no es una especie de panfleto de intento de compensación hacia el bando republicano. Lo que transmite esta película son los estragos que la guerra causa en un ser humano, la forma de trastocarse de una mente sometida a la presión de tener que elegir: o vencedores o vencidos, sin medias tintas, forjando un prejuicio que llega hasta nuestros días: las dos españas.

Lo cierto es que Carlos Iglesias solo ha dirigido dos películas, y tiene mucha carrera por delante (espero), pero, de alguna forma, sin intención alguna de equipararlos como directores, su estilo me recuerda al de Clint Eastwood, sobre todo en sus últimos trabajos: sensitivo, con mucha carga dramática entregada en golpes, al final de los cuales se juega con la música (que en esta cinta es una preciosa reminiscencia a la Rusia soviética). Evidentemente, esta película no es "Banderas de nuestros padres", Carlos no tiene tanto callo como Clint, pero estoy convencido de que este director (y hombre multiusos, como también lo es Clint) es uno de los motivos de esperanza de nuestro cine.
El dependiente
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8
27 de enero de 2011
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por todos es sabido que posibles formas de calificar el cine hay miles: cine independiente frente a superproducciones, cine pre-Brando (interpretaciones basadas en el carisma de los actores) y cine post-Brando (construcciones más fieles de los personajes), cine como entretenimiento frente a cine como obra de arte... sin embargo, tras ver Valor de Ley, se me ocurre una forma de clasificar películas en la que nunca había pensado: cine para lucirse.
La mayoría de los directores que han llegado a elaborar un estilo personal, en un momento dado han dirigido una película para, además de contar una historia, dar una exhibición de capacidad técnica: Paul Thomas Anderson se lució con la genial Pozos de Ambición, Martin Scorsese tiene Gangs of New York, David Fincher se aleja de la sordidez del crimen con El curioso caso de Benjamin Button... y, en Valor de Ley, los Coen sacan todo su arsenal tras las cámaras. Son películas coronadas con grandes interpretaciones, con planos cuidados al milímetro y una estética tan precisa como hermosa.
La historia de Mattie Ross, una niña que ha perdido a su padre a manos de un criminal, y decide vengarse, contando con la ayuda del marshall Reuben Cogburn, apodado "el gallo" (rooster) y el ranger de Texas LaBeouf, ya fue llevada al cine en 1969 en una película protagonizada por el ya icono de la cultura americana John Wayne. Esto hace inevitable que haya una comparación.
Es una historia sencilla, pero su peso argumental no radica en los hechos, sino en la profundidad de los personajes, lo cual es mérito de Charles Portis. La estética, como ya he dicho antes, es impecable (al menos hasta que aparezca por internet algun gazapo como aquellos vaqueros en Gladiator), bastante superior a la de Hathaway, e incluso se observa alguna que otra "perlita Coen" en su desarrollo, pero el principal escollo que tenía que salvar esta cinta eran las interpretaciones. Wayne ganó un Oscar por esta película, aunque era más bien un Oscar a toda su carrera, pues aquella no fue su mejor interpretación. Aun así, con un Wayne no en su mejor momento, encontrar a alguien que de el tipo no es fácil. Pues los Coen se sacaron de la manga una vez más a un Jeff Bridges en estado de gracia. Matt Damon no hace su mejor papel, pero tiene sus momentos, y la niña, que decir de la niña, es completamente maravillosa.
En fin, el Valor de Ley que nos brindan los Coen es una de estas joyas que los directores sueltan en ocasiones, y, aunque me esperaba algo más sórdido y crudo, me siento satisfecho con lo que he visto.
El dependiente
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8
5 de agosto de 2011
41 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo cierto es que no creo en Dios, aunque tampoco es que sepa muy bien en lo que creo (a veces tengo tal batiburrillo mental en la cabeza que me siento como si fuese lo contrario del Dalai Lama), pero, supongo que debido a mi educación católica, a veces hablo como si creyera en él.

Esto lo digo porque ayer mismo, en una de estas conversaciones trascendentales birra en mano con los colegas, uno de mis amigos intentó citar algo de "Matrix", alegando que los humanos, más que una especie, somos un virus, porque todas las especies se adaptan al medio natural, pero nosotros no somos así. Nosotros adaptamos el medio natural a nuestros caprichos, lo explotamos hasta agotarlo y, cuando hemos terminado, nos buscamos otro. A pesar de que la cita tampoco es que fuese muy inspirada (el tío llevaba media hora citando cosas de series y películas a ver si daba con la correcta para la situación), sí que tenía bastante razón. El comportamiento humano puede ser escalofriante.

Y (por eso he empezado así mi crítica) ha querido Dios (o lo que sea) que hoy me diese por ir a ver "El origen del planeta de los simios". Al principio no me daba cuenta de la casualidad, pero, al salir de la sala, he tenido una especie de epifanía. Y es que la comercialidad no está para nada reñida con el talento artístico, aunque, en este caso, se debería decir que la comercialidad no está reñida con un buen argumento y un poco de reflexión, que no nos viene mal.

Desde un punto de vista científico, ¿qué vino antes, el problema o la solución? La respuesta es curiosa: cuando el cerebro empezó a desarrollarse a otro nivel, los nuevos niveles de pensamientos llevaron a la localización de problemas en los que la especie nunca antes había pensado. A continuación (relativamente) llegó la aplicación científica para resolver ese tipo de problemas, echando a rodar la primera bola de nieve de lo que sería un alud de consecuencias aún impredecibles con certeza. Problema, solución, problema, solución...

A día de hoy, la ciencia se ha convertido en una especie de "salvar los muebles mientras la casa arde". Nosotros hemos provocado el caos que nos rodea, y nosotros buscamos, aunque a veces sea a la desesperada, la forma de mantenernos en equilibrio y tratar de readaptar el medio a nuestro gusto, y hemos acabado tan atrapados en esa mecánica que nos hemos vuelto demasiado perezosos como para darnos cuenta del tremendo esfuerzo que tendríamos que hacer para salir de ella y ser, por primera vez en millones de años, una especie en comunión con la naturaleza.

No creo en dioses, pero, si existen, es verdad que deben estar locos...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
El dependiente
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