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Las calles de la ciudad (1931)

Las calles de la ciudad
82 min.
7.0
887
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Sinopsis
Estados Unidos, Ley Seca (1920-1933). El padrastro de una bonita chica pertenece a una banda de traficantes de alcohol. Ella está enamorada de un atractivo joven que trabaja en una caseta de feria de tiro al blanco y desea casarse con él, pero como no tienen dinero, se le ocurre la idea de introducir a su novio en los negocios de su padrastro, sin saber que se trata de una banda criminal. A causa de una jugarreta de su padrastro, la chica acabará en la cárcel. Y, mientras, el novio ingresa en la banda. (FILMAFFINITY)
Género
Cine negro Drama Romance Thriller Crimen Mafia Melodrama
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
City Streets
Duración
82 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Adaptaciones de Dashiell Hammett
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Premios
1931: National Board of Review (NBR): 10 mejores films
"Ambicioso thriller, inspirado en la interesantísima novela de Hammett, que contó entre otras virtudes con una ambientación realmente lograda."
[Diario El País]
7
Sinfonía de cine negro
Las calles de la ciudad es una cinta extraña, peculiar en el cine de principio de la década de los 30 y del mismo género negro que empezaba a despuntar en unos años presididos por los duros efectos de la gran depresión.
Si en algo destaca Las calles de la ciudad frente al cine de su época es en la agilidad, que hace que la película pueda sortear con admirable sentido del ritmo, los clichés y defectos que la irrupción del sonoro provocó. Gran merito de esa inusual velocidad y ligereza cinematográfica se debe a la labor de Rouben Mamoulian, un hombre proveniente del teatro donde tuvo importantes exitos en Broadway y que fue contratado para dar consistencia a las secuencias dialogadas de las primeras películas sonora, pero Mamoulian, sorprendentemente quizás por su cultura amplísima (era un emigrante ruso procedente de una familia acomodada y estudió en las mejores universidades europea) desarrolla múltiples e imaginativas ideas visuales que otorga a Las calles de la ciudad ese sabor a buen cine de siempre.
Desde el inicio, casi documentalista, sobre la fabricación del alcohol clandestino y apoyado en múltiples insertos y simbolismo, Mamoulian parece querer desmostrar que el cine es sobre todo imagen y que el sonoro no puede o no deber entubiar el predominio de visual sobre la palabra. El director de Sangre y Arenas juega con el invento cinematográfico huyendo de todo el academicismo y fijeza de esas primeras películas sonoras. Incluso se permite el lujo de intentar innovaciones técnicas de gran interés para el futuro(el monologo interior que se hace por primera vez en cine en la escena de la cárcel).
Fruto de esa fluidez narrativa, donde la metaforas, elipsis e ideas visuales juega un papel relevante, la película alcanza un desarrollo muy moderno e igualmente intenso. La trama es desarrollada con soltura y la tensión va subiendo escena a escena ; en ese sentido el final frenético y desarrollado a gran velocidad tanto material como formal es fiel reflejo del interés de Mamoulian de dotar a Las calles de la ciudad de un gran sentido visual , algo que al principio por los antecedentes teatrales del director podía ser puesto en duda.
Las calles de la ciudad es una película dinámica, rápida , concisa una especie de sinfonía, de musical que curiosamente no tiene música de fondo, donde la camara en sus movimientos y el ritmo casi jazzístico de sus secuencias inventan una nueva forma de hacer cine.
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36 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Nancy Cooley
Segundo largometraje de Rouben Mamoulian (Tiflis, Georgia, 1897- Los Ángeles, 1987), rodado en Paramount Studios (Astoria, NYC). Constituye un trabajo de gran interés para conocer y soborear el admirable estilo visual del autor.

Muestra mediante primeros planos que llenan la pantalla imágenes de los sonidos que emiten timbres, alarmas, teléfonos y similares. Compone secuencias de acciones simultáneas que tensionan el ambiente y aceleran el ritmo de la narración. Explica el paso del tiempo sin palabras y solo con imágenes cambiantes tomadas desde una posición fija. Enlaza el recuerdo y el pensamiento de los dos enamorados mediante la coincidencia temporal de sus miradas en la esfera del reloj de pared. Anticipa hechos futuros y crea sensaciones de amenaza y temor mediante símbolos, alegorías y paralelismos, como el reloj, imágenes de gatos, animales disecados y otros. Define rasgos de personajes y el sentido de algunos hechos mostrando las ruedas dobles de camiones de transporte, la caravana de camiones de reparto, la lectura de historietas de cómic, el uso de prendas de vestir con guarniciones de piel de zorro, el flamante Ford de 1930 con brillantes embellecedores metálicos, etc.

Destacan dos secuencias de grandes sombras amenazadoras: la conversación que mantienen mientras avanzan a pie en la noche un malhechor y su guardaespaldas y las alas extendidas de un aguilucho disecado que decora el interior de una residencia. Mediante imágenes representa el peligro y su progresión. Al respecto se sirve de la velocidad (coches lanzados a la carrera), las formas sinuosas de la carretera y la aproximación de los vehículos a los bordes que lindan con desniveles y precipicios.

Con especial acierto describe mediante imágenes la turbulencia y el apasionamiento del amor de la pareja protagonista, sus dificultades de comunicación, sus divergencias y la necesidad que tiene cada uno de ellos de la compañía del otro. La utilización de los recursos visuales se torna particularmente intensa en la descripción del interior de una prisión dominada por proyecciones de barrotes y sus sombras, la presencia avasalladora de rejas, cancelas y rejillas y las proyecciones de luz desde una ventana exterior que, sobre todo, aísla, separa y cierra. Añade movimientos claustrofóbicos de cierre de rejas y puertas.

La atención del realizador por las formas de estilo se pone de manifiesto a través de su lenguaje elíptico y cortante. La utilización de la elipsis como medio expresivo confiere a la narración una grata ligereza y una elegante profundidad. Con ellas disimula o subraya, según los casos, las referencias eróticas, las explicaciones subidas de tono y algunos hechos que apelan a la intuición y a la imaginación del espectador en tiempos anteriores a la aplicación de código Hayes.

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24 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
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