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Amor bajo el crucifijo (1962)

Amor bajo el crucifijo
101 min.
7.3
184
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Trailer (JAPONÉS)
Sinopsis
Historia que cuenta los amores prohibidos entre un samurái cristiano y la hija adoptiva de un prestigioso maestro de té en el Japón feudal. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Samuráis Japón feudal
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Ogin sama
Duración
101 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
9
Los amantes crucificados
Las maderas de la estancia rezuman humedad por la intensa lluvia y el frío exterior...pero dentro la inunda una confortable calidez por el momento que comparten los fugados amantes.
Puede ser este un mero y fugaz instante de felicidad, el único que conserven en sus oscuras vidas, y por fin lo sellan entrelazándose en una confesión de amor verdadero...

Poderosa, inolvidable secuencia de la Historia del cine universal. Las obras que acometió Kinuyo Tanaka desde la perspectiva de directora no destacan por la originalidad de sus argumentos y personajes, pero sí de una manera brillante en el aspecto formal y en la composición de escenas autónomas que sin duda quedan en la memoria por su fuerza, como la antes comentada; "Ogin-sama" es un buen ejemplo de ello y, por otra parte, la última vez que lo demostraría, pues decidió retirarse del negocio cinematográfico, primero de la dirección y luego de la actuación, para cuidar a su hermano, enfermo de parkinson.
Su último trabajo ha conseguido una recepción notable, pero deja Toho y acomete una ambiciosa producción en Shochiku, tal vez la más ambiciosa de su carrera, a partir de la exitosa novela homónima del gran Toko Kon (a quien todo el mundo, al parecer, quería adaptar en aquellos años '60) y está muy influenciada (como la previa "La Noche de las Mujeres") por la visión, estética y el discurso de su mentor y compañero de fatigas Kenji Mizoguchi. Ahora, gracias al despliegue de medios y al alto presupuesto, puede recrear con todo lujo de detalles un pasado histórico situado en la era Tensho.

Es un momento delicado para la nación, mientras Nobunaga Oda plantea sus reformas en la administración y el centro del poder y el flujo de visitantes extranjeros está preocupando a los altos cargos, máxime cuando la gran mayoría son cristianos que se han propuesto introducir su fe en una comunidad tan defensora de sus tradiciones como es la japonesa. En el mismo año, Oshima trata este conflicto en "El Rebelde", desde su punto de vista contestatario y cruento; Tanaka, por su parte, y siendo fiel al texto original, no se centra exclusivamente en intrigas políticas, aunque tendrán su parte de peso en el drama íntimo de Ogin.
Heroína clásica de la directora, de Mizoguchi y del mismo "jidai-geki", ésta va a sufrir todos los castigos imaginables al quedar subyugada bajo varias fuerzas externas: ser la hija adoptiva de un maestro de ceremonias del té sin poder político que además pertenece a esa minoría de nativos que han aceptado el catolicismo; ser codiciada como mero objeto de deseo por el poderoso señor Hideyoshi Toyotomi, responsable en esa época de oprimir la invasión cristiana y predicar la unificación imperial japonesa; y la más importante: estar enamorada de uno de los más conocidos conversos, el daimyo Takayama Hikogoro.

Con la acostumbrada fuerza expresiva de la que dota a sus imágenes (esta vez bajo una intensa paleta de colores donde se captura tal belleza pictórica que trasciende la pantalla gracias a las labores del operador Yoshio Miyajima y el diseñador artístico Junpei Osumi), la directora se refugia en la intimidad de esa joven vapuleada por un dilema ético donde se debate su fe por la religión y su amor, lo cual es rechazado, y la cruz, en este caso, vendrá a actuar de solemne soga (al cuello y colgada por el mismo Hikogoro) para preservar su autoimpuesta castidad. Eso impulsa el viaje de Ogin, como el de Oharu, a través del cual irá evolucionando y aprendiendo sobre la tierra en que vive.
Una fábula de introspección de alta carga melodramática pero camuflada, en cierto modo, de periplo épico y grandioso. Y en su transcurso lo que se ofrece es una visión a un tiempo demoledora y sincera de lo que es el Japón de la época (como ya se venía haciendo en el cine desde mitad de la década anterior), atacando las injusticias políticas, la extrema crueldad y codicia de los poderosos (Toyotomi convertido en un anciano baboso y arrogante hasta el punto de mancillar la naturaleza tradicional de la ceremonia del té con sus ostentaciones de clase alta) así como destacando el rechazo a toda cultura externa y, sobre todo, las convenciones que ataban a la mujer.

