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Mandalay (1934)

Mandalay
65 min.
6.4
50
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Sinopsis
Tras ser abandonada por su amante, una mujer se convierte en la figura principal de un club nocturno en decadencia; después tratará de olvidar su pasado embarcándose con destino a Mandalay. (FILMAFFINITY)
Género
Drama
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Mandalay
Duración
65 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
7
Dos corazones rotos pueden romper cualquier barrera con tal de redimirse
Tanya Borodoff, es una inmigrante rusa que se mostró dispuesta a abrir su corazón al primer hombre apuesto que se mostró galante con ella en su paso por Rangún. Pero, la bella Tanya, esperaba una relación sincera y honesta… y el vividor y traficante de armas, Tony Evans, no es de esa suerte de hombres y va a hacerla sufrir. Gregory Burton, es un médico atormentado por errores de su pasado, entregado ahora al alcohol para ahogar las penas… porque tampoco sabe que, el alcohol jamás las ahoga, y en cambio, las engorda. Ambos viajan ahora en el mismo barco con destino a Mandalay, Birmania, y sus almas se sentirán atraídas quizás por aquello de que, cuando alguien busca redimirse, el universo le proporcionará su alma gemela.

Plenamente confiada en la capacidad creativa del director húngaro, Michael Curtiz, la Warner Bros., lo pasaba de un lado a otro (esta vez estaba con la First National Pictures, estudio bajo su control), y allí le entregaban, “como descanso”, guiones de bajo calibre para que él los aprovechara como pudiera. En estas ocasiones, el director gozaba de plena libertad, y como el productor de turno ni siquiera asomaba las narices por los sets de rodaje, Curtiz aprovechaba para satisfacer sus ideas más personales… y es así como surgen realizaciones como <<MANDALAY>>, que puso a echar chispas a Hal V. Wallis, ante el atrevimiento y la osadía moral de algunas de sus escenas… pero, al genial Curtiz, rara vez se le decía un definitivo No.

Viéndola ahora, se entiende porqué a la película se le cerraron tantas puertas, no obstante que, en su país de origen, fue bastante bien acogida. Pero, contra todos los juicios de amoralidad de la historia, cuando se logra entender los impulsos más íntimos de sus protagonistas y el destino al que, conscientemente, se dirigen, se da uno cuenta de que, dos corazones rotos, pueden estar dispuestos a romper cualquier barrera con tal de seguir juntos en su afán de redimirse… y con un poco de lógica, puede recordarse que, non bis in idem.

En buena parte, la película fue rodada en auténticas localizaciones en Rangún, y se respira ese aire insano (obsérvese los frecuentes planos que dejan ver uno o varios ventiladores) que complementa, muy efectivamente, la turbia historia que se va desarrollando. Como suele ocurrir, en Curtiz todo significa, y en una película tan modesta como, <<MANDALAY>>, hay trazos que dejan ver que, quien la hizo, fue un verdadero artista.

En honor a la objetividad, también hay que decir que se colaron dos o tres pequeños baches en la edición, pero, en casos como éste, Curtiz entregaba sus películas al departamento posproducción, confiando en que los técnicos harían bien lo suyo… pero no siempre ocurría como esperaba.

Kay Francis, actriz a la que había conocido en, “The Keyhole”, realizada ese mismo año 1933, fue llamada de nuevo por el director, y quedó tan satisfecho con su labor que, al año siguiente, la tendría en el cartel de, “British Agent”, un filme que daría mucho de qué hablar. Junto a ella, Ricardo Cortez (a quien siempre recuerdo desde, “El Halcón Maltés”), es esa clase de truhán que no es fácil odiar, no obstante que, su Tony, sí es un verdadero canalla; y Lyle Talbot, tiene a su cargo esa suerte de médico que, antes que nada, necesita redención espiritual. En cuanto a que en el filme aparecía, Shirley Temple (con 6 años de edad), es un hecho que sus escenas fueron descartadas en el montaje.

Cuando llegue mañana… quizás dos corazones rotos se hayan unido para siempre.
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Brillo blanco
Me ha gustado mucho. Muchísimo.
Siempre encuentro ciertos elementos de fascinación en estos films precode, aunque disten mucho de ser perfectos, por la escabrosidad que aplicaban en el tratamiento de ciertos temas y por el sentido moral justiciero con la que planeaban y justificaban toda clase de actos amorales que el estricto código vetaría meses después, considerando ésta película en particular, especialmente subversiva y peligrosa, ustedes verán por qué si la ven al completo. Los espectadores podríamos salir convencidos de que ante la tesitura de elegir entre justicia y ley, siempre ha de prevalecer la justicia. Un mensaje bastante peligroso si ustedes lo analizan bien.
De la mano de ese grandísimo director, Michael Curtiz, este vehículo al servicio de la olvidada Kay Francis (actriz que estoy descubriendo ahora y me está gustando mucho), con Ricardo Cortez en un magnífico y antipático papel, la acción da comienzo en la exótica ciudad de Rangún.
Cortez es un exiliado contrabandista de armas que forma pareja con Francis, una mujer que ignora cualquier pasado o futuro. Es una mujer enamorada y no quiere ver más allá de su realidad presente.
Una ceguera momentánea y parcial que le va a salir muy cara cuando su pareja entre en tratos con Nick (Warner Oland) un oscuro trapichero dueño de los negocios turbios de la ciudad y del mejor local de alterne, que se encaprichará de Francis y querrá atraerla hacia su negocio por lo que la solicitará como contrapartida a cambio de un cargamento de armas.
Cortez no se lo pensará dos veces, el cabrón, y la dejará allí plantada, vendida como buen chuloputas. Trata de blancas en toda regla.
Francis o se mata o se sobrepone. Aconsejada por "la condesa" escoge la segunda opción. La inteligencia y el poder sexual unidos supone una buena baza contra el poder de todos aquellos hombres lujuriosos por lo que la partida se pondrá en marcha.
En este aspecto esta cinta recuerda vagamente a aquella otra precode "Carita de ángel" donde la protagonista Stanwick también escogía aprovechar sus encantos para pisotear en vez de ser pisoteada.
Va a ser bonito ver la escena del salón repleto con Kay Francis luciendo esplendorosa, magníficamente engalanada de la cabeza a los pies con vestuario de Orri Kelly (el mismo que vistió a Davis en Jezabel o a Marilyn en Con faldas y a lo loco). Realmente, van a ser una serie de escenas muy significativas e ilustrativas del descenso a los infiernos de Kay y bastante inquietantes.
Luego, la película toma otros derroteros cuando Kay consigue, por fin, salir de la ciudad (va a ser también muy interesante la manera de lograrlo) y embarcar a bordo de un barco que se dirige a Mandalay, su liberación.
Ahí la película se transforma, se aquieta, da comienzo a una nueva relación más melodramática cuando conozca al alcohólico doctor (Lyle Talbot) y parece adquirir un tono más penitente, más de búsqueda de redención y es posible que la trama pierda momentáneamente interés pero no dura mucho tiempo. Una sorpresa aguarda y un nuevo conflicto pone entre la espada y la pared a nuestra protagonista, para concluir con un final que, bueno, eso lo deberán juzgar ustedes.
Es una película menor de Curtiz, eso no lo pongo en duda. Pero que se nota el buen hacer del maestro húngaro y su dominio del medio tampoco se puede negar. Curiosa, atrayente y especial.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
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