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Django sin cadenas

Western En Texas, dos años antes de estallar la Guerra Civil Americana, King Schultz (Christoph Waltz), un cazarrecompensas alemán que sigue la pista a unos asesinos para cobrar por sus cabezas, le promete al esclavo negro Django (Jamie Foxx) dejarlo en libertad si le ayuda a atraparlos. Él acepta, pues luego quiere ir a buscar a su esposa Broomhilda (Kerry Washington), esclava en una plantación del terrateniente Calvin Candie (Leonardo DiCaprio). (FILMAFFINITY) [+]
Críticas 643
Críticas ordenadas por utilidad
8 de enero de 2013
710 de 1157 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues, la verdad, le resulta a uno raro tener que ponerle los pies en el suelo a tan elogiosas críticas.

Es una película que contiene escenas geniales, una por una; cuyas actuaciones son todas absolutamente magistrales; cuyos diálogos encierra cada uno pequeñas joyas (ver spoiler para glosa de todo esto); con una fotografía y una dirección absolutamente deslumbrantes, marcas de la casa.

Pero, a diferencia de la muy reciente "Malditos Bastardos" (que, de otras anteriores suyas, ya ni hablamos), que al menos era irreverente y muy original, y que daba para unas cuantas preguntas, al terminar de ver Django Desencadenado, muy bien puede el espectador decir: "Muy entretenido: ¿Y qué?"

Si estuviera dirigida por Peter Smith, nos parecería resultona y simpática. Como viene con la marca de Fábrica de Tarantino, le damos automáticamente nuestra complacencia con notas elevadas.
No obstante, en su reverso también sucede lo contrario: a Tarantino, a su genio (manifiesto sobradamente en esta película, como en todas las suyas) se le exige mucho más, viendo lo que pone en juego de arte cinematográfico. Por eso le otorgo un 5, en vez del 6 que se merecería. Porque la película en sí misma destila oro, y al final el resultado parece endeble cual hojalata, por sus excesos.

La última media hora es un desastre metido con calzador, se mire como se mire. Los geniales hallazgos se diluyen. El gozo inicial (qué inmensos 30 primeros minutos) queda aminorado y hundido.

Esto no es Clint Eastwood. Ni John Ford. Ni Peckinpah. Ni Kurosawa. Ni Hawks. Aquí no hay lecturas sobre la naturaleza humana. Ni siquiera enterradas entre la trama, que era la baza de los maestros. Éstos siempre tenían algo de verdad que decir. Aquí no.
Aquí hay absoluto vacío envuelto en perfecto papel de celofán. No se merece más de un 7, a mi entender.

Es una lástima que tantísimo talento, tanto genio, se enrede en sus amaneramientos.

Que su talento innato sin par esté al servicio de una estética huera y amanerada.


Y que esta crítica sea necesariamente impopular. :P

(Pero lean los spoilers antes de votar, sean caballeros)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Javicaysa
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12 de enero de 2013
342 de 454 usuarios han encontrado esta crítica útil
1. Hasta que llegó su hora

Muchos consideran que a Tarantino le llegó su hora en “Kill Bill”: la suma de referencias, el pastiche de tonos y la división del tomo-cinematográfico-pop-oriental convirtió la pieza mutante en un inmediato controvertido objeto de culto. Sabe que no puede sorprender ya al espectador con originales estructuras narrativas y sus últimas referencias eran demasiado evidentes. Ahora ha decidido iniciar una nueva andadura marcando cimas dentro de géneros explotados para reinventarlos bajo su estilo, con forma de superproducción y mandato de serie B. ¿Se ha hecho alguna vez una película bélica ambientada en la Segunda Guerra Mundial que hable del nazismo como “Malditos Bastardos”? ¿Veremos un western que narre la esclavitud en EEUU como “Django desencadenado”?

Tarantino siempre ha conseguido dejarse balas en la recámara, apartar proyectos malditos y reconvertirlos pasado el tiempo en afiladas y letales balas que salen de la pantalla dispuestas a quebrantar nuestros corazones. Esta vez parece quitarse la espina de la adaptación de ‘40 Lashes Less One’ de Elmore Leonard y enfrentándose a su eterna constante en su propio género: Sergio Leone. Finalmente “Django desencadenado” es puro Leone y puro Tarantino, pura pólvora incandescente prendida por la llama de Peckinpah, la auto-parodia-y-referencia y empapados de sangre de subgéneros. Es ese maldito y bastardo revolver cinematográfico que ansiaba la revalorización del género. Pura e impecable dinamita capaz de jugar con fuego y la anarquía, con el exhibicionismo y la versión extendida, con la brutalidad y el exceso, con la reinvención histórica y la apropiación.

