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Amor a la carta (2013)

Amor a la carta
104 min.
6.8
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Sinopsis
En Mumbai, cada día, miles de amas de casa envían la comida a sus maridos a su lugar de trabajo a través de un eficiente y específico sistema de transporte. Un error en una de estas entregas pone en contacto a una joven con un hombre anodino. Juntos van construyendo un mundo de fantasía a través de notas que acompañan a la comida, lo que supone una amenaza para la vida real de cada uno. Esta película habla de la diferencia entre la vida que soñamos y la que vivimos, y del coraje que hace falta para convertir en realidad nuestras fantasías. (FILMAFFINITY)
Género
Romance Drama Drama romántico Cocina
Dirección
Reparto
Año / País:
/ India India
Título original:
Dabba (The Lunchbox)
Duración
104 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
2013: Festival Cannes: Semana de la Crítica - largometraje en concurso
2014: Premios BAFTA: Nominada a Mejor película en habla no inglesa
2013: Festival de Toronto (TIFF): Nominada al Premio del Público (Mejor película)
9
Missing the point: nostalgia del contacto humano en mitad de la sociofuga
A veces sucede que uno lee críticas diversas y uno tiene la impresión de haber contemplado una película diferente.
Peor aún, que muchos espectadores se han quedado en la cáscara de una historia.
De manera recurrente encuentro asociaciones entre este film y "Sleepless in Seattle" (conocida en España como "Algo para recordar"). Ciertamente hay concomitancias evidentes. Un hombre viudo tiene la posibilidad de comenzar de nuevo. La casualidad en la cinta americana es una llamada telefónica realizada por el hijo de Tom Hanks a un programa de radio. A partir de esta premisa, y con intersexualidad incluida de "An Affair to Remember", el espectador sigue la evolución de los hilos del azar en un "sí es no es" donde parece que chico y chica están casi a punto de encontrarse... o casi.
Aquí el suspense es el mismo. Sin embargo, la propuesta de Ritesh Batra tiene lo que Nora Ephron no supo darle a la historia.

En primer lugar está Bombay. Para mí fue un retrato muy fiel de la ciudad. Un retrato donde, después de mucho tiempo, el director evita caer en el exotismo. Aquí no hay gente saltando, exuberancia de colores... No, señores. Batra nos trae un Bombay melancólico, dominado por los efectos de la occidentalización. Un Bombay que empieza a parecerse a Tokyo.

Y aquí es donde está la clave para mí: el supuesto romance no es el meollo del asunto. El meollo del asunto está en la lectura que del aislamiento de la humanidad realiza la película. La cinta nos conduce a una reflexión mucho más profunda que la estúpida síntesis que he tenido la desgracia de leer. Cito: "esta película nos habla de la diferencia entre la vida que soñamos y la que vivimos, y del coraje que hace falta para convertir en realidad nuestras fantasías". Para una película así no hacía falta haber invertido dinero. El crítico que escribió esto no dio en la tecla (o como dicen en estos lares, he absolutely missed the point).

Y es que aquí lo importante es la pérdida del contacto humano. Hace falta un acto de azar para que de repente dos personas solas descubran que hay otra forma de vivir. Una forma de vivir donde hay sorpresa. Donde se escriben y reciben cartas. Donde se crean ilusiones, sin conocer los rostros, como durante siglos lo hicieron hombres y mujeres.
Hace falta un error en ese sistema de transporte de comestibles perfeccionado irónicamente por un tipo de Harvard para que, de esa grieta, pueda nacer la vida.

Igual ustedes tienen suerte: yo llevo años comienzo sandwiches delante de un ordenador. Son los tiempos, dicen. Vivimos en entornos donde comemos sin saber qué hemos comido, si hemos masticado o no. No existen tiempos para saborear el aquí y ahora, de un nosotros y unos otros. Esos modestos "taperwares" a la hindú que pasan de las manos de Ila a las manos de Saajan, nos hablan de otra forma de establecer contacto con el otro, una manera sensitiva que nos revela los tesoros más elementales: una buena comida, una amistad, una conversación que nos haga sentir menos solos.

Los críticos hablan hoy día de la sociofuga, esa tendencia actual que nos lleva a buscar artificios con los que "no estar" con el otro o con nosotros mismos. Piensen en su teléfono móvil y les vale. Piensen en su trayecto en el metro de Madrid o de cualquier ciudad. Miren los rostros que tienen alrededor. Con su auriculares. Sus videojuegos. Sus libros de pasta gruesa que uno casi no puede concebir en tan incómodo rincón.

