Tenebrae, el placer del miedo (1982)

Una vez más Argento nos sorprende con otro giallo. En esta ocasión es un asesino que mata siguiendo el orden de un famoso libro de terror. El mismo escritor se ve implicado cuando le llegan cartas anónimas del asesino. A diferencia de otras películas, aquí cuesta más encajar la historia, lo cual viene bien a la hora de trabajar el cerebro. Vuelve a los clásicos asesinatos en primera persona sincronizados con la música de Goblin en los que la protagonista es una navaja de afeitar, un cuchillo y un hacha. En la película destacan dos escenas: un flashback del asesino en el que una chica le pega y luego se venga, y una carrera entre una chica y un perro dobermann que salta vallas de 2 metros con solo mover las patas.
Solo falta decir que los 10 últimos minutos son obra maestra del cine de terror.

Un filme lleno de sangre y vísceras con bastantes dosis de gore surgidas de hachas, navajas, cuchillos que un misterioso asesino serial utiliza.
La cinta es básicamente de horror, pero tiene una fuerte impronta de misterio nacida del desconocimiento de la identidad del maniaco que anda suelto asesinando mujeres libertinas.
El psicópata sigue un libro como si se tratase de un manual de instrucciones rindiendo tributo a su escritor, donde se ve claramente que quiere erradicar la corrupción surgida de los desvíos sexuales.
La cinta tiene en su desarrollo mucho destape femenino, con muchas féminas ligeras de ropa deambulando de aquí para allá. Por tanto es un thriller “caliente” de terror donde se exhibe mucha tensión sexual y malsana obsesión psiquiátrica.
Es evidente que el filme es cutre y simplón en su desarrollo y que sigue los patrones característicos del serial killer clase B, aunque depara giros sorpresa en el final para darle algo de realce a tanta vorágine de sangre y excitación sexual.
Además de ser atractiva por su dinamismo, por tener buen nivel de sangre y tensión pasional, es un interesante ejercicio de intriga donde se plantea el desafío de descubrir la identidad del asesino, siempre acompañada por una banda sonora críptica basada en instrumentación electrónica que brinda los climas propicios para destacar el fatalismo y la atmósfera de amenazante insania.