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España España · madrid
Críticas de pich
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Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
9
19 de noviembre de 2008
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con una naturalidad conmovedora, Isabel Coixet representa a todas aquellas mujeres que -en un mundo casi exclusivo de hombres- han llegado sobradamente a la excelencia, sin aspavientos ni reivindicaciones dudosas. En Mi vida sin mí, Coixet despliega todas sus cualidades de dirección y a través de la cámara -como si de un butrón del buen vino se tratase- las transforma en pura eficiencia narrativa. Acompañada por un elenco de actores más que notable, la realizadora catalana transoprta la escena a un pueblo gris cualquiera del norte de América, donde da forma a la novela de Nancy Kincaid convirtiéndola en una obra de arte con mayúsculas.
Ganadora de un premio Goya importante -mejor guión adaptado- y otro testimonial -mejor canción-, Mi vida sin mí fue ninguneada por la Academia española, mientras que recibió el elogio de otros muchos festivales alrededor del mundo.
pich
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1
17 de marzo de 2009
17 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Por qué se quejan de que el cine español no recibe subvenciones?
¿Por qué lloran diciendo que los espectadores van a ver sólo cine americano?
¿Por qué alguien puede atentar así contra el buen gusto?
¿Por qué un productor puede llegar a financiar una -perdón por la expresión, pero creo que se trata de la palabra adecuada- mierda semejante?
¿Por qué a alguien se le ocurre escribir un guión de tal calibre?
¿Por qué un actor puede rebajarse a trabajar en tal bodrio?
¿Por qué?
¿Por qué?
Nota: Sirva esta crítica como modelo para cualquier película española de finales de los 90 y principios de esta década en la que se encuentren enrolados Santiago Segura o todos los megafreaks que con él han saltado a la palestra y todos aquellos que han tratado de imitar el zafio mal gusto de películas como Torrente o similares.
pich
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6
17 de febrero de 2014
15 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Breaking Bad parte de un planteamiento muy interesante: cómo una persona, aparentemente buena en inicio, puede convertirse en perversa por culpa de la avaricia y la codicia. La anagnórisis interna que desarrolla el personaje es atribuida a una enfermedad que, indefectiblemente, le llevará en poco tiempo al camposanto. Motivado, en primera instancia, por el amor hacia su familia, el protagonista termina por encontrar su verdadera personalidad, después de un acuciado descenso a los infiernos. La anagnórisis que sufre el personaje principal, Walter White, también es experimentada por otros personajes de la trama –aunque con distintos resultados-, como son los casos de su esposa Skyler White o su compañero Jesse Pinkman.
Es precisamente en el plano emotivo y emocional de sus personajes donde Breaking Bad escenifica sus mayores aciertos: las encrucijadas morales a las que se someten sus protagonistas, dan alas a una serie que, más allá de ello, se vale de los peligrosos recursos del artificio, la artimaña, el engaño y la trampa.
Probablemente diseñada como una miniserie de dos temporadas, el éxito sobrevenido a la serie planteó la posibilidad a sus creadores de alargar el descenso de Walter White a los infiernos durante cuatro más. Este apunte no es baladí, pues, a partir de la segunda temporada, la trama sufre un cambio drástico y supone la introducción de una espiral de recursos narrativos muy alejados de la idea original, enfocados a la recreación de momentos álgidos y situaciones que enganchen al espectador a la serie. Este recurso novelesco, muy utilizado en los escritos denominados folletinescos, no parece ilegítimo, pero tiende a restar verosimilitud y empaque al producto.
Como las entregas de dichas novelas folletinescas típicas del siglo XIX, el objetivo de Breaking Bad a partir de la segunda temporada es la de entretener y enganchar al espectador a la trama y es algo que consigue sobresalientemente. Manejando con destreza los tiempos de los diversos clímax, Breaking Bad sacrifica la historia, su verosimilitud y su fuerza narrativa en pos de alargar su vida provechosa y de suscitar un mayor interés del público gustoso de grandilocuentes giros de guión. Y es que, como también ocurría con la gran mayoría de las novelas folletinescas de antaño, los diversos giros, las trampas, los engaños, las cosas que parecen que son pero que en realidad no lo son o si lo son pero de otra forma, desenfocan el resultado, pues es imposible mantener la coherencia y el sentido con este tipo de artilugios narrativos ilusorios. Y lo peor de todo, difumina el mensaje.
Con todo esto no sugiero que las series, novelas o cualquier formato narrativo carezcan de cambios o giros, pero se antoja complicado el que éstos se sucedan en numerosas ocasiones, siempre con cambios drásticos o dramáticos, y que el resultado siga siendo notable. Por ello, cabe resaltar que la mayoría de las novelas folletinescas o las novelas por entregas que se elaboraron en Europa desde finales del siglo XVIII, por muy exitosas que fueran entre sus contemporáneos, hayan acabado en el más profundo de los olvidos. Esto se debe, principalmente, a la calidad final del producto, algo que, como le ocurre a Breaking Bad, deja mucho que desear. Pero cuidado, verosimilitud no significa que algo deba ser realista, significa que lo que me cuenten me lo crea, aunque sea un relato fantástico. En el caso de Breaking Bad, cómo se desarrollan ciertos giros o subtramas de la serie –muchas veces metidas con calzador- no me resultan creíbles. No me convencen.
En definitiva, Breaking Bad es una serie tramposa y engañosa. Se nota que no es un relato cerrado, pensado desde un inicio, con una presentación, un nudo y un desenlace, sino que los creadores sentaron unas bases y a partir de ellas se fueron desarrollando las tramas y las subtramas, sin tener muy claro cómo iban a desembocar en el desenlace (aunque éste si lo tuvieran claro). Esto provoca que muchas tramas parezcan sacadas de la nada, que otras sean completamente inverosímiles, que en ocasiones se reciclen acontecimientos que en un principio fueron guionizados como inocuos –y se nota- y que en otras muchas parezca que soluciones a ciertos problemas en la trama se improvisan.
pich
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6
17 de marzo de 2010
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Monty Python: Almost the Truth - The Lawyers Cut demuestra que no todo lo que lleve el sello de los Monty Python debe ser genial per se. El documental se erige como un tributo megalómano (6 capítulos: ni Los Beatles o Jesús rellenaron tanto espacio!!!) a este magnífico grupo de humoristas británicos. El tono, un poco adulador y pomposo, no parece el adecuado. Por lo demás, no deja de ser algo "interesante" para los muy fans de los Monty Python (entre los que me incluyo). Para el resto, un documental que no interesará de ninguna manera.
pich
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2
27 de marzo de 2009
14 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me resulta complicado analizar una película de Oliver Stone sin dejerme llevar por mi profunda animadversión hacia su obra. Más complicado me resulta hacerlo de una cinta que lleva el nombre de Quentin Tarantino en sus créditos -aunque en realidad él mismo pidió no salir como guionista, ya que repudió la película-.

