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Agonía: La vida y muerte de Rasputín (1981)

Agonía: La vida y muerte de Rasputín
148 min.
6.8
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Sinopsis
La Corte del zar Nicolás II (1894-1917) estuvo dominada durante algunos años por Rasputín, un campesino siberiano, al que muchos consideraban un taumaturgo, un "enviado de Dios". Gracias a la influencia que ejerció sobre la zarina Alexandra, adquirió un poder que acabó por corromperlo y sumirlo en la locura. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Biográfico Histórico Revolución Rusa
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Unión Soviética (URSS) Unión Soviética (URSS)
Título original:
Agoniya (Agony: The Life and Death of Rasputin)
Duración
148 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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7
Juegan los nobles y pagan los arrieros
Rasputín vive en un mundo grotesco, felliniano y sobreabundante de color.

Nicolás II está a disgusto en el consejo de ministros. Se resiste a ir a la Duma y huye de los cónclaves de Estado. Un corredor secreto (qué maravillosa idea visual: la soledad del zar en un pasillo angosto, entre sus ámbitos político y privado) lo lleva de la sala de reuniones a sus aposentos: allí le aguardan el hijo, la esposa y el monje sanador, que ha conquistado el corazón de la zarina –no penséis del todo mal, ha curado milagrosamente al heredero. La familia no es refugio para el zar. Nicolás II es un pasillo gris entre dos lobos bien cebados.

Rasputín, desaliñado y sucio, irrumpe en un baile de gala, toma a la fuerza entre sus brazos a una dama de alcurnia, la besa y la babea; el marido se indigna y trata de agredirlo. Algo después, la mujer acudirá a las dependencias oficiales del monje para ofrecerle su cuerpo y evitar de esa manera algún castigo atroz. Rasputín, en lugar de acostarse con ella, echará a correr a voz en cuello, creyéndola enviada del maligno. Ese vaivén de desmesuras define su carácter.

Elem Klimov exagera hasta lo bufo la caricatura de Rasputín y, sin embargo, el resultado escapa del ridículo. La mirada del místico es intensa y demencial, tal y como reza su leyenda; la caracterización del actor es asombrosa.

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El contrapunto está en imágenes de archivo –del pueblo, los soldados y la guerra–, dosificadas con mesura. Imágenes que hablan sin color.

Los bolcheviques aparecen sin aparecer, en un plano memorable. El zar, presionado por Rasputín a través de la zarina, acude a la Duma Estatal. Pronuncia su discurso. Recibe los aplausos. Los asientos vacíos de los bolcheviques hablan por sí solos. Un recurso tan sutil como eficaz para indicarnos el lugar que corresponde al revolucionario.

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Cuando, finalmente, vemos a Rasputín en una escena en blanco y negro, creemos comprender al director: el parasitismo suntuoso de la clase dirigente infecta el cuerpo de la sociedad. El color de los muy pocos lleva al blanco y negro de la mayoría. Un mensaje tan ingenuo, simple y cierto que conmueve.
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29 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
TRAFICO DE INFLUENCIAS
La película de Elem Klimov, el autor de Masacre, sobrecogedor viaje al horror nazi, nos muestra en "Agonía" el personaje de Rasputín sobre el telón de fondo de los últimos años del zarismo, interpretado por Aleksei Petrenko, el general en “El Barbero de Siberia”. El monje loco, que creció de manera salvaje cerca del rio Tura en Siberia, pasó de ladrón de ganado a confidente de la zarina después de pasar por la secta de los Khlysty,a la fe por el dolor y si es a base de orgias mejor. Rasputín llega a la corte, por mediación de un Santón, para salvar la vida del heredero del Zar que es enfermo de hemofilia, si no es salvado el hijo, la especulación sobre el heredero se ponía en marcha, el éxito del “flagelante” por mediación de la hipnosis es palmario para todos y a partir de ese momento la corrupción se instala en la corte de los Romanov. Klimov nos muestra a un personaje tosco, grosero, con una mirada penetrante, en una clara desmitificación del personaje creado a partir de la biografía interesada de su hija María. El Zar es presentado por Klimov como una persona tímida y de carácter poco propicio que esta al albur de las manipulaciones de su mujer. La película que podemos definir de carácter histórico nos muestra a un Zar recuperado del pánico de 1.905 que pretendió perfilarse como autócrata de todas las Rusias. La destrucción de estereotipos es siempre un proceso dramático. Hubo gente que se opuso a la película y otra que la defendió. Inicialmente, vencieron los primeros. Luego la situación ha cambiado", añadía Klimov en una reciente entrevista.
La historia de la caída de los Romanov está superpuesta con imágenes reales de la pobreza del campesinado, de la desigual distribución de la tierra, con escenas vibrantes de una marcha de campesinos, obreros y en general gentes del pueblo, descontentos por sus condiciones de vida. Exigiendo mejoras y el establecimiento de un programa de reformas políticas que al menos suavizara el régimen autocrático.se les ve llegar al Palacio, la familia imperial ausente, permaneciendo en el mando el príncipe Sviatpolsk Mirski, que recibe instrucciones por teléfono con un regimiento de infantería de la guardia y un escuadrón de cosacos de la guardia. Ordena abrir fuego y cargar contra la muchedumbre. Con el triste final de más de un centenar de muertos.
Sorprendentes escenas de los lesionados en la guerra que son repuestos como muñecos con nuevas piernas ortopédicas. Una buena lección de historia con elementos surrealistas, y un misticismo que hace estragos al lado del poder.
De todas formas, qué sería Gran Bretaña sin sus fantasmas, Italia sin sus adoradores del diablo, Alemania sin sus duendes, Estados Unidos sin sus conspiraciones OVNI sus predicadores, España sin sus apariciones marianas, sin sus masones...
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13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
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