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Ciudad de conquista (1940)

Ciudad de conquista
104 min.
7.1
388
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Trailer (INGLÉS)
Sinopsis
Danny (James Cagney), es un sencillo camionero de Nueva York que tiene por novia a Peggy (Ann Sheridan), una chica con una gran habilidad para la danza, talento con el cual aspira llegar a triunfar. Danny, para estar a la par con ella, decide entonces dedicarse al boxeo, su talento innato, pero sus sueños empezarán a separarlos. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Deporte Boxeo
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
City for Conquest
Duración
104 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
9
Enternecedora.
No hay que esperar un película de cine negro, aunque tiene elementos como la fatalidad, el destino, rudeza, éxito y decadencia efervescentes, ese aspecto claroscuro a veces, pero la obra va más allá. Más allá o más acá, porque realmente se puede considerar como un epílogo del cine social de los años 30 y un prologo del cine negro de los años 40. No es una cinta de boxeo al uso, ni un drama deportivo ni social, es el ojo de una cerradura al cual asomarnos pudiendo observar los sueños y aspiraciones de los protagonistas. Lo que más me ha gustado, además de la soberbia banda sonora de Max Steiner, ha sido la historia, dulcemente llevada, sin altibajos, sombría pero esperanzadora, con ese vagabundo narrando, más que narrando, viviendo, brotando en los momentos culminantes del film. James Cagney esta soberbio, a veces demasiado bonachón, como todos los personajes, demasiado extremistas en su condición moral, cuestión que la aleja un poco del cine negro que estamos acostumbrados. Tal vez sean lo peor las escenas de lucha aunque no el combate, como disfrutará quien vea la película, además de la fronteriza candidez de algunos personajes y ese código Hays haciendo de las suyas. En definitiva, me ha sacado unas lagrimitas, ¿tal vez, a veces sea un poco ñoña?, pues sólo digo, ¡viva la ñoñez!.
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24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Siempre Serás Mi Algodón De Azúcar.
Qué película tan especial, tan entrañable. No puedo más que compartir la euforia de mi compañero de barra en la licorería y su reivindicación del azúcar bien refinado. Qué placer reencontrarse con las viejas maneras cuando menos te lo esperas, en una película olvidada de la que nunca habías leído o escuchado. Una película con un ritmo endiablado, el viejo ritmo de los años 40 y 50 en Jolibud, de los artesanos del oficio. Un ritmo así es prácticamente impensable en una película de hoy en día. Se han perdido las viejas maneras, ya sabéis. Y hablamos de ritmo, eficacia narrativa y un buen dibujo de personajes, todo en uno. La primera media hora es todo un banquete en este sentido. Dirigida con pulso firme por Anatole Litvak, un tipo que nunca llegó a rodar ninguna obra maestra pero que jamás me ha decepcionado hasta ahora, y capitaneada por un fantástico Cagney, Cagney, ese coloso, flanqueado por un espléndido Anthony Quinn, prácticamente en su primer papel de cierta enjundia, que encarna aquí al malo maloso de la función y reluce como un par de zapatos nuevos, y Ann Sheridan, tan maravillosa como siempre. La película, de un romanticismo arrebatador, algunos dirán acartonado, yo digo arrebatador, otros dirán ñoño, yo digo "se te ha caído la pastilla de jabón", es una particular mezcolanza de drama romántico, pugilístico, con sombreados de cine negro y espíritu de musical. Un paseo nocturno por el bulevar de los sueños rotos que pasa por la calle de la ambición, sin duda uno de los lastres más pesados que puede acarrear un ser humano, encarnado en el personaje de Sheridan, y en la calle opuesta, Cagney, dando vida al tipo tranquilo, sencillo, y henchido de amor en el que uno se ve, o quisiera verse, irremediablemente reflejado. Una verdadera pena que el guión haga aguas en algún que otro momento y se pare a beber de los abrevaderos más habituales, por que la película no lo merece. Pero ésto acaba por ser pecata minuta, por que la sensación de triunfo y el canto al algodón de azúcar bien refinado que le hincha a uno el pecho cuando desfilan los créditos, y se percata de que algo se le ha metido en el ojo, esa sensación es la que perdura. Mi compañero de barra da con la palabra justa; enternecedora. Eso, o es que hoy he vuelto a tener uno de esos días.
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21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
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