Ya son unos cuantos los largometrajes que lleva realizados Wes Anderson y, aunque haya mejores y peores, todos tienen un sello indistinguible y muy personal que hace que merezcan la pena. Se nota el cariño puesto en todas sus cintas, y esta no se queda atrás.

Isle of dogs nos hace conectar con el stop-motion al nivel de lo que logró Fantastic Mr. Fox. La estética visual es impecable, la música acompaña y nos sumerge en la atmósfera de la película y la composición de los planos está perfectamente pensada y equilibrada (algo habitual en el director).

Si tuviera que destacar algo en especial respecto a anteriores films del director, diría que los puntos de humor funcionan especialmente bien, con una ironía muy ácida que se mantiene durante toda la película sin llegar a cansar en ningún momento.

La sencilla trama a veces se ve enredada por flashbacks innecesarios y demasiado largos, que gustan pero frenan la velocidad de la cinta.
Los personajes son ingeniosos y con una química muy especial entre ellos, otro punto fuerte habitual del director. Sin embargo, hay algunos que pasan sin pena ni gloria y otros muy interesantes como los perros protagonistas, en los que no se llega a profundizar demasiado.

Probablemente no sea su mejor película, pero está muy a la altura de su filmografía, y ya tengo ganas de que sea estrenada para volver a verla. Gracias una vez más, Wes.

Vale, he de decir que me esperaba un tostón y la peli me ha sorprendido para bien. Tiene puntos buenos, pero en fin, hablamos de Star Wars, y las expectativas están siempre muy altas.

La película se alarga muchísimo, y a pesar de que no se me ha hecho excesivamente larga, hay demasiadas escenas vacías. Y peor aún, esta segunda parte peca del mal de la trilogía y no aporta nada. Y lo poco que aporta es Kylo en un par de escenas que hacen evolucionar la trama y su personaje muchísimo. Además, genera más dudas e incertidumbres y algunas parece que se quedarán sin resolver.

Los buenos y los malos juegan al ratón y al gato y disparan y explotan cosas y guiño y más guiño y aparece un pájaro feísimo para hacer gracia y vender peluches en Navidad, y... ya. Fin. Mientras, Kylo se define a sí mismo, al margen de las mierdas que hagan unos u otros. Porque esa es la filosofía de su personaje. Pero en lugar de explotar esto y dar un enfoque diferente del lado oscuro y el luminoso por primera vez en toda la saga, hacen lo mismo de siempre. Y ya cansa. Porque un guiño hasta el menos fan lo agradece, pero que cada película sea una vuelta sobre lo mismo no agranda el universo que creó en su día George Lucas, sino que lo consume.

Y es que cada vez Star Wars es menos Star Wars. La fuerza ya no es la protagonista, ya no determina el universo de las películas, simplemente es un elemento nostálgico para hacer evolucionar algún personaje y emocionar a los fans. Pero donde centran la trama es en los disparos y la pirotecnia de los efectos especiales, y mira, eso le quita toda la gracia a Star Wars, porque batallitas de malos contra buenos y explosiones hemos visto a puñados en miles de películas.

Y bueno, todo esto sin comentar escenas penosísimas que mencionaré en el spoiler.

En resumen, tiene puntos buenos, pero con un guión más pulido se podría haber conseguido una película muy interesante. En lugar de eso tenemos una cinta para comerse las palomitas y olvidarse de lo que hemos visto hasta las próximas navidades en las que nos cuenten más de lo mismo sobre la galaxia muy muy lejana, los buenos y los malos.

La Academia lo ha hecho una vez más. La que es probablemente la mejor película del año se lleva tres míseras nominaciones. Bien es cierto, que la película tiene más Tarantino que nunca y por tanto, quizá el filme más violento de Quentin (y ya es decir) no termine de convencer a los no tan fans del director. Dejando a un lado los fanatismos, Tarantino coge lo mejor de cada pieza de su filmografía y nos deleita con este Reservoir Dogs ambientado en 1865.
La banda sonora de Ennio Morricone genera una atmósfera de tensión que se masca en el ambiente de la mercería de Minnie, la fotografía es muy acertada y el reparto está de diez, destacando las interpretaciones de Samuel L. Jackson y Jennifer Jason Leigh.
Quentin Tarantino maneja con mucho acierto los tiempos de una trama que acelera con el paso de los minutos hasta llegar a un final apoteósico propio del director. Probablemente sea su mejor guión tras Pulp Fiction, o al menos el más maduro.
En definitiva, tres horas de sangre y humor negro que deleitarán a los más fans.

Tras el elevado listón que dejó la primera temporada, Fargo vuelve y es incluso mejor. Si con la primera, Fargo arrasó en el panorama de series, esta segunda temporada cuenta con una ambientación y dirección sublimes, acompañado por unos giros de guión que te enganchan desde el primer capítulo. La gran variedad de personajes tan carismáticos es lo que hace que Fargo II brille y te atrape como no terminaba de conseguir la primera temporada en algunos capítulos. La gran banda sonora vuelve a destacar junto con el cuidado vestuario retro. Por último, el reparto está bastante lucido, aunque sin ninguna interpretación magistral como fue la de Billy Bob Thornton en la temporada pasada. Sea como sea, sin todavía haber terminado esta segunda temporada, Fargo es tan buena como original, algo diferente al panorama actual de series, donde parece que necesitas zombies, dragones o risas lata para tener éxito.

Estamos acostumbrados a que la animación nos ofrezca películas dirigidas a un público infantil. Sin embargo, esto no siempre es así, y el ejemplo más claro puede que sea Anomalisa.
En menos de 90 minutos, Kaufman logra reflexionar sobre el amor a través de numerosas técnicas visuales. La iluminación, los movimientos de cámara, y por supuesto la tierna animación consiguen reflejar la vida misma como nunca se había hecho antes. Todo esto se ve acompañado de unos diálogos maduros y de un guión soberbio que nos identifican con el personaje y con sus problemas internos de una forma única.
En definitiva, una película "anómala", diferente a las demás, que nos demuestra, que las películas animadas pueden hacernos reír, pero también pueden hacernos reflexionar sobre la forma de ver el mundo, sobre la monotonía y sobre la búsqueda de la media naranja. Y todo esto con una técnica impresionante que no debería de ser infravalorada por el mero hecho de ser animación.