Las lavanderas de Portugal (1957)

Un modesto exponente de cine "Kitsch" que representa uno de los productos más irrelevantes en lo que se refiere a la filmografía de la gran Paquita Rico. Tal y como es ofrecida esta cinta al espectador no pasa de ser un entretenimiento ramplón donde las situaciones estériles e insustanciales y los flojos diálogos causan un efecto negativo para el desarrollo de la ingenua historia en la que unos publicistas franceses buscaran en Portugal a la lavandera ideal para el anuncio. Los elementos atractivos de este film en su inmensa mayoría son visuales. Es decir que aparecen en sus fotogramas paisajes agradables, unos escenarios naturales de los que la cámara extrae lo más agradecido de cara a una pantalla y salen automóviles bonitos de refinado diseño. La música de los créditos es agradable y el fondo para ellos es el bonito color celeste. Por esto si no se valora el aspecto exterior de la película el espectador puede quedar decepcionado al buscar un argumento sólido que no existe en el planteamiento de esta coproducción que lo confia todo a un decorativismo más o menos gustoso. Fue un producto muy promocionado en su época para el estreno y contó con bastantes medios para su elaboración.

"Ay, Paquita la portuguesa, desde Ayamonte hasta Faro se oye este fado por las tabernas". Así canta Carlos Cano una copla preciosa que habla de los amores con una María lusitana.
De otra paisana suya, Mariana (Paquita Rico), trata la cinta que aquí nos ocupa.
Y de publicidad también. En París compiten dos grandes empresas del gremio por un contrato millonario de lavadoras "Floc". Debían ser famosas las lavanderas portuguesas pues ambas compañías buscan en ellas la fuente de inspiración.
Historia bastante banal, lo mismo que el guion y la realización. Una comedia de enredos con golpes bastante malos mientras suena de fondo continuamente la canción que lleva por título el de la cinta.
La cosa se anima cuando los equipos publicitarios llegan a Portugal, ¿Setúbal?, lo que nos permite ver hermosas escenas sacando con bueyes las barcas pesqueras o arrastrando al unísono las redes el pueblo entero a cambio de una modesta pieza de pescado, fiestas populares, molinos de viento o las costumbres del rapto de la novia que culmina cuando lanzan sobre la pareja la red nupcial.
Hermoso también el contraste entre los sofisticados publicitarios parisinos y la sencillez de lavanderas y pescadores. "En Portugal el tiempo no cuenta".
Interpretaciones regulares, más floja Paquita.
Interesante y recomendable por las curiosidades etnológicas del país vecino y por la música. Por nada más.