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Cazador blanco, corazón negro (1990)

Cazador blanco, corazón negro
110 min.
6.9
9,238
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Sinopsis
Crónica de los diversos avatares que precedieron al rodaje de "La reina de África", de John Huston. El director viajó a África con el pretexto de localizar los exteriores, pero, una vez allí, para desesperación del productor y el resto del equipo, resultó que su único y verdadero objetivo era cazar un elefante. (FILMAFFINITY)
Género
Aventuras Drama África Caza Cine dentro del cine
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
White Hunter, Black Heart
Duración
110 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
1990: Festival de Cannes: Nominada a la Palma de Oro (mejor película)
1990: Asociación de Críticos de Chicago: Nominada a Mejor director
"Peculiar y brillante historia sobre el rodaje del clásico de John Huston. Las obsesiones de un director que viaja a África para encontrar los exteriores de su película son el motor de esta efectiva e inteligente producción"
[Diario El País]
13
9
Positiva
2
Neutra
2
Negativa
7
Elefantes.
Piel gruesa, coriácea, enorme y árida probóscide y marfil de dos metros. Seis toneladas de bicho, seis toneladas de músculo adherido a un barril de costillas y entrañas; un abdomen como cuatro sacos de dormir cosidos con piel; un corazón con ojos de buey en lugar de válvulas, de cadencia de latido pausada, señorial; enormes fuelles intercostales capaces de resoplar un tornado.

Con una licencia se podía conseguir que ese enorme mamífero, ese pedazo de vida pura y salvaje que llena con litros de espuma sanguinolenta el vacío, cayera de costado, se desplomara, mientras la tierra se retuerce en un quejido de infrasonidos.

Huston siempre rodó así, matando elefantes. No es accidental que él adaptara Moby Dick al cine, pero sí es una fascinante casualidad. Se fue al Congo para buscar la casualidad que le permitiera apurar la vida que le había sido concedida. Y, una vez allí, la eventualidad de su afición al whisky probablemente le salvó de caer enfermo de disentería durante el rodaje.

También fue casualidad, que no causalidad, que La reina de África le saliera, después de todo, tan entretenida y encantadora. Pero es que el cine clásico era así muchas veces, y en el caso particular de Huston también. En realidad el cine, con tantos brazos y piernas, tantos egos entrelazados y tanto dinero de por medio, es algo tan complejo de equilibrar y sazonar que no es extraño que las buenas películas salgan un poco por talento y un poco porque sí.

Claro, que si vas a rodar a África para montarte un safari y correrte una cogorza constante con Humphrey Bogart entonces no precisas un azar cualquiera, no, sino una de esas mastodónticas casualidades que también le salvaron el culo a Michael Curtiz.

Y así jugaba al cine Huston, con la ruleta rusa de Raoul Walsh y Howard Hawks, para devorar la vida y dar rienda suelta a la necesidad salvaje de moldear la figura del perdedor que tanto le obsesionaba. Como Errol Flynn, Hemingway y tantos otros, John Huston apuró sus días entre elefantes, boxeo, alcohol, ironía, literatura y cine. Plenamente consciente de que, ya que la muerte es lo único predecible, esto de vivir consiste en cazar casualidades.

Y, si se ponen a tiro, elefantes.
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84 de 102 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
La disyuntiva del cazador
Clint Eastwood protagoniza, dirige y produce esta original película de aventuras que alterna con gran destreza y perspectiva una singular recreación de los prolegómenos del rodaje de “La Reina de África” y la obsesión de su realizador por cazar un elefante de portentosos colmillos en plena sabana africana.

No se trata, propiamente, de la típica visión del cine a través del cine aunque, desde luego, los contratiempos en el rodaje y las pullas verbales entre John Wilson (Clint Eastwood), un veterano realizador de vuelta de todo, y los miembros de su equipo no tienen desperdicio. Sin embargo, me gustaría hacer especial hincapié en la extraordinaria construcción del personaje inspirado en John Huston que modela Eastwood. Nadie mejor que un excelente actor reconvertido a mejor director, si cabe, para encarnar a uno de los cineastas norteamericanos de mayor personalidad y carácter. Las prerrogativas de este socarrón, caradura, cabezota, excéntrico, bravucón, mujeriego y bon vivant encuentran en la figura de Huston y en la interpretación de Eastwood la cabida necesaria para desplegar el carisma y la genialidad de todo un personaje. Un tipo que siempre, o casi siempre, supo cómo, cuándo y dónde disparar. Con la cámara, por supuesto.
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38 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
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