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Deprisa, deprisa (1981)

Deprisa, deprisa
98 min.
6.5
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Trailer oficial reestreno 4K (ESPAÑOL)
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Sinopsis
Pablo, "el Meca", "el Sebas", y Ángela son cuatro muchachos que quieren escapar del ambiente marginal en el que viven. Para ello, necesitan conseguir dinero, aunque no están dispuestos a trabajar durante años para poder ahorrar. Ellos solo piensan en conseguirlo rápidamente y en vivir deprisa. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Crimen Adolescencia Robos & Atracos Cine quinqui
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
Deprisa, deprisa
Duración
98 min.
Guion
Fotografía
Compañías
Coproducción España-Francia;
Links
Premios
1981: Festival de Berlín: Oso de Oro - mejor película
6
Deprisa, deprisa
Aunque erosionada por el paso del tiempo, Deprisa, deprisa sigue ejerciendo un extraño poder de atracción que va más allá del simple elemento quinqui de la trama y la sensación de fatalidad que la acompaña desde el primer minuto. Es probable que tenga que ver con los actores, todos aficionados y de escasos registros, pero capaces de condensar en un simple gesto toda la confusión y verosimilitud que exigen sus personajes (de hecho el protagonista falleció de una sobredosis de heroína en 1992).

Lo que es la historia y su desarrollo resulta más previsible y anodino, aunque Saura acierte al incluir sutiles cargas de profundidad que adensan el relato alejándolo de estereotipos más chungos y trillados (las pelis de de la Loma, por ejemplo), ya sea captando el hastío que inunda una pista disco ochentena o dibujándole un perfil piromaniaco de evidentes ribetes trágicos a uno de los personajes principales.

Aunque sin duda lo más perdurable de toda la cinta (un reflejo más de la decadente España post-dictadura que aún arrastra la confusión, la desidia y la anemia vital y moral inoculada por el generalísimo) es la mirada de Berta Socuéllamos, actriz limitada pero de rostro magnético y actitud proclive al desconcierto. Sin duda, una de las faces más fascinantes que ha dado el cine español.

Lo mejor: que Saura comprende a sus personajes.
Lo peor: caídas de ritmo que se podían haber evitado.
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52 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Interesante documento antropológico, inverosímil historia
Sin duda lo que más aprecio de esta película, a 30 años vista, es el valor que tiene como documento antropológico y sociológico de los barrios marginales del extrarradio madrileño, recién estrenada la democracia española.

Retrata la situación, a finales de los 70 y principios de los 80, de buena parte de los hijos de los inmigrantes, sobre todo andaluces y extremeños (Pablo y el Meca tienen deje andaluz), que llegaron a Madrid en aluvión 10 ó 20 años antes.

Tras la muerte de Franco y coleando aún la gran crisis económica de los años 70, estos chicos se encontraron de repente con una libertad malentendida (todo vale) y con unas perspectivas socioeconómicas sombrías. Así, la droga empieza a moverse por los barrios marginales, haciendo estragos entre una población juvenil avocada al fracaso escolar, la precariedad laboral e incluso a la delincuencia, como es el caso de los protagonistas.

Hay numerosos planos generales de las barriadas construidas a marchas forzadas para acoger a la abundante inmigración sobrevenida, fruto del desarrollismo de los 60. Son barrios apenas iluminados, sin servicios públicos, polvorientos, sin asfaltar, deprimentes.

También es descriptiva la visión panorámica del pueblo castellano al que van los protagonistas: seguramente no ha cambiado apenas en cientos de años. Allí claramente tampoco hay alternativas.

Curiosamente, este es un fenómeno que puede volver a repetirse en España pronto con los hijos de los inmigrantes iberoamericanos y africanos llegados desde el año 2000, y que en un contexto económico funesto y con una libertad desconocida para ellos puede conducirles a la marginalidad.

Por otra parte, lo más importante de la película, es decir, la trama, los diálogos y la actuación son bastante pobres y a veces inverosímiles. Creo que de esto no hay duda. Así por ejemplo, Pablo está totalmente acartonado en sus movimientos e interpretación. Como otro crítico ha apuntado con gracia ¿por qué diantres Ángela no se pone un pasamontañas como los demás y deja de atusarse ese ridículo bigotito? También es sorprendente la rápida transformación de Ángela de modosita camarera a asesina vengativa. Finalmente, la música aflamencada, cutre y hortera de los Chunguitos se me hace insufrible por momentos, aunque supongo que eso también formaba parte de esos ambientes.

Una de las pocas escenas que me ha conmovido es el final de la película cuando Ángela se marcha al atardecer entre decenas de niños jugando, correteando y haciendo fogatas. A esos niños tampoco se les adivina un futuro muy alentador. A ella ¿quién sabe?
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46 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
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