2. Blax-spaghetti–tarantino-ploitation

El director de “Malditos bastardos” siempre se ha sentido muy cómodo dentro de subgéneros bajo esquemas y estructuras clásicas. “Django desencadenado” está marcada por el lado más salvaje e hiperbólico para retratar el pasado sanguinario y violento del pueblo norteamericano. De nuevo existe un triunfo al aunar la elegancia, precisión y monumentalidad clásica fordiana con la originalidad, provocación y radicalidad del cine más alternativo desde Leone hasta el blaxploitation.

La blasfemia excesiva desmigaja la cultura americana y a través de la ofensa y la violencia establece un espejo aparentemente distorsionado pero realmente esclarecedor. Aquí los negros montan a caballo y bailan sobre la tumba de John Wayne. Aquí pasamos de los llaveros de Pussy Wagon a las Muelas del Dr. King Schultz, de Ennio Morricone a mash-up musical referencial y contemporáneo. Aquí se muestra una historia visceral y extrema, que profana lo sagrado para reinventar la leyenda aria de Sigfrido y triturarla por el blaxploitation para obtener un recital de venganza y desenfreno. Todo un baño de sangre y de cine desde la idealización de Broomhilda hasta sus constantes clímax fragmentados en capítulos. Tarantino es el Yasuzo Masumura y el Seijun Suzuki de nuestro tiempo. Ódiale o ámale, pero jamás podrás ignorarle. Blanco, negro y rojo son los colores de su nueva bandera. Django, su héroe portador… Y recuerden, la ‘D’ es muda… pero sus aplausos no.
Maldito Bastardo
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10 de enero de 2013
308 de 462 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tanto tiempo siguiendo la filmografía del bueno de Quentin me ha servido para reafirmarme en la idea de que al "enfant terrible" del cine independiente americano ya no le apetece hacer películas con mayúscula, ya no le divierte. Ahora prefiere hacer entretenimiento puro y duro, muy bien hecho además. Prefiere invertir el talento y la desbordante creatividad que otrora mostró con inigualable estilo, en "collages" como el que nos ocupa, descuidando e incluso me atrevo a decir que despreciando su anterior concepción del cine. Uno tiene la sensación de que Tarantino se ha cansado de aquél Tarantino del que se esperaba algo fresco y único, se ha cansado de levantar expectativas y verse obligado a cumplirlas y parece haber encontrado una fórmula que divierte tanto a incondicionales como a sí mismo.

La tan esperada incursión en el "spaghetti" del eterno admirador del "spaghetti" no es ni una visión personal de aquella celebrada reinterpretación del western, ni un homenaje. Homenaje al "spaghetti" son las perlas que el propio director angelino introducía en sus Kill Bills y aquellas que inundaban su última película. Eran detalles, guiños que con cierta elegancia introducía puntualmente en historias fuera de contexto. Y eran de agradecer. Las referencias en directores con estilo nunca sobran.
Lo que Tarantino perpetra en Django desencadenado es un homenaje a sus propios homenajes. No sólo los referentes al propio "spaghetti western", si no el excesivo subrayado sangriento de cada disparo que nos remite a su gusto por la serie B y a su pasión por "lo japo". Uno asiste a una sucesión de lugares comunes tarantinianos, que sólo generan complacencia en su público, que asiste adulante a cada tic, a cada guiño, a cada gesto de complicidad. Tarantino ya no homenajea al cine, ya no muestra sus influencias. Se limita a centrifugar sus propias manías y a compartirlas en pantalla con aquellos que pasaron de disfrutar con su cine inicial a disfrutar con su persona.

Dio un giro con Kill Bill, se centró en el "siempre quise hacer una peli de japos", pero aquello seguía siendo una película en sí misma. Hizo lo propio con Grindhouse aunque con horroroso resultado. Y lo que parecía ser un alto en el camino con Malditos Bastardos parece la continuación de una senda que uno no sabe muy bien hacia donde lleva, salvo al interior de Tarantino.

La película es entretenida, aún siendo larga como un domingo de resaca sin novia. Es visualmente estimulante, tiene un argumento bien llevado, mantiene cierta tensión aunque llega un momento en que lo formal se merienda al trasfondo. Está muy bien interpretada, especialmente por Waltz y DiCaprio. A ratos bien musicada y a ratos atrozmente. El anacronismo es gracioso cuando no se abusa de él pero...¿Hip hop y Morricone? Por dios bendito Quentin, frena un poco con la fusión que me entran ardores.
A partir de la primera media hora, tuve la sensación de estar viendo Malditos Bastardos en el Oeste. No por argumento, no por guión, no por contexto. Pero es la misma estructura, la misma idea. Tarantino reescribe la historia, again.
Escoge dramas históricos, auténticas tragedias colectivas e inflige la venganza pertinente. Frivoliza, gamberrea, ridiculiza. A algunos les parece una falta de respeto, a mi me parece que el que el que se tome esto en serio simplemente tiene ganas de gresca. Si en la anterior cinta fueron los nazis, ahora son los esclavistas.

