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La princesa de las ostras (1919)

La princesa de las ostras
60 min.
6.9
556
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Escena (Intertítulos en ALEMÁN)
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Sinopsis
Quaker, el rey de las ostras, es tan rico que lo único que le sorprendería sería ver a su hija casarse con un príncipe. Hace una oferta al príncipe arruinado Nucki, quien manda a un amigo suyo para que le explique como es Ossi, la hija de Quaker. Sátira social en la que es para muchos -incluido el propio Lubitsch- la primera película en la que desarrolla su estilo personal; el que acabará conociéndose como el "toque Lubitsch". (FILMAFFINITY)
Género
Comedia Sátira Comedia absurda Bodas Cine mudo Mediometraje
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Alemania Alemania
Título original:
Die Austernprinzessin
Duración
60 min.
Guion
Fotografía
Compañías
Links
8
Caprichosa
Quinta película de Lubitsch. Escriben el guión Lubitsch y su colaborador Hanns Kräly. Se rueda en estudio con una numerosa nómina de extras y figurantes. Producido por Paul Davidson para Projektion-AG Union (PAGU), se estrena el 26-VI-1919 (Berlin).

La acción tiene lugar en los meses posteriores a la IGM, en EEUU. Ossi (Ossi Oswalda), hija del rey americano de las ostras, Sr. Quaker (Janson), quiere casarse sin demora con un joven distinguido. Su padre encarga la selección a un agente matrimonial, que entra en contacto con el príncipe Nucki (Liedtke).

El film es una comedia de humor alocado, absurdo y surrealista, que se presenta en forma de farsa en 4 actos. Lubitsch demuestra, a los 27 años, madurez y habilidad notables en el manejo del lenguaje cinematográfico. Despliega gran seguridad, al amparo de la que desarrolla ideas propias y algunos de los rasgos (creatividad, inventiva, uso de la sugerencia...) propios de su estilo personal. Extiende las extravagancias de la farsa a las arquitecturas, decorados, vestuario, definición de caracteres, coreografía, etc. Dota a la obra de una estimable coherencia interna, lo que le confiere gran fuerza. Hace uso del montaje paralelo: mientras el pretendiente espera con impaciencia en la sala, el padre dormita entre cojines de seda y Ossi se baña atendida por sus doncellas.

Se sirve de numerosos recursos cómicos, como la suplantación de identidades, inversión de estereotipos (hombres haciendo la colada), confrontación de mercaderes ricos y aristócratas hambrientos, ambigüedades (asociación para atender a alcohólicos y para otros fines), indolencia, ausencia de autocontrol (borrachos), vanidad, gula, voyeurismo y curiosidad (ojos de cerradura), precipitaciones (boda) y reiteraciones ("No me impresiona"). Crea comicidad visual (coche tirado por una fila interminable de caballos) y emplea los carteles como vehículo de comicidad verbal ("Voy a ver si estamos en casa", "Te compro un príncipe"). No faltan las sugerencias y ocultaciones eróticas (baño de Ossi). Crea coreografías de gran dinamismo, proporciones absurdas (4 camareros por comensal) y brillantes movimientos. El humor alcanza niveles brutales en el movimiento del director de orquesta y la descripción de algunos instrumentos (sierra que corta un madero, mano que golpea una cara). Son escenas destacadas el banquete nupcial, la doble fiesta posterior, el baño de Ossi, la lección de puericultura y el dictado de la carta.

La fotografía, de Theodor Sparkuhl, ofrece encuadres y planos que acentúan el surrealismo, subrayan la exageración, potencian la comicidad y convierten ocasionalmente al espectador en voyeur. La música de la edición remasterizada por la W.F. Murnau Stiftung, de Aljoscha Zimmerman, es rápida, intensa y vibrante. Hace uso de piano, cuerdas, percusión metálica, sobre madera y sobre membrana. Incorpora melodías descriptivas, ambientales, bailables y marchas. Notable interpretación de Ossi Oswalda.
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29 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
La experiencia le da solidez al futuro
Mr. Quaker, el llamado rey de las ostras americanas, vive a la manera de aquellos antiguos monarcas que les gustaba sentirse servidos hasta en el menor de los detalles, y para esto cuenta con varios esclavos afrodescendientes quienes se ven obligados a peinarlo, a darle el café en la boca… y hasta a limpiarle los “labiecitos” cuando se chorree.

Mr. Quaker tiene una hija llamada Ossi, quien, harta de la rutina y de la soledad, está a punto de enloquecerse y ahora le ha dado por romper cuanto objeto material le rememora su vacío interior. Entonces, para calmarla -porque su mayor anhelo es casarse- el padre le promete que le comprará a un príncipe. El candidato resulta ser el arruinado Príncipe Nucki, pero éste preferirá enviar a su amigo Josef para que le eche un vistazo a la muchacha haciéndose pasar por él.

Bien trajeado y con tarjeta de presentación en la mano, Josef llegará a la casona del rey de las ostras… y así comienza esta farsa en cuatro actos que, como otros de los filmes que el director Ernst Lubitsch realizara al inicio de su carrera en su natal Alemania, resulta más estimable por su valioso ejercicio experimental, que por la historia que cuenta que es escasa y bastante ligera.

Lubitsch pareciera presentir que se acercaba su gran oportunidad en tierra hollywoodense y entonces orienta sus esfuerzos en rodar toda clase de ocurrencias que se le venían a la cabeza, y en “LA PRINCESA DE LAS OSTRAS”, optará por un ejercicio de acciones coreográficas a las que prueba sacarles música o probablemente las hizo con música de fondo para que lucieran coreográficas. La escena del masaje a Ossi y la cena del matrimonio, son un buen ejercicio en este sentido, y aunque se hacen un tanto largas como otras tantas escenas, se valida su plan experimental y es indudable que, cosas de este estilo, se vieron luego, en tiempos de los musicales, sin que nadie dijera que Lubitsch había aportado a todo esto su pequeño granito de arena. Resultan también muy atractivos los sets construidos por Kurt Richter en su propio Estudio, y particularmente, la escena en la que se elige al príncipe entre una inmensa colección de retratos, consigue un toque surreal bastante llamativo.

La historia se convierte en un triángulo amoroso donde, en principio, la traviesa Ossi se sentirá llamada a reflexionar sobre la pinta de hombre que le ha tocado como marido, pero, como otras mujeres seguramente lo habrán dicho (o pensado al menos), ella dirá aludiendo a su marido: “Oh! Él tiene una mirada estúpida, ¡pero después de todo es un príncipe!"

Al poco tiempo, Lubitsch demostraría que tenía talento para rato y que sus largas experimentaciones no habían sido en vano.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
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