Pero Tanaka prefiere practicar la distancia sobre los problemas sociopolíticos y hace hincapié en esto último, creando para la ocasión una heroína fuera de toda convención y ajena a los estándares feudales. Si Ogin acepta matrimonio es por un falso desengaño, ya que protege su castidad, y hasta las últimas consecuencias, para entregárselas al único hombre al que ama, tanto si eso significa su total traición al catolicismo y sus reglas como el acabar siendo asesinada por el delito de adulterio y de proseguir en su fe tras imponerse la prohibición del cristianismo en el país.
Al final, "Ogin-sama" se refugia en otras convenciones: las del melodrama histórico y romántico-trágico con la esencia de la literatura de Chikamatsu donde la corrupción política y el poder de los privilegiados triunfan sobre algo tan nimio como el amor de dos personas, aquí exiliados que prefieren morir en los brazos del otro antes que aceptar la humillación; difícil es resistirse a la narrativa sobria y minuciosa que nos brinda la cineasta, y que con tanto esmero se apoya en las atmósferas y el aspecto formal para soliviantar los sentimientos del espectador.

Perfecta Ineko Arima (papel que de ser más joven, habría hecho Tanaka) y un Tatsuya Nakadai más contenido pero cuya presencia ya es un garante de calidad; a su sombra un magistral Ganjiro Nakamura en una de esas pocas ocasiones donde da vida alguien bondadoso.
Abruma su exceso trágico narrativo, y resulta hipnótico en pantalla, un deleite visual y sonoro, al tiempo que se nos brinda una de esas historias que pueden fácilmente desgarrarnos el corazón. Muy aplaudida en su momento (más por la crítica), la natural de Yamaguchi se despide de su oficio a los 53 años con ésta, su obra maestra; seguirá actuando, sí, pero ya jamás se pondrá tras la cámara...
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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Cristianos en Japón.
45/16(16/02/23) Buen film japonés que he visto con motivo del reciente 60 aniversario de su estreno (03/06/23). Film jidaigeki dirigido por Kinuyo Tanaka en su sexta y última realización, la también actriz (la primera directora del país del Sol Naciente, dirigió seis películas de 1953 a 1962) decidió retirarse del negocio cinematográfico, primero de la dirección y luego de la actuación, para cuidar a su hermano, enfermo de párkinson. Kiunyo Tanaka dijo que había leído la novela (basada en una historia real) de Toko Kon más de 30 veces porque estaba obsesionada con la idea de llevarla a la pantalla. El guion de Masashige Narusawa (“Ratai”) adapta la novela “Ogin-sama” de Tōkō Kon publicada en 1956, en lo que es una historia de amor agridulce entre Ogin, la hija de Sen no Rikyū y Takayama Ukon en el marco de del cristianismo perseguido en el Japón de finales del SXVI. Película ambientada en la década de 1580, cuando hubo un intento de suprimir el cristianismo en gran parte porque condujo al contacto con extranjeros, aunque el cristianismo se convierte en una excusa para mostrar un amor fatalista, pues en realidad nunca te hablan de porque los protagonistas se hicieron católicos, más bien es un melodrama de carga pasional contenida, donde con claras influencias al cine de Kenji Mizoguchi hace un retrato doliente de las condiciones en que la mujer se desenvolvía en este tiempo de marcado sino machista.

