El valor de un hombre (1962)

Casi todos los literatos coinciden en señalar la enorme dificultad que encierra escribir cuentos o relatos cortos. Por ello, a Hemingway, por ejemplo, se le conoce mucho más por sus novelas que no por su aportación a la narrativa corta, Jerry Wald, responsable máximo de la Fox, quiso homenajear en 1962 al fallecido Ernest Hemingway, muerto a consecuencia de un suicidio, sirviéndose de la faceta más desconocida de su obra, circunstancia por la cual, quizá no obtuvo la acogida deseada del público. Para mostrarse fiel a la obra del escritor, Wald contrató como guionista a Aaron E. Hotchner, autor de “Papa Hemingway”, el libro que mejor analiza la perspectiva humana y profesional del autor de “Fiesta”.

Reuniendo y adaptando varios de los cuentos que tienen como protagonista a Nick Adams, el film pretende ser tanto un homenaje cinematográfico al autor de “Adiós a las armas” como una película de iniciación: el aprendizaje de la vida de un joven (Nick Adams/Ernst Heminway), encarnado por un empalagoso Richard Beymer que, en mi opinión, no está a la altura del papel dramático que se le exige. Un joven que desea ser escritor y se convence que para poder conseguirlo necesita acumular experiencia vital. Para ello, toma la determinación de abandonar la vida placentera y tediosa, alejado del mundanal ruido en convivencia con sus padres que no le entienden, sobre todo por el conflicto de una madre autoritaria, para emprender decididamente la aventura de vivir.

Tras viajar a Nueva York en busca de trabajo, acabará enrolándose como conductor de ambulancia en el ejército italiano durante la 1ª Guerra Mundial. La película describe sus penurias, el horror de la guerra y también conocerá el amor. Experiencias que irá adquiriendo a través de diversos pasajes interpretados por excelentes actores secundarios, destacando como uno de los mejores momentos que corren a cargo de Paul Newman en el papel del boxeador sonado. Martin Ritt, supedita la excelente puesta en escena a los avatares, alegrías y sinsabores que le depara el destino, con una soberbia fotografía en cinemascope por Lee Garmes, así como la partitura del legendario músico Franz Waxman.

A pesar de lo expuesto, debo reconocer que, en mi opinión, a la película le falta garra y pasión, el film resulta un fatigoso catálogo de anécdotas, unas más acertadas que otras, reunidas y catalogadas para explicar cómo y por qué Hemingway hizo lo que hizo y escribió lo que escribió, dejando la sensación de asistir a una biografía sin mordiente, excesivamente blanda y esquemática, divulgativa para estudiosos del escritor.

Preciosa película sobre la juventud y los deseos de salir o volar lejos del nido, de experimentar por uno mismo y lejos de la familia lo que es la vida, de elegir qué vivir en lugar de vivir lo que otros han elegido para uno.

Así, el protagonista, (Richard Beymer, actor que un año antes había triunfado en el musical "West Side Story") es un joven que se lanza a la vida y huye de sus padres, sobre todo de su madre, una mujer dominanta que domina a su esposo y a todo el que se le ponga al alcance.

El joven pasará por muy diversas experiencias, sinsabores, conocerá nuevas tierras, idiomas diferentes y también se enamorará de corazón.

Una película donde se nos muestra que la juventud se atreve a ir aventuradamente allí de donde los viejos vienen ya hartos y cansados por lo que han visto y experimentado.