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El discurso del Rey (2010)

El discurso del Rey
118 min.
7.4
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Sinopsis
El duque de York se convirtió en rey de Inglaterra con el nombre de Jorge VI (1936-1952), tras la abdicación de su hermano mayor, Eduardo VIII. Su tartamudez, que constituía un gran inconveniente para el ejercicio de sus funciones, lo llevó a buscar la ayuda de Lionel Logue, un experto logopeda que intentó, empleando una serie de técnicas poco ortodoxas, eliminar este defecto en el habla del monarca. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Histórico Biográfico Años 30 Basado en hechos reales
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Reino Unido Reino Unido
Título original:
The King's Speech
Duración
118 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Reino Unido-Australia;
Grupos
Corona británica
Links
Premios
2010: 4 Oscars: Mejor película, director, actor (Colin Firth) y guión. 12 nominaciones
2010: Globos de Oro: Mejor actor (Firth). 7 nominaciones, incluyendo película drama
2010: 7 Premios BAFTA, incluyendo Mejor película y actor (Firth). 14 nominaciones
2010: Festival de Toronto: Mejor película (Premio del Público)
2010: Círculo de Críticos de Nueva York: Mejor actor (Colin Firth)
22
16
Positiva
5
Neutra
1
Negativa
7
Logue Save the King
Fíjese en esos planos de un micrófono en el arranque de “El discurso del rey”. En el aire que otorga Tom Hooper arriba, a la izquierda y derecha, como coordenadas de aquello que vamos a ver. Esos planos se repetirán sobre Lionel Logue, un socarrón e insolente terapeuta de trastornos del habla, interpretado por un genial Geoffrey Rush y, sobre todo y en concreto, en todo lo relativo al personaje principal: Alberto Federico Arturo Jorge de Windsor, más conocido como Jorge VI o Bertie para los amigos.

Fíjese en el papel que adorna y completa el fondo y paredes de los planos anteriores. La evolución del mismo, su tonalidad cada vez más clara desde esa destartalada, quebrada y rota pared en el despacho de trabajo Lionel hasta el del hogar y un último recubrimiento protector sobre el lugar donde se va a realizar el discurso. Esa minuciosidad en la puesta en escena, como esa absorbente niebla que dispersa la unión y amistad como funcional anticlímax, es una de las claves para comprender el progreso de un paciente que se transforma en amigo y que, finalmente, se convierte y hace Majestad.

Más allá de una sport movie o show movie de preparación mediante ejercicios cómicos, singulares y chocantes, por razón del ritual ‘Pigmaliónico’ y la regresión psicológica-freudiana, “El discurso del rey” supone una antítesis en la consecución de objetivos de su protagonista. Por un lado, tiene que intentar dar un discurso sin tartamudear que le convierta en un líder en tiempos adversos. Eso supondría un triunfo personal, aplausos y la edulcorada fraternización habitual del género. Pero por otro lado, llega el drama: el discurso trata sobre la entrada de Inglaterra en un conflicto bélico de dimensiones mundiales. Esa interesante dicotomía sobre un héroe que no quiere ni pretende serlo supone un alejamiento sobre ciertos estándares trillados y un acercamiento a la humanización monárquica vista en exitosas cintas como “The Queen” (con Oscar para su actriz principal y reclamo a la corona para papá en la ficción).

El contrapunto a lo dramático lo ejerce la comedia voluntariosa por ver a un Rey espetando tacos, cantando y haciendo ejercicios dignos de la mejor funambulesca. No se engañen porque su éxito en Toronto y en las decenas de premios que va a recoger se debe a factores clave que van desde su humildad en el presupuesto (quince millones de dólares), la punzante melosidad de los diálogos en un libreto notable, la expresiva propaganda revolucionara que comenzaría con la radio y el cine hasta un sutil y atenazado contexto histórico con un Eduardo VIII con tendencia por el exceso, las mujeres doblemente divorciadas y suaves, sedosos y sinuosos claveles nazis de florero.

Colin Firth y Geoffrey Rush están tan soberbios que la abdicación como rendición por parte de sus competidores está perdonada con la amnistía. Lo hacen tan bien que hasta John Lydon de los Sex Pistols, después de ver la película, hubiera tartamudeado al cantar ‘God Save the Queen’.
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199 de 237 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Provoca más satisfacción que deslumbramiento
Si esta película hubiese sido ejecutada por cualquier otra nacionalidad, podría acusársele de pretenciosa y de buscapremios, pero como es inglesa y se da el caso que estas películas los ingleses las hacen como el que se pone una camisa Harvie & Hudson hecha a medida en la mejor tienda de Oxford Street, nos hallamos ante un claro ejemplo de drama de época británico serie media.

Por supuesto los dramas británicos de época ya cuentan con seis estrellas de base en la puntuación, porque siempre reúnen tres requisitos indispensables para una buena película: actorazos de caerse de espaldas, ambientación de caerse de espaldas y una historia que en manos americanas hubiera provocado una debacle del kleenex en todas las multisalas, pero que siendo inglesa, invita más bien a enjugarse discretamente una furtiva lágrima con un pañuelo de encaje.

"El discurso del rey", tan afín a la apreciable "La locura del rey Jorge" narra los acontecimientos que provoca la abdicación de Eduardo VIII en favor de su tartamudo hermano Jorge VI. En realidad lo narrado no va más allá de una anécdota histórica: el rey tartamudo contrata a un especialista del habla con cuya ayuda consigue salir más o menos del paso el día de su coronación y gracias al cual consigue ejecutar uno de los mayores retos de su vida: dar un discurso completo el día que Inglaterra le declara la guerra a Alemania. Una se pregunta si teniendo el rey este problema y no existiendo televisión por aquellos momentos, no hubiese sido más sencillo que un "negro" de voz le hiciese el papel a través de la radio; pero según la película, Jorge VI fue un tío legal y se las vio y se las deseó para poder dar él mismo sus propios discursos.

Resulta admirable que en una película cuyo tema central es el habla, se preste tanta atención al lenguaje visual como al lenguaje oral, evitando la tentación de lo teatral, tan cara a la cinematografía inglesa. Además los rostros de Colin Firth (qué mirada más angustiada y angustiosa) y de Geoffrey Rush convierten en innecesarias las explicaciones. Dos grandes actores que se bastan por sí solos para dar vida a la función y bien arropados por un excelente reparto en el que destaca una enamorable Helena Bonham Carter y el majestuoso Michael Gambon como el padre del rey fallido y del rey tartaja.

Mucha calidad y poca sorpresa para un discurso del rey que veremos si en los próximos meses se transmuta en un discurso de Oscar.
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110 de 115 usuarios han encontrado esta crítica útil
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