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Le bel indifférent (1957)

Le bel indifférent
29 min.
6.3
60
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Sinopsis
En 1956, Jacques Demy fue el asistente de Georges Rouquier para “S.O.S. Noronha”. Así trabó amistad con la estrella de la película Jean Marais y es gracias a éste que conoce a Jean Cocteau. Seducido por el entusiasmo del joven cineasta, el poeta le regala una pieza en un acto, “Le bel indiffèrent”, que le deja libre de adaptar a su guisa. La pieza triunfalmente creada por Edith Piaf y Paul Meurisse en 1940 no es nada más que un largo monólogo de una mujer abandonada por un hombre que le niega la menor respuesta. Por no poder repetir a los mismos actores, Jacques Demy le confía el papel de la mujer a una joven actriz desconocida y amiga, Jeanne Allard y a un desconocido rlocalizado por casualidad en la calle, Angelo Bellini. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Mediometraje
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Francia Francia
Título original:
Le bel indifférent
Duración
29 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
9
El rojo y el verde
"El bello indiferente" es una breve obra de teatro que Jean Cocteau escribió para Edith Piaf, en la estela de "La voz humana". La asimetría del amor convierte la pareja en un campo de batalla; aquí, como en la obra anterior, se trata de escenificar una guerra interior, que el personaje de la mujer tiene perdida de antemano. La obra se basa en el principio del contraste: Émile, el hombre, es una presencia que es en realidad una ausencia, un fantasma creado por la mente de la mujer, que se limita a hablar consigo misma.

Pero la película es mucho más que ese texto de partida. En su adaptación, que Godard alabó como “el corto más sensacional de la historia del cine francés”, Jacques Demy profundiza en el principio del contraste expresivo: revela la intimidad a través de lo más superficial, con colores puros, planos y complementarios; su actriz, la admirable y para mí desconocida Jeanne Allard (que prefigura a Dominique Sanda), está a una distancia infinita del dramatismo desgarrado de Edith Piaf o Anna Magnani; el actor, Angelo Bellini, encarna al fantasma más corpóreo de la historia del cine.

El argumento de la película es el cuerpo y la voz devastados de la actriz: un cuerpo encerrado en un vestido verde oscuro, en un decorado de techos muy altos y paredes rojas; una voz envuelta en las olas de una música de aire jazzístico y melancólico, compuesta por un joven Maurice Jarre (que prefigura a Michel Legrand).

Demy plantea una versión en voz baja, estilizada, en la que, como si fuera una coreografía, habría que analizar los movimientos de oposición de las dos figuras, las pausas de la música -que se interrumpe en los cambios de plano, y en especial cuando Émile entra en el decorado, para que su silencio resulte más intolerable; y también cuando lo abandona, para valorar sus pasos fuera de campo, los sollozos de Allard y el sonido de sus uñas aferrándose a la colcha blanca.

Viendo esta película se comprende que Demy ya lo sabía todo del cine antes de rodar el sublime arranque de "Lola", su primer largometraje. El terciopelo y la púrpura de la vieja Francia se unen en su obra con la ligereza de la música y el cine americanos: aunque la referencia al rojo de Minnelli puede ser aquí más evidente, el verdadero hermano espiritual de Jacques Demy es Nicholas Ray: su hipersensibilidad (que me resisto a poner en paralelo con la condición bisexual de ambos), su mezcla de fragilidad emocional y potencia pictórica, hacen que sintamos por sus películas un afecto particular, de una especie diferente de la admiración que despiertan otros cineastas no menos geniales, como si estuvieran hechas para cada uno de nosotros.

Fragmento de la reseña publicada en: navegandohaciamoonfleet.wordpress.com
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7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
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