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Force of Nature: The David Suzuki Movie (2010)

Trailer (INGLÉS)
Sinopsis
Retrato documental sobre el activista por el medio ambiente y científico genetista David Suzuki. (FILMAFFINITY)
Género
Documental Naturaleza
Dirección
Reparto
Documental
Año / País:
/ Canadá Canadá
Título original:
Force of Nature: The David Suzuki Movie
Duración
93 min.
Fotografía
Compañías
Premios
2010: Festival de Toronto: Mejor documental
7
“HEY, JACK ¿TÚ QUÉ TE FUMASTE?”
“Nos hemos convertido en una fuerza como ninguna otra especie en 3.800 millones de años de existencia de la vida en la Tierra, y la ascensión a tal posición de poder ha sucedido con una velocidad explosiva. Tomó toda la existencia de la humanidad llegar a una población de mil millones en el siglo XIX, entonces, en menos de dos siglos creció más allá de los 6.800 millones […] Una sola especie, nosotros, está alterando las características biológicas, físicas y químicas del planeta, en un simple instante de tiempo cósmico. Nos hemos convertido en una fuerza de la naturaleza”.

Estas son las palabras eje del Dr. David Suzuki, quizá el más conocido ambientalista y difusor del conocimiento científico en Canadá. Hasta aquí todo muy bonito, todo muy de la casa, pero luego viene la noche. Voy, pues, a parafrasear la aterradora alegoría que este entrañable viejo de aspecto hippie hace para explicar la patética situación del ser humano en su relación con el planeta Tierra: imagínese usted que el mundo es un tubo de ensayo lleno de los recursos esenciales para la subsistencia bacteriana. Imagínese ahora que se introduce una única bacteria, el viejo Jack, en ese tubo de ensayo (ESE ES USTED). La población de bacterias mediante división celular se duplicará cada minuto, es decir que al primer minuto habrá dos baterías, al segundo habrá cuatro, al tercero habrá ocho, al cuarto habrá dieciséis y así sucesivamente. Entonces, en un ciclo máximo de capacidad del tubo de sesenta minutos, al minuto 55 habrá un número absurdamente grande de cochinas bacterias: más de 36.028 billones, pero aun a pesar de semejante cifra, restará aún cerca del 97% de espacio y comida. Es en ese momento cuando nuestro amigo, el querido Jack, echará números y dirá “la madre que nos parió a todos, tenemos un problema de población” y entonces sus miles de billones de compañeros le dirán que es un demente paranoico, y el bueno de Jack se convertirá en un marginado (quizá se dé a la bebida, pierda a su mujer bacteria quien se irá con otra bacteria más optimista, le quitarán la custodia de sus hijos bacteritas y finalmente, si el dios de las bacterias colabora, se terminará quitando la vida por el bien de su especie), pues si tras 55 minutos aún disponen del 97% de espacio y recursos, resultaría de sentido común pensar que una premonición tan apocalíptica fuera una insensatez fanática. Pero claro, en un sistema poblacional que crece de manera exponencial cada minuto, en el 55 solo quedarán cinco miserables minutos más antes de que el tubo quede atestado y sin recursos y la única solución sea la devastación de una guerra nuclear o una pandemia zombi.
El caso es que este tubo es la visión que tiene Suzuki, junto a muchos otros, de nuestra situación actual en un planeta en el que hemos crecido hasta el punto de haber alcanzado el minuto 59, por culpa de nuestra obtusa obsesión por el crecimiento. Palabras más palabras menos, estamos jodidos.
Ante semejante atrocidad de panorama, este viejo canadiense de ascendencia japonesa se pregunta “Si tuviera que dar una última conferencia, ¿qué diría?, y su respuesta se materializa, pues, en The Legacy Lecture, toda una clase magistral convertida en espectáculo mediático en la que pretende dejar como legado un mensaje de alarma con unas gotitas de optimismo: el problema es que a través de la conferencia que sirve como eje para este documental, que de paso hace un repaso a unos pocos hitos fundamentales de la historia del siglo XX (Pearl Harbor, la bomba atómica, la Guerra Fría y la Guerra de Vietnam) para construir un llamativo discurso sobre la capacidad humana para destruir pero también para crear y evolucionar (ahí el ejemplo de la carrera espacial impulsada por el conflicto soviético-americano), el legado que nos queda no es más que el de un discurso fatalista en el que la invitación para cambiar las cosas pasa por el concepto entrañablemente hippie de hacernos conscientes de que somos uno con nuestro planeta, con sus criaturas y con nuestros congéneres; un mensaje anacrónico que ante el mismo panorama descrito resulta solo practicable décadas atrás cuando lo que había era planeta para comer. En el presente estado de las cosas, Suzuki parece necesitar el peso suficiente en los calzones para decir: por el bien de nuestra misma especie, es hora de diezmar a la raza humana, sea como sea, en vez de dejar una invitación velada a destronar al dios de la economía al que actualmente veneramos.
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