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Rostros (Faces) (1968)

Rostros (Faces)
130 min.
7.5
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Sinopsis
Richard Forst, un hombre de negocios de mediana edad y casado, tiene una aventura con una joven e inmediatamente le pide el divorcio a su mujer, a la que abandona para irse a vivir con su amante. Mientras tanto, su mujer conoce a un tipo en un bar y pasa la noche con él. A la mañana siguiente, Richard vuelve a su casa. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Prostitución Película de culto Cine independiente USA
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Faces
Duración
130 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
1968: 3 nominaciones al Oscar: Actor Sec. (Cassel), Actriz Sec. (Carlin), Guión
1968: Venecia: Premio Pasinetti (Mejor Film), Copa Volpi a Mejor Actor (Marley)
1968: Círculo de Críticos de Nueva York: Nominada a mejor película y director
1968: Sindicato de Guionistas (WGA): Nominada a Mejor guión original
8
Rostros
Cuarto largometraje de John Nicholas Cassavetes (1929-89) y segundo de su producción independiente. El guión es del propio realizador. Se rueda en L.A., en el interior de la vivienda familiar de Cassavetes y en escenarios exteriores. Nominado a 3 Oscar (guión, actor y actriz de reparto), gana la copa Volpi (mejor actor, John Marley) del Festival de Venecia. Producido por J. Cassavetes (no acreditado) y Maurice McEndree para Castle Hill, se proyecta por primera vez en público en septiembre de 1968 (Fest. Venecia).

La acción dramática tiene lugar a lo largo de 24 horas en L.A. (CA). Richard Forst (Marley), hombre de negocios de mediana edad, y su esposa Maria (Carlin), cansados del vacío de su vida de pareja, deciden buscar consuelo en brazos de otros. Richard persigue una aventura con Jeannie Rapp (Rowlands) y Maria con Chet (Cassel).

El film suma drama y análisis social y de costumbres. Explora la realidad de la clase media norteamericana de la segunda mitad de los años 60, sin valores y sin ideales, aburrida y volcada en el escapismo del alcohol y el nihilismo de la desesperanza. Su aproximación es sinceramente pesimista. A ello contribuye su particular visión de la realidad y su metodología de trabajo, pródiga en observaciones, pero exenta de análisis. Explica comportamientos, costumbres y prácticas, pero no investiga ni las causas personales ni las colectivas. Hace uso de un estilo reiterativo, basado en imágenes, sobre todo de primeros y primerísimos planos del rostro de los personajes, y en los diálogos. A través de imágenes y palabras pone de manifiesto estados de ánimo genéricos: aburrimiento, fatiga, soledad, desánimo. Muestra preferencia por las situaciones extremas: borracheras, obsesiones, arcadas, etc. Suma pretensiones documentalistas y ficción realista, que se ponen al servicio de un realismo desgarrado, trabajado casi obsesivamente, simulando por ejemplo la improvisación de diálogos y movimientos de los actores. Es notable la interpretación de los 4 actores principales (Marley, Rowlands, Carlin y Cassel).

Trata temas que anticipan los de su filmografía posterior, como la crisis general de valores, los problemas del matrimonio convencional, la búsqueda del hedonismo, el consumo de drogas, la proliferación del sexo adulto esporádico, la liberación sexual de la mujer, la importancia de los lazos familiares, la infidelidad conyugal, la liberación del sexo de antiguos prejuicios, etc. Son memorables las escenas de batallas de sexos, la conversación desinhibida sobre sexo oral, la huida de Chet, la reanimación de Maria, etc.
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62 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
¡Ay, John, tanto güisqui a deshoras no podía ser bueno!
Cassavetes buscaba algo tan inasible como Marcel Proust en su monumental “En busca del tiempo perdido”: la persistencia del instante y de la memoria, la daliniana hora en la que los relojes se derriten, interrumpiendo las agujas su impersonal ronda. Mucho más aún: quería apropiarse del segundo exacto en que acontece el milagro, en que uno descubre que no hay más método ni asidero que el representarse a uno mismo. Como la infructuosa búsqueda de aquel rayo verde por parte de Rohmer y Almendros, de ese fenómeno con algo de sobrenatural del que sólo hemos oído hablar en los libros. ¿Será posible?

En Faces —inspirada en los tiburones de Hollywood que frustraron su aventura dentro del sistema—, Cassavetes podría haber volcado toda su ira, ridiculizando al extremo las existencias de “los que ponen el dinero”. Pero a medida que la trama avanzaba llegó a la conclusión de que, ¡qué caray!, todos los hombres tienen sus razones, incluso aquellos que habían acabado de un plumazo con su sueño de hacer arte en un entorno industrial. De esa humanidad reencontrada tras tres años montando la película en el garaje de su casa, de esa mirada tierna sobre quienes creen tenerlo todo, surge una de sus mejores películas, imprescindible tríada junto a Una mujer bajo la influencia (A Woman Under the Influence, 1974) y Corrientes de amor (Love Streams, 1984).

“[Faces] fueron 215 páginas contra la clase media americana, una expresión de horror hacia la sociedad en general, centrada en un matrimonio. (...) En ella, los hombres usan lo que conocen –las técnicas empresariales— para verificar su nivel de aceptación social. Hacen el amor con un ojo vuelto hacia el respeto y el aplauso, que significarían para ellos que la vida es algo más que la oficina, que su enfermedad moral y aburrimiento pueden ser curadas... si una mujer los encuentra atractivos”. John Cassavetes.
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41 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
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