Epitafio (2015)

La primera película en conjunto de los directores Rubén Imaz (Familia tortuga, Cefalópodo) y Yulene Olaizola (Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo, Paraísos artificiales, Fogo) es, entre otras cosas, una arriesgada apuesta de una de las tantas deudas temáticas del cine mexicano: el tema de la Conquista de México, representado en apenas un puñado de filmes como ‘Cabeza de Vaca’ de Nicolás Echeverría, ‘Erendira ikikunari’ de Juan Mora Catlet o ‘La otra conquista’ de Salvador Carrasco.

‘Epitafio’, a diferencia de las antes mencionadas o de películas con las que guarda cierto paralelismo, como la famosa ‘Aguirre’ de Werner Herzog, aunque sin la ampulosidad de éste, es un relato introspectivo que narra un episodio puntual que encierra toda una alegoría de la Conquista en su totalidad, tomando como punto de partida el texto de Bernal Díaz del Castillo ‘Historia verdadera de la conquista de la Nueva España’, textos de Hernán Cortés y cartas de Diego de Ordaz, uno de los protagonistas de esta historia.

Cortés ha enviado a Diego de Ordaz (Xabier Coronado) y dos de sus soldados (Martín Román y Carlos Triviño) a una expedición con fines estratégicos, que consiste en escalar hasta la cima del Popocatépetl en busca de azufre para fabricar la pólvora necesaria para sus batallas, así como encontrar una ruta que les favorezca para hacer su entrada a la gran ciudad de Tenochtitlán.

Los tres hombres habrán de enfrentarse a la inmensidad del volcán, que se convierte en el otro gran protagonista de la historia, inhóspito e inclemente y que pone a prueba no sólo la resistencia física de los conquistadores, sino también su fuerza mental, su fe religiosa y su convicción respecto al titánico emprendimiento llevado a cabo por la corona española.

Sin artificios, la pareja de realizadores logra una acertada recreación de dicha expedición, con apenas estos tres personajes, adentrándose en ellos de manera convincente, con profundos diálogos extraídos de los textos antes mencionados los cuales se insertan de manera orgánica en el relato, dotándolo de una naturalidad precisa gracias a una mirada despojada de ese típico rencor patriotero, y que junto a una discreta pero poderosa banda sonora logra generar una amenazadora atmósfera, coronada con un excelso trabajo desde la cámara de Emiliano Fernández.

Así, la suma de todos estos pocos elementos consigue dar forma a un austero pero sólido relato que se convierte en toda una estimulante experiencia.


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Bueno, las críticas profesionales dicen otra cosa de esta película pero el menda no ha sido ni capaz de terminarla. Lo he intentado y de la hora y veinte que dura me he comido una hora y poco. Casi que me quedaba el final pero tiré la toalla. Me quedé sin saber si hacían cumbre en el volcán o la palmaban en el intento. Mi aburrimiento venció a la curiosidad por goleada.

Al final me harté de ver a estos soldados de Hernán Cortes subiendo, bajando y penando por unos pedregales nada vistosos una y otra vez con sus exiguos pertrechos cual almas en pena. Durante una hora y algo apenas se ha visto nada más. Eso si, intercalando unos bonitos planos paisajísticos de las montañas, con sus nieblas, nieves y demás y unos raquíticos diálogos en una especie de castellano antiguo sobre religión, honor y no se qué rollos más. Nada filosófico tampoco que eran soldados y tampoco iban sobrados de ilustración o entendederas.

Me resulta curioso que alguien haya pensado en hacer una película de esto que tan poco tiene que contar y sobre todo que le hayan hecho caso. La película está ahí para mi asombro. Ojo, que a lo mejor en ese cuarto de hora que me he perdido la película renace cual ave fénix y tiene un final que hace que merezca la pena el pedregoso camino. En eso ya no me meto si alguien lo quiere descubrir. Pero el camino hasta la cumbre será duro.