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España España · Salamanca
Críticas de SgtPepper
Críticas 1
Críticas ordenadas por utilidad
10
16 de diciembre de 2014
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una puerta desvencijada parece abrirse sola. Arrastra consigo un chirriar vetusto e incómodo, su objetivo no es otro que clavar su cadencia en tu memoria, como los recuerdos más dolorosos y traumáticos: es el sonido seco y metálico de la venganza que va a llevarse a cabo. Tras de ella, se intuye el vasto y árido desierto de Monument Valley. Así se abre paso a través de nuestros ojos esta descomunal ópera fílmica en forma de westerm, titulada “Hasta que llegó su hora”.

El homenaje nada soterrado que Sergio Leone rinde al gran poeta del cine americano, John Ford, queda patente de inmediato. Donde, al final de “Centauros del desierto”, Ford pintó a un héroe en el umbral de su casa, atormentado, condenado a vagar solo, desterrado ya de su figura mítica y enfrentado a un paisaje que ya no le pertenece, Leone, sugiere por su parte un angosto camino a seguir, la puerta entornada sugiere la llegada del héroe, la redención interna que habrá de cumplir mediante la venganza. El marco donde se ubica sin embargo es el mismo, la atmósfera de transición y melancolía de un viejo y salvaje tiempo que está a punto de desaparecer. Último plano y plano inicial unidos por su esencia desoladora. De lo que Ford dispone, Leone propone.

Pero sigamos con esta secuencia hipnótica. Analizar toda la película en detalle sería una tarea inabarcable, propia de una tesis doctoral. Intentaré centrarme en esta primera escena, en la mirada del orfebre, en lo que, subjetívamente, siento al contemplar esta forma de rodar.

A continuación, una mano arrugada marca con delicadeza sobre una pizarra el tiempo de retraso en la llegada y salida del próximo ferrocarril hacia Flagstone. Cada detalle está cuidado al milímetro, nada es gratuito. Una declaración de intenciones en cada plano: los estilizados números que marca el anciano con suma lentitud, su artesanal dedicación, el cariño por el trabajo bien hecho, la tediosa rutina de una vida dedicada a esperar el siguiente tren.

Puede que la banda sonora que compuso Morricone para esta película sea la mejor de la historia del cine. Eso depende de gustos. Está tan sumamente cuidada, tan sutilmente integrada en las imágenes que es imposible no quedarse hipnotizado. Leone pensaba que el sonido era el 40% de la obra. Rodaba a partir de la música. Escuchaba la melodía, pensaba la escena e iba moldeándola una y otra vez hasta alcanzar el grado de perfección que había contemplado en su imaginación. En “Hasta que llegó su hora”, un gran acierto consiste en que cada personaje tiene un tema que lo identifica y que se va desarrollando según avanzan las relaciones entre los personajes, desde la juguetona melodía que acompaña las apariciones del rufián Cheyenne, la inquietante y amenazadora tonadilla de armónica en cada aparición del homónimo personaje de Charles Bronson, hasta la pieza gris y despiadada que acentúa el carácter de Frank (un gran descubrimiento advertir el tono de frialdad que encierra la mirada del buenazo de Henry Fonda)

Sin embargo, para esta primera secuencia, Leone decidió, por recomendación de Ennio, que lo mas adecuado era enfatizan los sonidos naturales que envuelven la amenazante espera. Así, uno tras otro, van superponiéndose dichos elementos, favoreciendo la atmósfera de tensión que impregna toda la escena: una tiza deslizándose sobre el encerado, el molino que no cesa de girar, el pájaro enjaulado, las pausadas pisadas sobre los gastados tablones de madera de la estación, el viento agitando los trajes, el telégrafo, la silla balanceando, la gota del depósito golpeando intermitentemente sobre la cabeza del personaje de Woody Strode, la molesta mosca incordiando sobre el rostro del cabecilla, el crujir voluntario de las falanges preparando el momento del duelo.

Leone sitúa la cámara en una posición absolutamente contemplativa, intercalando grandes panorámicas con primerísimos planos y planos detalle. Para él, el rostro de un personaje es un paisaje más, capaz de sugerir una historia propia, con sus cicatrices, sus pequeñas marcas, la profundidad de una mirada (otro elemento mas que supo digerir de las lecciones de Ford, quien sabía situar toda la fuerza emotiva de sus escenas en la expresividad de las miradas de sus actores).

Así, cada uno de los tres secuaces intenta matar el tiempo a su manera. Sin embargo, ni siquiera el entorno está por la labor. El calor es asfixiante, la atmósfera pesada, los sonidos se intensifican de tal forma, que el espectador se siente parte de esa letanía misteriosa.

Un detalle importante. Imagino al bueno de Leone, en el intervalo de una de sus indecorosas y excesivas entregas a los placeres culinarios ¿Cómo podría hacer que una escena se quedara grabada a fuego, perdurara para siempre en la mente de los espectadores? Pues al detalle. ¿qué quiero mostrar? Un duelo. ¿Cuál es el duelo mas desequilibrado y sin embargo mas molesto para un ser humano? Cuando no puedes deshacerte de una mosca cojonera. Pues con un par, lo planteo, lo desarrollo y creo un clímax y un epílogo insuperable. Cómo olvidar cuando atrapa a la mosca con el cañón del revolver. Insuperable. Cómo no inquietarse ante el macabro placer reflejado en su rostro cuando la escucha intentando liberarse del cañón. Y para rematarlo, engarza el sonido del insecto desesperado, reflejo de su victoria en el nimio duelo, con el agudo y atronador de la llegada del tren a la estación. Sublime.
SgtPepper
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