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Críticas de Víctor Bañeras
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Críticas 26
Críticas ordenadas por utilidad
My Mexican Bretzel
Documental
España2019
7.1
2,321
Documental, Intervenciones de: Ilse G. Ringier, Frank A. Lorang
9
8 de mayo de 2020
93 de 98 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 2010, después de la muerte de su abuelo Frank A. Lorang, Nuria Giménez Lorang se encuentra, rebuscando entre las cosas del difunto, con 50 bobinas de 16mm y 8mm. Están, además, en muy buen estado de conservación y meticulosamente etiquetadas y organizadas. La directora, que no tenía ni idea de la existencia de esas grabaciones, no lo duda ni un instante y decide digitalizarlas para revisar las 29 horas de metraje al completo. Son imágenes caseras de la vida (acomodada) de sus yayos suizos, mayoritariamente de sus viajes y vacaciones entre 1949 y 1968.

Partiendo de dichas imágenes de archivo (en este caso se trata de un found footage verídico) la directora teje un interesantísimo juego de espejos entre «lo real» (¿es correcto hablar de realidad en el cine?) y «lo ficticio» (¿es la ficción otra forma más de realidad?), todo envuelto en forma de (¿falso?) documental.

Lo que al principio se nos dice que son “extractos del diario de Vivian Barrett” es en realidad un guion elaborado a posteriori por la propia Nuria Giménez. En este sentido es muy interesante cómo logra convertir en actores, a partir del archivo casero, a sus propios abuelos ya muertos hace años. El poder del montaje en todo su esplendor: Frank y Ilse están en efecto interpretando (en 2019) a Léon y Vivian, cuando en el momento de registro de las imágenes (años 40–60) simplemente estaban grabando sus vacaciones… Claramente no estaban actuando como Léon y Vivian entonces, pero ¿estaban de todas formas interpretando una versión de sí mismos por la presencia de la cámara? El visionado de My Mexican Bretzel me parece muy estimulante porque afloran constantemente meta–juegos y cuestiones conceptuales de este tipo.

¿Cómo catalogamos esta obra entonces? ¿Ficción? ¿Documental? ¿Las dos y ninguna?

Creo que al fin y al cabo My Mexican Bretzel es un apasionante aparato formal que se mueve en el entorno de la autorreflexión: el concepto de cine en sí y concretamente de la supuesta “mayor verdad” que se atribuye a los documentales frente a la ficción. Es un ejercicio algo enrevesado, pero creo que de gran inteligencia: utiliza imágenes caseras / documentales / “reales” para, a través de ellas, narrar una ficción completamente inventada (también con la intención de parecer “real”), que en el fondo acaba constituyendo un relato tremendamente verosímil, y que a su vez, no sólo nos habla de los pensamientos e inquietudes de esta señora (conceptualmente ficticia pero representativamente real) a lo largo de los años 40–60, sino que el relato es perfectamente extrapolable a las cuestiones matrimoniales de muchas de las mujeres de hoy en día.

Creo que la frase con la que se inicia la película, “La mentira es otra forma de decir la verdad” (también de un inventado Paravadin Kanvar Kharjappali), resume perfectamente la tesis de la cinta. La autora comenta en una entrevista que hasta qué punto puedes decir que una filmación casera o un diario personal son reales, son verdad, si existe en ellos un proceso de selección y manipulación. “Es la misma mentira que si te inventas algo desde cero…”

En definitiva, creo que My Mexican Bretzel constituye un perfecto ejemplo del poder de significación y resignificación que puede llegar a tener cualquier tipo de creación, pero en especial el montaje cinematográfico.
Víctor Bañeras
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6
8 de octubre de 2017
61 de 76 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Toc Toc" es una película lo bastante fresca y amena como para pasar un buen rato, pero sin más pretensiones. Parte de una idea base muy divertida: seis enfermos de TOC juntos en una misma habitación que, aparentemente sin mediador, se irán ayudando mutuamente para superar sus trastornos.

Ahora, si bien las bromas resultan lo suficientemente graciosas al principio del film (aunque sean de lo más fáciles y bobaliconas), al poco rato se vuelven repetitivas en exceso y por momentos diría que hasta irritantes... supongo que en parte el director buscaba eso cuando confeccionó a sus personajes.

Aun así creo que la película acaba resolviéndose bastante bien. La "intriga" generada en el espectador por saber quién es el terapeuta, pese a no suponer una gran revelación, deja buen sabor de boca sobre todo a aquél que va a ver "Toc Toc" sin esperar mucho de ella.
Víctor Bañeras
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6
1 de enero de 2018
51 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me cuesta admitir que la película me ha gustado bastante menos de lo que esperaba. Tampoco voy a engañarme a mí mismo: me agrada y me interesan mucho tanto el tema que aborda como el personaje principal (que, de hecho, aquí vendrían a ser lo mismo). No obstante, creo que la ejecución de la idea acaba convirtiendo la película en un producto demasiado convencional.

El personaje que encarna James Franco (papelón que se marca, por cierto) es complejo, llamativamente misterioso (¿de dónde es? ¿de dónde saca el dinero? ¿cuántos años tiene?) y cuenta con un arco bien trabajado: pasa de ser un ignorante de sí mismo (cree firmemente que es un artista incomprendido) y de querer materializar un sueño prácticamente irrealizable, a la consecuente realización de este (con muchas tomas y millones de por medio) con un resultado inesperado. Es así como logra, al final de la película, la autoconciencia. Ahora sabe quién es realmente Tommy Wiseau.

