Gatica, el mono (1993)

Mucho ha tenido que madurar Leonardo Favio, aquel muchachito que fue actor con buena fortuna y que, aún muy joven, se lanzó a dirigir. Mucho ha tenido que sufrir y gozar en lo sentimental y en lo ideológico-político para llegar a esta capacidad de síntesis poético-visual, a esta dimensión poética en la que se expresan cuestiones esenciales de una persona en una encrucijada y en un ambiente social determinado.

El fenómeno mágico del peronismo queda patente en la escena del hospital. El fenómeno de las obsesiones neuróticas de los argentinos queda patente en la neurosis obsesiva de este hombre-símbolo de un perfil determinado, mayoritario, masivo de quien busca alguna clase de éxito en suma de placeres imposibles y una y otra vez se da de bruces con una realidad implacable.

Gatica, el mono o "El mono, las pelotas", frase recurrente en un mar de recurrencias, es un retrato social que va más allá del costumbrismo, va más allá, transgrede zonas muy profundas con notable talento, con pobres medios económicos (que se notan), pero, eso sí, mucha energia, mucho esfuerzo casi siempre con buenos resultados.

Aún recuerdo a aquel Leonardo Favio que ganó bastante dinero como cantante; una vez se presentó en televisión junto a una gran osquesta. Antes de empezar agradeció "a los profesores" de la orquesta la paciencia "de aguantar a un cantante tan malo como yo". A continuación ofreció sus hits, realmente más hablados que cantados, canciones de amor que a las chicas de la América hispana enamoraban...

Aún recuerdo el escándalo tremendo cuando la llegada de Perón en el 74, la matanza de la pobre gente, el enfrentamiento entre peronistas de izquierda y de derecha... el pobre Favio acusado de pertenecer al sector más fascista del peronismo, y su cara compungida dando explicaciones por TV, desmarcándose del horrible tinglado, más patético que otra cosa.

Recuerdo muchas cosas, todas vivamente interesantes por parte de un hombre inquieto, diferente, que en otro contexto podría haber desarrollado una carrera con mayor plenitud expresiva.

Esta película es un emocionado homenaje a Gatica, y en él a millones de personas sojuzgadas, abriéndose camino a ciegas, pero, eso sí, siempre con capacidad de reacción, de defensa, de infinita rabia. Esta obra tan notable recibió el Goya a la mejor hispanoamericana, pero nunca se estrenó en cines comerciales. Yo la he visto dos veces, separados varios años, en la Filmoteca Nacional.

Este film de Favio evoca la carrera de un boxeador argentino de los tiempos del apogeo de Perón, con el apellido del epígrafe. La película tiene buenas imágenes, algunas muy logradas y recuerda con acierto la época. En ese sentido es representativa y logra un retrato verosímil del campeón, un hombre bastante vulgar -de un origen social muy modesto-, simpático, fanfarrón. No se espere, con estos condimentos, una vida muy interesante, muy edificante o heroica. Es un hombre simple que un buen día ganó la fama, y en estos términos, la película no hace concesiones, es auténtica la recreación de la psicología del protagonista. Muchas escenas revelan el espíritu juerguista del "mono", siempre buscando chicas para relacionarse y no mucho más que eso. No estamos ante un héroe, un constructor, un santo o un gran intelectual. Sí un hombre con su carisma (es famosa la anécdota de cuando se encontró con Perón -la película la recuerda- y le espetó: "Dos potencias se saludan"). Si se pretende recordar cierta época y se tiene paciencia para ver por un buen rato esta vida sencilla, es una película que tiene su interés.