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El asesinato de un apostador (1976)

El asesinato de un apostador
135 min.
6.9
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Sinopsis
Cosmo Vitelli, un veterano de la Guerra de Corea (1950-1953) con deudas de juego, posee un local de striptease en Las Vegas. Cuando pierde 23.000 dólares en una partida ilegal, sus acreedores le sugieren que pague la deuda con un asesinato. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Crimen Neo-noir Cine independiente USA
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
The Killing of a Chinese Bookie
Duración
135 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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7
La deuda de juego
Octavo largometraje de John Cassavetes (“Shadows”, “Faces”, “Opening Night”). El guión, del propio realizador, se basa en evocaciones autobiográficas. Se rueda en los barrios marginales de NYC con un presupuesto modesto. Producido por Al Ruban para Faces Distributing Corporation, se estrena el 15-II-1976 (NYC).

La acción dramática tiene lugar a lo largo de unas pocas semanas en L.A. y alrededores, en 1975. Cosmo Vitelli (Gazzara), ex veterano de la Guerra de Corea (1950-53), solitario, orgulloso y enigmático, de pocas palabras y adicto al juego, es titular único del local/teatro Crazy Horse West, de variedades y striptease, en cuyos números de “Music hall” trabajan Mr. Sophistication (Roberts) y las chicas Rachel (Johari), Sherry (Fredlund), Carol (Warren) y otras. Se relaciona con un grupo mafioso de L.A., integrado por los gángsters John (Woodward), Flo (Carey), Marty Reitz (Ruban), Mort Weil (Cassel) y otros. El corredor de apuestas ilegales (Hugh) pertenece a la mafia china.

El film suma crimen, drama y thriller. Construye un retrato emotivo e intenso del universo “underground” de una gran ciudad americana a mediados de los años 70, que sirve como medio para componer una alegoría de su experiencia personal como realizador, actor, guionista y productor de cine. A través de Cosmo Vitelli, su “alter ego”, Cassavetes glosa la lucha por mantenerse libre e independiente y resistir las dificultades que obstaculizan la realización de sus sueños, aspiraciones y ambiciones. El espectáculo de “Music hall”, sus personajes y los actores y actrices que les dan vida, constituyen el centro emocional de su vida: es lo que más quiere y lo único que le importa. Por lo demás, los números del espectáculo reflejan sus valores e ideales: el realismo descarnado y popular, la excentricidad, la decadencia “kitsch”, la espontaneidad, el erotismo, la sensualidad, la plurirracialidad, etc. Hace profesión de su amor al espectáculo: variedades, cabaret, baile, teatro y cine.

El film nos habla de varios temas adicionales, como la concepción del proceso creativo del arte, la relevancia de la autoría, las luchas y el esfuerzo del artista, los sueños de los creadores, la brevedad del tiempo y la finitud de la vida humana, la utilidad de las metáforas y las representaciones, el poder de las ideas, la trascendencia del esfuerzo personal, etc.

El guión presenta una buena construcción y definición de los caracteres, que se presentan creíbles y matizados. El ritmo acusa irregularidades a causa de un montaje no exento de brusquedades y la tendencia del autor a alargar, a veces exageradamente, las escenas, como los “shows”, las intervenciones de Mr. Sophistication y otras. La acción se desarrolla en ambientes preferentemente oscuros, cerrados y nocturnos, que recuerdan los del cine negro clásico. Añade escenarios indefinidos (cortados por cortina, panel, fondo neutro...), marginales y deteriorados (calles de noche), solitarios, malolientes y sucios.
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34 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
El hombre que jamás perdió la sonrisa
La clave está en soportar los primeros 45 minutos. Porque mira que la peli es jodía. Jodía, lenta, larga y con tramos verdaderamente rarunos. O, más que rarunos, con profusión de diálogos —digámoslo así— aparentemente banales e improvisados. Pero si logras superar con éxito ese arduo e ingrato tramo inicial, lo que viene a continuación (el tan cacareado asesinato de un presunto corredor de apuestas chino) es —a todas luces— más digerible. Sobre todo porque rompe con esa especie de deliberado titubeo argumental del principio y otorga, indudablemente, algo más de tensión y mordiente a la típica peli en la que —pa que nos vamos a engañar— pasar, no pasa nada. Nada de nada.

Quizás por todo ello yo recomendaría —antes de abordar una peli como “El asesinato de un corredor de apuestas chino”— haber tenido una experiencia previa con Cassavetes. Un cineasta tan complejo —o más— que Lynch, Tarkovsky o Antonioni. Como tampoco estaría de más echarle un vistazo a la biografía de esta “rara avis” del séptimo arte. Porque si John Ford es considerado el padre del western o Hitch, el mago del suspense, lo que está claro es que Cassavetes es el rey del cine independiente. O, si lo preferís, del cine underground. De ese cine hecho por y para gafapastas de pura cepa que —más que contarnos nada en concreto— tan sólo pretende reflejar el punto de vista de su autor acerca de algo. En este caso —según los acólitos de Cassavetes— sobre su propia vida. Una vida, como no, independiente, intensa y absolutamente disoluta. Como la de Cosmo Vittelli, su ‘alter ego’. El tipo (enorme Ben Gazzara, por cierto) que luchó por mantener su garito en pie y que nunca —reitero: nunca— perdió la sonrisa.

Siete estrellitas y no menos, pues, para una peli aparentemente insoportable que dice mucho más de lo que parece. Ah, y además salen tetas. Unas cuantas.

Salud, hermano.
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35 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
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