Digamos que “The Disaster Arist” prácticamente se ve sola. Tiene un ritmo ágil, remarcables actuaciones y su ameno enclave cómico (hacía tiempo que no oía tantas risas unánimes en una sala de cine) esconde, en realidad, un trasfondo más trágico de lo que aparenta en la punta del iceberg.

Sin embargo, tanto la historia que ha usado James Franco para contarnos qué se escondió detrás de “The Room” como su apartado técnico, su “look”, parecen demasiado “hollywoodienses”, por así decirlo. En primer lugar, los altibajos de la relación Tommy-Greg, por ejemplo, creo que ya los hemos visto en numerosas ocasiones: un choque de antítesis que resulta unas veces beneficioso para ambos y perjudicial otras tantas. En el apartado del guion tampoco falta el clímax "happy ending" de lagrimilla con planos cortos y enaltecimiento de los protagonistas, pero es que tampoco podemos pedirle peras al olmo. Y en segundo lugar, pienso que el apartado visual peca de luminoso, tiene una apariencia demasiado “instagramer” (supongo que, en parte, para que los gags funcionen mejor). Si nos fijamos en la historia y sus personajes principales, en la mayor parte del relato, tanto Tommy como Greg no son más que dos pobres fracasados con una ilusión que se intuye fallida ya desde el momento en que se formula. Si me plantas un plano de las luces de Los Ángeles con un hit popero sonando a toda castaña, yo lo siento, de verdad, pero no me lo creo.

Pero bueno, que esto no enturbie mi juicio final. Pienso que es una gran película que cuenta con numerosas virtudes y que, por tanto, la aclamación de crítica y público es merecida. Simplemente, hoy he tenido la mala suerte de cogerla con mal pie.
Víctor Bañeras
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8
4 de octubre de 2018
29 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Admitámoslo: los autoproclamados “cinéfilos” enfundados en la franja millenial de la edad no podemos resistirnos a Gaspar Noé. Cuando la noticia del último estreno del galo llega a nuestras manos, el cerebro no tarda en accionarnos el mecanismo de la atracción inmediata. Rupturismo formal y provocación desvergonzada: ¿qué más puedes ofrecerle a un chaval que acaba de empezar a ver cine “en serio”?

Bajo los planos cenitales y la colorida estética visual a la que nos tiene acostumbrados, Noé nos expone esta vez una tesis, significativa cuanto menos: la vida en diversidad y/o colectivo es inviable en nuestros estándares de sociedad. “Vivir es una imposibilidad colectiva”, nos dice un título que ocupa toda la superficie del rectángulo. Con tal de trabajar esta idea, el lenguaje cinematográfico del director en Climax destaca como nunca.

Pero vayamos por partes. En la película se identifican dos tratamientos formales muy diferenciados. Por un lado tenemos los planos estáticos de las entrevistas y de las conversaciones del principio de la fiesta. En otras palabras, cuando los personajes están aislados de los demás por medio del corte (o como mucho emparejados por etnia, sexualidad o familia) domina la tranquilidad y el equilibrio. Noé aprovecha estas escenas de diálogo (prácticamente las únicas) para sembrar una mínima información sobre los personajes.

Por otro lado, en cambio, tenemos los famosos planos secuencia, dinámicos y repletos de virguerías técnicas, en los momentos de coreografías de baile y de representación de los efectos de la droga. Esta vez, pero, el movimiento de la cámara se encarga de agrupar a varios de los personajes en un mismo cuadro, o bien, de desplazarse fluidamente de uno a otro. Tanto el baile racional como el éxtasis irracional de la droga suponen momentos de euforia colectiva, o sea que para Noé, el clímax es capaz tanto de conectar a la gente (baile) como de destrozar vidas (droga) al mismo tiempo.

A través del recurso de la toma larga, la música incesante, la interpretación histérica y la iluminación heterogénea, el director nos irá sumiendo en una espiral de clímax orgiástico y alucinógeno hasta que, finalmente, la imagen se tinte de rojo sangre y la cámara voltee a los personajes del revés para traspasarlos al inframundo.

El mensaje es claro: el infierno somos nosotros.
Víctor Bañeras
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Unidos
Estados Unidos2020
6.8
15,765
Animación, Voz: Chris Pratt, Tom Holland
7
11 de marzo de 2020
21 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como en las películas anteriores de Pixar (y de la vasta mayoría de todo Hollywood) la estructura de Onward sigue sometida a la receta formulaica de los manuales de guion (sin duda ejecutada de forma impoluta, así que demérito ninguno). El arma de Chéjov reluce como nunca (o mejor aún, como siempre), sacando provecho ulterior de absolutamente cada una de las unidades de información que la película siembra en el espectador. Es lo que pasa cuando puedes permitirte a 22 personas trabajando únicamente en la elaboración y supervisión del guion, que salen máquinas tan bien engranadas y precisas como esta. Y aunque sus mecanismos estén completamente al descubierto, siempre es placentero observar un artilugio que funciona bien, que cumple con el objetivo para el que ha sido diseñado... incluso cuando ya hemos visto tropecientos aparatos más que operan de la misma forma.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Víctor Bañeras
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