Un hombre y una mujer que se han querido mucho, se reencuentran veinte años después, cuando la vida ya les ha formado por caminos diferentes. Un café juntos les recuerda lo que fueron, y la nostalgia dará paso a sentimientos encontrados. Película que parece sencilla, pero transmite una gran intensidad de emociones que los actores transmiten magníficamente. Me ha sorprendido y me ha enamorado.

Las películas de cine independiente tienen la cualidad de imprimir un ritmo diferente: el tiempo se hace líquido, las relaciones humanas se intensifican, la luz filtra la realidad. En esta película una chica de 36 y un chico de 27 se conocen, se van a vivir juntos y hasta ahí todo muy común. Las turbulencias en su idílica y chispeante relación aparecen en el momento de abrirse a una nueva vida. Y es que en cuestiones de procreación las ciencias no son exactas y puede que el resultado no sea automático. La cosa se retrasa, ella siente que su reloj biológico apremia, y él sufre por no ser capaz de colmar su deseo de maternidad.
El tema es bastante actual, porque la paternidad se pospone cada vez más y las dificultades para concebir se multiplican. Cuando los meses corren inmisericordes y el niño se hace de rogar ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar para conseguirlo? ¿Es tan fácil que por el camino se nos queden nuestra esencia de pareja y nuestro amor? ¿Somos “usados” el uno al otro para embarazarnos a cualquier precio?
Me gusta mucho él (Josh O´Connor) en su papel: representa deliciosamente la ternura masculina. Sin ser sensiblero es un hombre sencillo que la ama, es responsable y maduro, es un hombre tranquilo y acogedor. Ella (Laia Costa) también interpreta muy bien quién es y qué quiere, dejándose llevar por los deseos del corazón, pero sin caer en lo cursi.

Esta película de cine independiente nos retrata a Carrie (Bel Powley) como una chica demasiado inteligente y directa, a la que le cuesta encajar, pero llena de ternura y calidez a pesar de su carácter indómito. La protagonista domina perfectamente su papel y nos dan ganas de hacernos amiga de ella para participar de sus diálogos, acompañarla a la consulta del psicólogo (papel interpretado finamente por Nathan Lane, que atempera los ánimos de Carrie siempre dispuesta a la confrontación) y conocer a las personas que van entrando casi de puntillas en su vida. Una película para disfrutar con interesantes reflexiones sobre la vida, la sinceridad, la moralidad y las relaciones familiares que marcan a la persona. Muy recomendable.

Película de pocas palabras. Las imágenes son las que hablan, reflejan la inmensidad de lo cotidiano, la profundidad de lo sencillo. Las clases sociales encasillan a las personas en las apariencias, pero la forma de sufrir las iguala, y el cariño y el trato amable les acerca. Película para reflexionar, recrearse en las fotografías en blanco y negro que nos trasladan en el tiempo, y disfrutar del cine tranquilo.

He visto esta película por segunda vez, para darle otra oportunidad, porque en su día no me convenció, pero algo no acabo de ver claro una vez más. La historia de amor entre dos jóvenes que acaba en separación por vivir en países diferentes. La pareja se ve obligada a mantener su relación a distancia, con lo que eso supone: la puerta abierta a quién pueda entrar, el sentimiento de amor que permanece difuminado por los kilómetros que les separan, que el roce hace el cariño...y que así es muy difícil perseverar.
Valorad vosotros, pero creo que esta parejita se deja llevar por los sentimientos y las circunstancias que les marcan un porvenir lleno de altibajos, que podría haberse encauzado con un poco de responsabilidad personal y voluntad. Pero claro, los veinte no son los cuarenta...