Y ahora imaginen que son el protagonista. Una oficina llena de papeles. Un despacho dominado por el cálculo y el número. Allí es donde invierten el 80% de su vida. Como cada día. Ignorados. Después no hay mucho más. Un retorno penoso en el autobús, en el coche, en el metro. Imaginen que llegan a casa cada noche para prácticamente irse a la cama y esa es su vida. Un día y otro.
Imaginen que un día ("por los años bisiestos puede venir" decía Pedro Salinas"), que un día les llega una modesta bolsita de comida. Imaginen cómo sabe esa comida tras días de microwave, comida rápida, de comida para llevar del restaurante de la esquina. Imaginen un sabor donde se percibe una dimensión humana, donde se siente un alguien. Una persona consagrada a la tarea invisible de hacer buena comida. Un sabor donde se puede percibir cuidado, ternura. Imaginen que de repente empiezan a existir para alguien. Que ese alguien les hace mejores personas. Que de repente se sienten llevados a dejar de fumar, a ser más amables con los niños-coñazo que juegan a la pelota en la calle. Imaginen que ese momento del almuerzo se convierte en lo único que les redime. Ese diálogo de náufragos. Esos mensajes de una isla a otra en una pequeña botella. Como una diminuta ancla de calor en medio de la soledad.

Bueno, pues ahora vuelvan a las críticas que hablan de Nora Ephron. No me comparen una Estados Unidos para turistas con una Bombay de pequeñas callejuelas, paredes que huelen a moho. No me comparen a los sobresalientes Irrfan Kahn y Nimrat Kaur con la imagen pulida de Hanks o Ryan. No comparen el humor sin ingenio, con esos deliciosos diálogos entre Ila y su tía invisible a través de la ventana (no hace mucho, así eran aún las conversaciones entre vecinas en mi Cádiz natal).

"The Lunchbox" exhibe una honestidad emocional de la que Hollywood carece. ¡Y se agradece tanto!
Así que no esperen una película encaminada a satisfacer a los fanáticos de historias románticas. No esperen recompensas. A lo mejor la recompensa fue poner en solfa el adormecimiento en que se funda nuestra sociedad. Ver que otra forma de vivir es posible.
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41 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Buenos mimbres para un relato artificioso que se frustra y deja insatisfecho
Amable cinta india que ofrece el relato de dos personas disímiles – un gris amanuense viudo a punto de prejubilarse y una ama de casa joven y bella atrapada en un matrimonio estancado – que convergen de forma fortuita debido a una arbitraria equivocación y desencadena una relación epistolar que transformará sus vidas (¿o no?). Tras un arranque prometedor lleno de encanto, buenas intenciones y felices hallazgos narrativos – esa India sobrepoblada, meticulosa, concienzuda, impenetrable y organizada – acaba derivando en un relato convencional, en exceso impostado y con premisas no del todo verosímiles y requiebros narrativos convencionales que deja una malograda sensación de relato fallido, de impostura henchida y fabricación insatisfactoria.

Se deja ver con agrado y durante su metraje parece que estamos asistiendo a una hermosa historia que mezcla amor en ciernes, talento culinario y filigrana social en sutil equilibrio y gozosa satisfacción para un espectador occidental presto a abrazar una amable narración que parece desvelar las dificultades y sinsabores de un país que es un fascinante subcontinente lleno de contradicciones, luminosidad, encanto y promesas – pero que desemboca en un desarrollo demasiado deudor de las convenciones amorosas y los desencuentros abusivos de un guionista demasiado satisfecho con su premisa y como obsesionado por llevarse al espectador al huerto de la falacia impostada desde la descarada manipulación y el miedo a proponer un relato en verdad original y satisfactorio.

Porque hay algo que no funciona desde el inicio y que durante el desarrollo se agrava y acaba lastrando el resultado: el supuesto viudo a punto de jubilarse es demasiado joven (el actor tiene 46 años y apenas han tratado de disimular esa notoria realidad) y sus reacciones demasiado inmotivadas como para conmover en su inhóspito deambular entre la duda, la ilusión, la promesa incipiente y la posibilidad de enderezar un destino quebrado por el guionista en demasía. Y la insatisfecha esposa es demasiado bella, joven y ondulante como para hacer creíble cómo es que no se permite una actitud más enérgica y vigorosa ante un destino que no por mundano y adocenado encierra nada de singular ni digno de lamentación.

El resultado se deja ver con cierta simpatía y con sinceras ganas de que remonte el vuelo en cualquier momento, porque todo está realizado con mimo, atención al detalle y meticulosa premeditación, pero no supera lo exclusivamente convencional ni deja ninguna marca significativa o indeleble porque se ha optado por proponer como como incipiente relato amoroso lo que no es sino una mera transformación necesaria (por largamente pospuesta) de unos corazones que merecen un cambio pero no se merecen la descarnada falsificación por parte de un guionista (a su vez director) que parece alérgico al riesgo y demasiado deudor de unos tópicos manidos que parecía querer censurar al inicio.

Estudiadamente bella, enquistadamente plana y engañosamente ambigua. Deja un regusto frustrante de lo que pudo ser y no es. Decepcionante.
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34 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
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