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Proceso a un estudiante acusado de homicidio (1972)

Proceso a un estudiante acusado de homicidio
99 min.
5.8
47
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Sinopsis
En Roma, durante una manifestación de obreros y estudiantes, organizada por partidos de izquierdas, mueren un policía y un estudiante. El caso es asignado al juez de instrucción Aldo Sola y a dos comisarios. La policía asegura que el estudiante murió a manos de alguno de los manifestantes y que el policía fue asesinado por Massimo Trotti, un estudiante de arquitectura, que es enviado a prisión. (FILMAFFINITY)
Género
Drama
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Italia Italia
Título original:
Imputazione di omicidio per uno studente
Duración
99 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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6
Proceso a un proceso
¿Es esta película de Mauro Bolognini celuloide amarillento, abarquillado, como un periódico viejo? En buena parte sí, y precisamente por eso se ve con cierto interés retrospectivo. Producto de su momento histórico -primeros setenta-, pretende denunciar la asimetría del sistema judicial italiano, pero también, a la postre, destacar la necesidad de comprensión mutua entre dos bandos sociales enfrentados.

La anécdota de la que surge toda la trama es la doble muerte, de un estudiante y de un policía, durante una manifestación de activistas de izquierdas. A partir de aquí se incoa un proceso -el interno, el que viene exigido por los hechos de la ficción- para buscar a los dos culpables de homicidio, pero de forma simultánea la propia narración deja entrever otro proceso externo a ese proceso, ante el espectador. El veredicto de ambos quedará sumergido en las aguas del Tíber.

En paralelo a la acción principal, se desarrolla la relación problemática entre el hijo díscolo -un Massimo Ranieri contestatario e intratable- y los padres, vistos por aquel como meros servidores de sus "padroni". Entre lo mejor de la película están las interpretaciones de Martin Balsam como magistrado concienzudo y a la vez padre atribulado, y de Valentina Cortese en el papel de madre conciliadora y de mirada siempre temerosa.

Se notan, para mal, los cuarenta años que han transcurrido desde la filmación de la película. A pesar de ello, como se decía al principio, es justamente esa falta total de actualidad la que le da valor de documento de época: fotografía sobria y apagada muy del momento, itinerancia por depencias policiales y judiciales con antañonísimo retrato presidencial (¿Giuseppe Saragat?), arqueología política -que alguna vez fue presente- en la sede/guarida de los militantes de Lotta Continua. Y música de Morricone, que algo de aval tiene.
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2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
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