La muerte viste de blanco (1946)

Arranca con una panorámica de San Francisco (California), llevándonos a continuación a la puerta de un hotel, donde vemos a Janet Stewart (Anabel Shaw), bajando de un taxi evidentemente excitada y solicitando una habitación, ya que había quedado allí para reunirse con su esposo Paul (Frank Latimore), un oficial del ejército que había sido dado por muerto 2 años atrás pero que resulto que en realidad estaba prisionero y que volvía a casa a reunirse con su esposa (de ahí la excitación de Janet, pues todo ese tiempo le había creído muerto).
Una vez en la estancia, mientras espera a su esposo oye a una pareja discutir en una habitación de la misma planta y al asomarse a la terraza ve a un hombre discutir con una mujer que no alcanza a ver y en un momento álgido de la discusión, a este coger un candelabro y golpear violentamente a la mujer, escena que debido a la fragilidad emocional en la que se encuentra debido a la excitación del reencuentro con Paul, la hace sufrir un shock nervioso y quedarse sentada con los ojos como platos mirando al vacio, situación en la que la encuentra Paul al llegar horas más tarde (había tenido problemas de vuelo y llega con 12 horas de retraso).
A instancias del encargado del hotel llaman a un prestigioso doctor, que resulta ser el Dr. Richard Cross (Vincent Price), dueño de una prestigiosa clínica psiquiátrica sita a las afueras de la ciudad, además del mismo tipo que Janet vio asesinando a la mujer antes de sufrir el shock.
El Dr. Richard Cross rápidamente ata cabos y para evitar ser reconocido y denunciado cuando Janet vuelva en sí, convence a Paul para que le autorice a llevarla a su clínica, ya que al estar situada en un entorno tranquilo la vendrá de perlas para recuperarse.
Todo esto a modo de presentación durante los primeros minutos, a partir de aquí con Janet en el hospital y con la entrada en escena de Elaine (Lynn Bari), una atractiva enfermera que resulta ser la amante del doctor y detonante de la discusión que acabo con la mujer de este y la determinación de Paul por recuperar a su mujer, tenemos una digna muestra de cine negro, a la vez que una entretenida película de suspense, rodada en 19 días por el curtido y ecléctico artesano Alfred L. Werker, en la que un joven y lozano Vincent Price destaca como ese doctor al que las circunstancias le superan cada vez más, siguiéndole muy de cerca Lynn Bari como esa femme fatale fría y manipuladora que empuja al doctor a seguir hacia delante hasta las últimas consecuencias y estando el resto del reparto más que digno y apropiado a la enjundia de la modesta producción.
En resumen, 70 minutos de entretenimiento asegurados.

Parte de una premisa atractiva e interesante con capacidad de mantener el interés suscitado inicialmente en todo momento hasta resolver el asunto con inteligencia y astucia.
Una película de esas que a pesar de su sencillez consiguen alcanzar unos niveles de complejidad muy satisfactorios.
Sin ser una obra maestra, presenta las bases ideales para desarrollar una buena red de cuestiones y suspense alrededor de la mente humana con la que atrapar al espectador.
Locura, astucia, sueños, realidad, mente, manipulación, asesinato, accidente y amor se dan cita en El susto. Una película que se beneficia de un buen argumento de pensamientos.
Cine clásico poco conocido, pero que merece tiempo para ser recuperada.