Yo te perdono por lo que fuiste, porque me caes bien, porque ver cada nuevo parto nunca es una pérdida de tiempo, pero amigo, deja de mirarte el ombligo, levanta ese divino mentón y vuelve a hacer pelis, que talento te sobra, crack.
Josey Wales
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6 de enero de 2013
215 de 303 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quentin lo ha vuelto a hacer... Nos propone un género cinematográfico obsoleto en los tiempos que corren y lo adapta a su manera de ver el cine, a su manejo de escribir guiones sobresalientes y con una puesta en escena como nos tiene acostumbrados este excepcional director (quizás el mejor de su generación).

Sin tapujos, nos encontraremos ese toque "Tarantiniano" que hemos visto otras veces en sus producciones ('Kill Bill', 'Pulp Fiction', 'Reservoir Dogs') en el salvaje Oeste. En una trama sorprendente a lo largo de la película, con unos personajes muy bien desarrollados y elaborados que te meten de lleno en el papel que desarrollan en la aventura. Mención especial a Christoph Waltz ('Malditos Bastardos'), otro papel secundario a las órdenes de Quentin que lo borda como ya hizo en su momento como almirante nazi. El elenco principal de personajes es sublime. Leonardo DiCaprio, Samuel L. Jackson y sobre todo el espectacular Jamie Foxx en el personaje clave (Django) nos dejan con un sabor de boca excelente después de visionar sus interpretaciones.

Técnicamente la cinta es una pasada. Fotografía, decorados, montaje, planos fijos y exteriores, desarrollo del guión y la trama... Todo raya a un nivel increíble. Con escenas extraordinariamente bien realizadas, como tiroteos, partes de tensión por efectos del guión y algunas líneas del mismo de una coherencia, nitidez y potencia que tumbaría al mejor guionista de Hollywood. Quiero hacer especial hincapié en la música, excelentemente insertada dentro de cada escena, acorde con el tipo de plano que nos muestra Tarantino.

Lo mejor de la película podemos encontrarlo en la escritura de su guión, en los planos delicadamente compuestos, en la introducción de la música en las escenas, en la intensidad de su desarrollo y en la interpretación de un gran elenco de actores dirigidos por un gran maestro. La película puede ser un homenaje a los mejores Western de la historia (dirigidos por leyendas como Sergio Leone o John Ford), pero adaptados a la era moderna del cine y con el toque tan peculiar que plasma Quentin en todos sus largometrajes que tantos seguidores consigue arrastrar a las salas de cine.

Conclusión: Estamos hablando de una obra grandísima en todos los aspectos, quizás lo mejor del año y lo más grande que se ha hecho en el género del Western desde 'Sin Perdón (Clint Eastwood, 1992)'. Ignorando pequeños detalles que se pueden encontrar en su desarrollo, una obra cumbre en el cine de Quentin Tarantino.
Paco Garrido
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8 de enero de 2013
155 de 200 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya le metió mano al nazismo, ahora tocaba el racismo y la esclavitud. Spike Lee, el defensor del pueblo afroamericano, el que decide quién puede y quién no puede hacer películas sobre negros, el que ve racismo en un código de barras y el ocasionalmente director de buenas películas, la ha puesto a parir. ¿Qué quiere decir esto? Que es excesiva, visceral y que tanto blancos como negros intercambian balazos.

No controlo mucho de western, no sé si Quentin ha respetado sus códigos o se ha cagado en ellos. Yo lo que sé es que son dos horas y media de puro cine, una masterclass de dirección y una lenta (como siempre) sucesión de escenas memorables, además de una inmejorable ambientación.

Está película podría haber sido de 10 si no fuera por la última media hora, cuyo aspecto impovisado pudo ser debido a los problemas que tuvo Tarantino antes, durante y después de la producción. Nos hemos perdido a un personaje que intrerpretaría Kevin Costner y posteriormente Kurt Russell. Nos hemos perdido a Joseph Gordon-Levitt, ya que el chaval quiere hacer sus pinitos en la dirección. Y nos hemos perdido a Sacha Baron Cohen, que no había hecho suficientes payasadas promocionando El Dictador.

A Tarantino habría que darle un Nobel (aparte de algún Oscar, pero eso es otra historia) por descubrir a Christoph Waltz. Qué clase, qué talento, qué actorazo nos hemos estado perdiendo durante años. Suya es la función durante la mayoría del metraje. Luego está el DiCaprio más irreconocible de la historia, que se marca un papelazo como villano. Samuel L. Jackson se lleva el mejor personaje y no lo desaprovecha, su mejor actuación en lustros. Y también está Jamie Foxx, que al pobre le toca ser protagonista, personaje que Quentin no ha mimado tantos como a los secundarios. De hecho, me la repanpinfla él y su churri, yo solo quería más escenas de Christoph y Leo.

No me extiendo más, las dos primeras horas se pasan voladas, con un prológo genial que el maldito trailer se ha encargado de destriparnos y con un Waltz comiéndose la pantalla a bocados.

La escena del Ku Klux Klan de mercadillo merece capítulo aparte. Sublime.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sodapop
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