Una aventura de Sherlock Holmes (1932)

Estupendo guión a partir de la historia que escribió W. Gillettte tomando prestado el personaje de A.C. Doyle.
Un impresionante C. Brook encarna la figura del detective que bajo la dirección de W. Howard cobra inusitada viveza y desarrolla con envidiable riqueza expresiva un argumento complejo y sofisticado.
Escenas primorosas, cambios de plano -incluso cenitales- de espléndida factura, un sentido del ritmo magnífico, dinamismo y una gran capacidad narrativa adornan este singular episodio.
Mantiene la intriga con coherente personalidad y se adscribe sin disimulos al cine nuevo que por aquellos años se abría camino en medio mundo.

Un Sherlock Holmes apócrifo, bastante alejado del escrito por A. Conan Doyle. a punto de casarse y con un niño aprendiz, que hace las veces de criado, el Dr. Watson apenas es uno de los muchos amigos que tiene. Muy lejos del Holmes reservado, con pocos amigos pero muy fieles, taciturno, huraño, drogadicto, centrado en su trabajo y brillante. Veremos a Holmes disfrazado de Sra. Doubtfire, un travestismo que no le encaja en absoluto.

Un guión bastante flojillo, con poca deducción y sí muchas cosas sin contarnos. A nivel de dirección, el expresionismo tiene aún los dedos largos, como en la secuencia inicial, pero ya va evolucionando a una película de cine negro del montón, con peleas confusas sin demasiada personalidad. Un Clive Brook que compone un Holmes demasiado sociable y encantador. Ese no es Holmes. En su defensa hay que decir de Basil Rathbone también compuso un papel similar. Y es que la soberbia de Holmes no debía ser del agrado de los productores y del público, humanizándolo hasta ser el yerno perfecto. Ante él un Moriarty que no parece su némesis, es una especie de delincuente del montón y no alguien dotado de un brillante cerebro, elegante y mortal.

Verse puede verse, pero yo disfruto más con las tramas de "El Hombre delgado".