Todo ello desarrollado con la serenidad clásica de su mencionado referente, son sobriedad expositiva, con momentos de belleza estética turbadora gracias a la formidable cinematografía de Yoshio Miyajima (“Harakiri”) en miscelánea con la gran dirección artística de Junpei Osumi (“Harakiri”), con tomas de calado estético cercano a lo pictórico, tanto en los escenarios naturales con tomas panorámicas, como en sus medidos planos interiores, evocando lirismo sensorial en su tonalidades cromáticas, con gusto por el detalle, como son las tomas de la cruz al cuello de los personajes pareciera su soga por sus convicciones religiosas, ello aunado conas actuaciones que emiten emociones

Comienza en el año 15 de Tensho (o 1587). Toyotomi Hideyoshi (Osamu Takizawa) está intentando solidificar su mando sobre un Japón que se encuentra en un estado de guerra constante. Mientras tanto, el comercio exterior y las influencias, incluido el cristianismo, están inundando la nación. Existe una creciente sospecha entre los asesores de Hideyoshi de que los cristianos convertidos no son más que espías extranjeros que trabajan para socavar el orden social y en los que no se puede confiar. Por lo tanto, el cristianismo es una llave arrojada en los trabajos de los planes de paz y unificación de Hideyoshi, solo que nadie está seguro todavía de qué hacer al respecto, excepto desaprobarlo. En este escenario Ogin (Ineko Arima), hija de un maestro del té Sen no Rikyû (Ganjirô Nakamura), se enamora perdidamente de Ukon (Tatsuya Nakadai), príncipe feudal casado. Su amor es instigado por su fe cristiana compartida, también dicta que sus sentimientos nunca pueden consumarse. Sin embargo, el Shogun prohíbe el cristianismo y aquellos que se nieguen a renunciar a su fe serán crucificados. Gin se ve obligada a casarse con un rico comerciante al que no ama y que le niega sexo. En venganza, este último ofrece a su esposa como concubina al general Hideyoshi, quien una vez se había fijado en la belleza de la joven y que reina con mano de hierro sobre el país.

Se ataca el feudalismo intolerante, las injusticias, los prejuicios sociales, el machismo que hace de la mujer un objeto maleable, la codicia de los poderosos. Se hace una loa de la integridad, del orgullo, de la fe religiosa, de las convicciones personales. Para ello nada mejor que la heroína del film, segura de sí misma, no se deja manipular o ser objeto de los hombres, se casa, pero no ama a su marido y no tiene sexo con él, ama a otro hombre, pero al estar este casado ella mantiene su castidad (ella interpreta que eso quiere decirle su amado al regalarle un libro cristiano donde habla de la castidad). Todo en un ritmo calmoso, con difetretnes vaivenes en la vida de Ogin, que desembocan en un rush final que podría ser satisfactorio si no fuera porque socaba todo lo visto (*spoiler).

El cristianismo en la película se entrelaza indefectiblemente al comercio exterior, lo cual para los tradicionalistas radicales japoneses es una cuña contra su modus vivendi. La crucifixión se utilizaba en esos tiempos en Japón como castigo contra los adúlteros, en clara alegoría de la transgresión del amor, esto queda patente en una de las secuencias que se quedan en la retina del film, como es cuando Ogin observa aterrada a una joven mujer atada a un caballo mientras siguen a un hombre arrastrando una cruz de madera, ella prefiriendo la muerte a ser concubina del señor local, ello parece reforzar el idealismo de la protagonista. En realidad, el cristianismo (como ya he comentado) es una excusa, ejemplo es que nunca asistimos a una misa, nunca se habla de la vida de Jesús o sus pregonados preceptos, simplemente hay cristianos y punto, de hecho la Cruz de Ogin que guarda esta, es un regalo de su amado Okun, y no la lleva puesta, más bien es un recordatorio de su amor por un hombre, no de su amor a Dios, y en esto falla, pues queda (para cualquier mínimo exégeta) muy patente que no es la fe religiosa lo que mueve a Ogin, es que es el cristianismo es el modo de vida de su amado Okun, con lo que si este fuera hebreo seguramente ello lo sería. Aquí la única liturgia es la de la ceremonia del té japonesa, del que el padre de Ogin es maestro (cuasi- sacerdote), y realiza las ‘exequias’ de forma muy solemne, en realidad siendo un adalid del tradicionalismo costumbrista del Japón.
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1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
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