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Elena y los hombres (1956)

Elena y los hombres
95 min.
6.6
678
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Trailer (FRANCÉS)
Sinopsis
Antes de la I Guerra Mundial (1914-1918), Elena (Ingrid Bergman), una bella princesa polaca, se enamora en París de un político francés, miembro de un partido radical, y de un general. Al mismo tiempo, un oficial suspira también por el amor de la princesa. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Comedia Romance Comedia romántica
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Francia Francia
Título original:
Elena et les hommes
Duración
95 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Francia-Italia;
Links
8
Los hombres de Félix
Algunos placeres, como la lectura, se degustan en solitario. En otros, como el fútbol, es la masa enfebrecida la que conforma una espiral de sensaciones. El cine, como el catolicismo, nació para ser vivido en comunidad, pero no creo ser nostálgico ni injusto si afirmo que ir al cine ya no es lo que era.

En las últimas décadas, seguramente desde la aparición del vídeo, muchos espectadores confunden sala con salón; a saber: el ruido ambiental antes de la proyección, entre charlas en alta voz y crujir de palomitas, se asemeja a un restaurante en hora punta. Hay quien, quizás como reminiscencias de antiguos hábitos burgueses, considerara aumentada su reputación si accede al recinto diez minutos después de empezada la película, obligando así a algunos a levantarse respetuosamente a su paso. Muchos están tan pendientes de sus obligaciones que no olvidan no desconectar el móvil, e incluso los más responsables mantienen agradables conversaciones cuando éste suena. Y, si uno tiene la extraña fortuna de coincidir con un grupo de adolescentes en celo, sus risitas y aullidos superan con creces la potencia de los altavoces, aunque, eso sí, obtiene a cambio valiosa información para un tratado sobre semiótica cachonda.



Es por eso que, cuando mis amigos del Cineclub Serrano de El Escorial me invitaron a ver con ellos "Elena y los hombres", me sentí inmerso en un feliz anacronismo, una arcadia cinéfila donde el punto de encuentro volvía a ser ese templo sagrado para el goce artístico. En feliz comunión de risas sincronizadas, disfrutamos de lo lindo con esas persecuciones vodevilescas que tanto recuerdan los momentos más jocosos de "La regla del juego", con el ritmo trepidante y sin pausa que impone Renoir, con la belleza irresistible de Ingrid Bergman, con la farsa bajo la cual se agazapa, sin estridencias, una sátira no feroz pero sí sagaz sobre la política, la guerra y el amor, siempre jugando entre la representación y la realidad: aunque no supere "La carroza de oro", gran cima del director que Truffaut tanto defendía, comparte con ella su misma reflexión de fondo sobre "el teatro de la vida".

Y, al término, la tertulia con los amigos y unas jarras en la mano debatiendo, como en la película, sobre los misterios del cine y de la vida.



Esta reseña urgente, manuscrita a toda velocidad —concretamente unos 280 kilómetros por hora, velocidad media del tren AVE entre Madrid y Barcelona—, pretende ser un homenaje a todas aquellas personas y asociaciones culturales que, sin ánimo de lucro, únicamente por amor al arte, promueven una manera de vivir y sentir el cine lamentablemente en vías de extinción.
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34 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
RENOIR ES UN CACHONDO
Renoir, “El Patrón”, retornó del exilio americano convertido en un clásico. En la ‘Trilogía teatral’ (o ‘de qualité’) cerrada por “Elena y los hombres”, la cámara ya no explora mundos retinianos, como en “Une partie de campagne” y su grandiosa profundidad de campo, sino que se aquieta, y los movimientos —frenéticos, eso sí— ocurren en el interior de los cuadros. Al mismo tiempo, la planificación y el montaje se han vuelto muy precisos y económicos.
Lo que los años americanos no han cambiado es el temperamento meridional: humorista, sensual, popular, panteísta, vividor, hedonista.
Tampoco el instinto pictórico heredado, que se manifiesta ahora en el tratamiento del color, refinado y exquisito. En varias escenas multitudinarias de la primera parte homenajea a su padre, el pintor de ‘Le Moulin de La Galette’, en el bohemio e intelectual Montmartre donde se crió el cineasta.

La película es una opereta, con su argumento farsesco, coreografías, números de canto y baile, uniformes y entorchados, intervenciones de una grotesca soprano, todo presentado en tono fuertemente burlesco.
Ingrid Bergman, con la esplendorosa belleza de sus cuarenta años, es una princesa polaca que ayuda en París a hombres en sus planes de promoción social y tiene tres pretendientes, los tres liados en un delirante plan para dar un golpe de estado de corte autoritario en la Francia de la Belle Epoque, antes de la Primera Gran Guerra.
Se suceden las carreras locas, a velocidad endiablada, empujones y caídas en tropel. Los cómicos hacen visajes y no faltan vodevilescas escenas de sofá, enredos eróticos y tumultuosos cuadros corales.

No cabe esperar que se profundice en los hechos históricos y la figura del general Boulanger que sirven de base, pero detrás de la constante guasa, y desde su personal posición anárquica, la ironía con que Renoir ridiculiza los entresijos políticos, o se mofa de los ricos, desnudando ferozmente sus motivaciones, tiene bastante más alcance del que parece.
Pero en lugar de exponer su pensamiento con enfoque enjundioso prefiere aplicar a manos llenas un procedimiento que le va más: el humor vitalista, como de tebeo popular, francamente cachondo, capaz de arrancar, tras más de medio siglo, continuas carcajadas colectivas en la sala.

[A Quim]
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23 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
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