Oso polar

Durante la semana nacional de cine mexicano en tiempos de confinamiento, la fuerza obtenida del más reciente canal del estado —el 14—, donde la libertad de expresión es tácita y la expresión cultural encuentra ese espacio necesario que permite al televidente tenga a disposición la vieja y actual oferta del cine nacional, se proyecta «Oso polar», filme contemplado para la transmisión en este festejo anual del día del cine mexicano.

Un título con una propuesta que trata de innovar y de suficiente garra narrativa, con una tercia de personajes al interior de un carro modelo 82 y con ciertos desajustes, Tobar da rienda suelta a toda a la trama con suficiente mala leche entre sus pasajeros —que convocados para una fiesta de reencuentro—, emprenden una road movie que evidencia la intolerancia que se tienen y como una pequeña muestra de una sociedad a disgusto que arrastra su pasado con malsabores y muchas frustraciones

Humberto Busto y Verónica Toussaint se encargan de llevar la batuta —a ella le vale el Ariel de 2017—, debido a una interpretación medida con de un personaje como Flor, una mujer agresivo-pasiva y clasista que emplea la invitación para escapar del entorno de responsabilidades que le aqueja. Por otro lado está Heriberto, un hombre prudente y contenido que dispuesto a pasar una buena tarde con ellos, pero que topa una vez más, con la toxicidad suspendida por el tiempo y la distancia que pondrá a prueba su tolerancia durante el recorrido.

El Road movie citadino se encuentra bien argumentado y montado en idas y regresos en tiempos, con una banda sonora alternativa que suena bien y pauta a los movimientos del director con muchas posibilidades para trascender con historias bien desarrolladas e hiladas.

No defrauda.

La mayoría de los que vimos la película sabíamos que su principal atractivo era la forma en que se filmó. En mi opinión, funciona. Pero la historia, también. Esos "amigos" del protagonista lo molestan a él, me molestan a mí, como espectador. En Humberto Busto podemos ver la incomodidad, sentimientos reprimidos, ¿rabia?. En el caso de Verónica Toussaint, conocida como conductora, comediante, siempre me ha parecido que su mirada refleja un destello de tristeza. Pues aquí, a pesar de las características de su personaje, le va perfecto. Y el director, Marcelo Tobar, demuestra un talento que ojalá podamos continuar viendo en el futuro.

Marcelo Tobar, realizador de la interesante ‘Asteroide’, se consolida como narrador de historias con su tercer largometraje ‘Oso polar’, ganador del reciente Festival de Morelia.

Heriberto (Humberto Busto), pasa a recoger a Trujillo (Cristian Magaloni), un ex compañero de la primaria con quien irá a una fiesta donde se reunirán con sus compañeros de aquella temprana y lejana época escolar, conduciendo un viejo y destartalado Ford, herencia de su madre.

Trujillo le comenta a Heriberto que además deberán pasar por otra compañera, Flor (Verónica Toussaint), madre soltera con dos hijos a quienes deja al cuidado de su madre, con quien vive, y ya los tres deberán cruzar la Ciudad de México recorriendo sus calles donde la memoria de aquellos tiempos creará momentos de tensión y traerá no muy gratos recuerdos, sobre todo para Heriberto.

La nueva película de Tobar transita diversos estados durante su narración, siendo una especie de road movie citadina, donde los personajes permanecen en constante movimiento y casi siempre dentro del auto, 3 personajes bien delineados que permiten que las diferentes temáticas que van saliendo en el recorrido del relato y confluyan.

Por un lado está Heriberto, desempleado, ex seminarista y poco expresivo, pero con una memoria poderosa que gusta de grabar todo con su celular, caminos y recuerdos dice, Trujillo, típico eterno adolescente y marrullero y Flor, quien escapa de casa y su familia para recluirse en el alcohol que saca su verdadero yo, una mujer clasista y racista, donde de a poco desvelan el pasado donde estos últimos sometían a Heriberto a un constante abuso donde lo mínimo eran los varios apodos que le tenían dedicados.

El relato avanza progresivamente, logrando justificar el registro realizado con teléfonos celulares de alta gama al mostrar a Heriberto grabando todo y mostrando algunos de esos momentos, (alguno no del todo justificados como el recuerdo sexual de su etapa seminarista), y llevando todo a un clímax si acaso algo tremendista y escabroso, pero que no le restan mérito a una sólida película que cuenta con varias virtudes que van mucho más allá de ser la primera película mexicana realizada con un teléfono inteligente.

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