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El carnicero (1970)

El carnicero
94 min.
7.1
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Teaser (FRANCÉS)
Sinopsis
En un pequeño pueblo francés, durante la celebración de una boda, la maestra Helene y el carnicero Popaul entablan conversación. Ella, a pesar de su juventud y belleza, vive como una monja en el segundo piso de la escuela. Él es un hombre muy gentil que sufre terribles pesadillas provocadas por recuerdos de la guerra. Cuando empieza a surgir una relación sentimental entre ellos, dos mujeres aparecen brutalmente apuñaladas en el bosque. (FILMAFFINITY)
Género
Intriga Thriller Drama Thriller psicológico
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Francia Francia
Título original:
Le boucher
Duración
94 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Francia-Italia;
Links
Premios
1972: Premios BAFTA: Nominada a Mejor actriz (Stéphane Audran)
1970: Festival de San Sebastián: Mejor actriz (Stéphane Audran)
9
Un amor imposible
Obra culminante de Chabrol, rodada en Trémolat (Périgord/Francia) y en la campiña de los alrededores. Dedicada a los habitantes de Trémolat.

La acción tiene lugar en un pequeño pueblo francés de provincias en 1968. Narra la historia del amor que siente Popaul (Jean Yanne) por Helena (Stéphane Audran), directora y profesora de la escuala primaria del lugar, mientras se suceden asesinatos de mujeres jóvenes. Las sospechas de Helena se ven acrecentadas cuando encuentra en el escenario de un asesinato pruebas que incriminan a una persona que conoce. La película se basa en un argumento exquisitamente sencillo y conciso. El autor explora, sobre todo, la personalidad de los dos protagonistas. Popaul es un veterano de guerra con 15 años de servicio en el ejército colonial, resentido contra el padre, trabaja a disgusto en una canicería, lleva una vida solitaria y sin relaciones íntimas. Helena tuvo un desengaño amoroso 10 años atrás, teme al amor, vive sola y se relaciona bien con los alumnos y los habitantes del lugar. Él no tiene estudios y es una persona retorcida y atormentada. Ella es aficionada a la lectura y a la pintura, ha asumido su soltería, que compensa con el afecto que da a sus alumnos y recibe de ellos. Las relaciones entre Helena y Popaul se estancan pronto por las barreras que pone ella. La falta de correspondencia a la oferta de amor provoca en Popaul una fuerte crisis interior. La película ofrece, también, una entrañable descripción de los personajes del lugar y sus vivencias, que reflejan la tranquilidad y la belleza de una campiña fértil. El autor no olvida sus toques personales: exalta la gastronomía y los tipos populares, le fascina la estupidez y la locura, desprecia el yoga. Incluye elementos simbólicos, como la cueva (primitivismo de las tensiones interiores de los dos protagonistas) y el parpadeo del chivato luminoso del ascensor (el latido del corazón).

La música acompaña las escenas de baile con melodías vibrantes, anticipa las escenas trágicas, describe la sospecha, el temor y la angustia y complementa las imágenes de la cueva imitando el sonido de las estalactitas y estalagmitas. La fotografía mueve la cámara en travellings y zooms brillantes, usa enfoques en picado y oblícuos muy atractivos y crea una narración visual de extraordinaria belleza. El guión destaca por su lenguaje conciso y sencillo, elaborado con pasión por la palabra y su fuerza estética. La intepretación de los protagonistas es soberbia y las intervenciones de los habitantes del lugar, incluidos los menores, destilan naturalidad y espontaneidad. La dirección trabaja con su equipo técnico habitual y un equipo artístico muy allegado. De ellos extrae una obra intensa, que emociona y eleva el espíritu.

Una de las tres mejores obras del autor. Desborda belleza visual, sonora, verbal, intelectual y emocional. Es una joya cinematográfica.
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99 de 118 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
COMPRENDER AL CROMAÑÓN
Los ingredientes son negros. En un pueblo del Périgord, crímenes estremecedores: niñas asesinadas. Pueblo corriente, con uno de sus ritos sociales comienza la película. Vemos 15 minutos a los vecinos en un banquete de boda. En grandes mesas comunales festejan a los novios. Escenas típicas: cantan, bailan música de orquestilla, pronto achispados todos.
A la maestra le toca junto al carnicero y charlan desenfadados.
Siguen conversando un rato al salir, en sintonía aunque no pueden ser más distintos.
Sus frases escuetas los retratan.
Ningún signo es malo, contesta ella sonriente cuando él dice que Escorpio es mal signo.
Le he traído una pierna, dice él al presentarse con un obsequio de su carnicería.

Antes, Chabrol da una clave en los créditos. Los nombres se superponen a pinturas rupestres y cavernas con estalactitas, junto a inquietante música atonal que se mantendrá durante toda la película, como recordatorio de lo primitivo.
Después, la maestra lleva a los niños de excursión a unas grutas prehistóricas. En reconocimiento de ese factor primitivo, ella aboga por los ancestros que allí vivieron.
La inteligencia del cromañón era humana, les explica.

El carnicero trocea técnicamente animales. Relata su pavorosa experiencia militar en Indochina: un asco, una verdadera porquería. Su alma se pudrió allí, se nota en cómo habla de las matanzas y los cadáveres. Pero se acerca mansa y devotamente a la maestra. Por qué no tiene novio, le pregunta.

La situación es enseguida tremenda. La gente por la calle y en las tiendas habla de los crímenes, del movimiento de gendarmes. Hay un entierro, multitudinario como la boda. Paraguas negros. Andar lento, tan demorado como el ritmo gélido, las tomas y color fríos, las campanadas esporádicas.

Todos los ingredientes negros están ya planteados cuando aparece el comisario, nervioso, incontinente. Pero hay algo más.
Chabrol abre el foco temático en el personaje femenino, de tal amplitud que encarna al espíritu humano, su poder evolutivo y su capacidad de comprensión al contemplar serenamente y sin juzgarlo el fondo primitivo del hombre, la raíz patológica del crimen, la obsesión enfermiza con la sangre, digno de compasión por atroz que sea.
Compasión a la que Chabrol da rasgo oriental, según se muestra en determinada escena, pese a que la vida del pueblo discurre en ambiente católico.
Compasión que gracias a una maravillosa Stéphane Audran (esposa de Chabrol entonces) no se formula con palabras sino con la profundidad de su mirada, así como con la atmósfera indescriptible de algunas escenas: la suma parsimoniosa de noche, ventana, voces que llaman, plaza desierta, campanadas tétricas y cerrojos; o esa toma subjetiva que capta espectralmente el camino iluminado por los faros del coche según éste avanza, los árboles de los flancos recortados contra las tinieblas por la luz móvil, mientras brilla en el abismo un alma moribunda.
Como en las novelas rusas, pero en imagen en vez de con palabras.
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58 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
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