Oliver Stone siempre se ha considerado a si mismo como una mente preclara del mundo del cine. Se inició, no sin éxito, escribiendo el guión de películas como El Expreso de media noche de Alan Parker o la grandísima Scarface de Brian De Palma. Más adelante, se introdujo en la dirección con cintas de cierta factura técnica como Platoon, Wall Street o Nacido el 4 de julio. Pero no más. Stone decide liarse la manta a la cabeza y envolverse con el halo, alimentado por él mismo, que le rodea y se autoinmola cinematográficamente con títulos realmente prescindibles para la historia del cine como la biografía de Jim Morrison.

Este giro en su carrera cinematográfica hacia el biopic se completa con un par de correctas cintas acerca de los presindetes Kennedy y Nixon y prosigue, sin rumbo, hacia la Cuba Castrista. Allí dirige un par de documentales biográficos sobre el "gran" Fidel y protagoniza escenas dantescas -por lo repulsivo- y ligeramente circenses -por lo patético- con el propio Castro y un "gordo yonki" llamado Diego Armando Maradona.

Más tarde, decide regalarnos una joya: Alexander. Otro biopic. Quizá inspirado por la "grandeza" de Castro, Stone decide trasladarse a otra época y otro lugar y centrar su nuevo filme en una personalidad sólo comparable a la del Comandante, Alejandro Magno. Sin mayor comentario.

Parece que el lema de Stone es: "nunca es tarde para hacer un biopic" y con Bush junior ni siquiera esperó a que se pudriese en su rancho de Texas para hacer: W. Oportunismo, quizá, yo me decanto por la teoría de que ya no le quedaban personajes de quien hacer una película.

Pero lo que realmente, en mi opinión, encumbra a Stone al Olimpo de los directores mediocres es Natural Born Killers. He tratado de enfocar esta crítica hacia lo que considero una muy mala película, que se "opone" a la violencia gratuita haciendo apología de ella. Una cinta que abusa de planos pseudoexperimentales que lo único que produce en el espectador, unido al festival de carne y sangre, es un número ingente de arcadas. A cómo se puede conseguir que el propio Tarantino rechace la película -hasta el punto de desvincularse por completo de ella-. Lo he intentado, pero no puedo.

Muchos se preguntan: ¿Y qué habría sido de Natural Born Killers si la hubiese dirigido el propio Tarantino?, yo más bien me pregunto: ¿y si en vez de Natural Born Killers, Stone hubiese dirigido Pulp Fiction o Reservoir Dogs?

Me entran sudores frios...
pich
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