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La leyenda del santo bebedor (1988)

La leyenda del santo bebedor
127 min.
6.6
858
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Sinopsis
Andreas (Rutger Hauer) es un vagabundo más de los muchos que viven bajo los puentes de París. Cuando recibe de un desconocido la suma de doscientos francos, con la única condición de devolverlos como ofrenda a la imagen de una santa, emprende un peregrinaje de carácter fundamentalmente espiritual para ser digno del favor recibido. Fábula sobre la redención y la dignidad personal. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Pobreza
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Italia Italia
Título original:
La leggenda del santo bevitore
Duración
127 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Italia-Francia;
Links
Premios
1988: Festival de Venecia: León de Oro - mejor película
1988: Premios David di Donatello: 4 premios, incluyendo a mejor película. 5 nom.
"Adorable"
[Diario El Mundo]
8
La liturgia del vino
Bellísima película que se ciñe fielmente al magistral relato de Joseph Roth que, con el mismo titulo, escribió en París en los años treinta, poco antes de su muerte en la misma ciudad en 1939.
Sin entrar en el análisis técnico del film, que no sabría hacer, la historía discurre entre dos orillas, la aventura fantastica de un honorable "clochard" que intenta cumplir con su palabra a pesar de las innumerables absentas, mujeres y viejos amigos que se cruzan en su camino impidiendole llegar a su destino...Y París, un París desolado, intemporal pero increiblemente bello, ese París querido que llevamos en el corazón todos los que amamos a Europa.
Pero, ante todo, la película y el cuento, es una apología del alcohol, un alcohol que ofrece a los hombres una suprema y única lucidez, que hace a los hombres generosamente disponibles, ajenos y por encima de cualquier interés que no sea el acto sagrado de beber...Personalmente creo que es absolutamente cierto lo que dice Carlos Barral en el magistral prólogo del libro "de como el vino transforma el mundo, cambia sus leyes, todas, incluso la virtud de los santos, para hacerlo habitable y agradable a los que creen en él".
Sin el vino la vida no sería igual, sería quizás mas formal, mas ordenada, mas productiva, pero mucho mas triste y deshabitada. No deseo que se me note demasiado mi odio a los abstemios y mi incapacidad para penetrar en su amistad; pero, en fin, que Dios les perdone...
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26 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
PARÍS BIEN VALE UNA MISA
Adaptación de una novela del escritor austríaco Joseph Roth (autor de “Der Antichristh”, crítica magnánima contra cualquier forma de idealismo y materialismo) que se ampara por ser una intensa reflexión sobre la culpa, el arrepentimiento y la redención. Andreas (Rutger Hauer, en un papel fuera de lo usual en sus roles de villano de cine de acción) es un inmigrante sin papeles que duerme bajo los puentes de un París anónimo y silencioso como las tardes y noches que lo acogen en sus bares dónde no interrumpe su afición a la bebida del vino, sangre de su existencia monótona y miserable. La repentina llegada de un hombre (Anthony Quayle) que le suplica, ofreciéndole doscientos francos, que venere a Santa Teresa de Lisieux representada por la imagen de una inocente niña (Dalila Belatreche) que le hará replantear el sentido su existencia. Andreas saca provecho del dinero en una procesión que le llevará a recordar episodios de su vida pasada y por ello va a faltar siempre a su cita en la Iglesia dónde debe depositar el dinero como deuda. Pero el milagro se sucede constantemente en los andares del vagabundo que se encuentra a viejos amigos, entre ellos un boxeador de éxito, Daniel Kanjak (Jean-Maurice Chanet) o el desafortunado pero truhán Woitech (Dominique Pinon), una antigua amante Karoline (Sophie Segalen) y una cabaretera (Gaby) que no dudará en aprovecharse del honor y buena fe de Andreas.

Preciosa película que a pesar de llevarse el León de Oro en Venecia no será recordada ni por su sugerente título. El rodaje en los exteriores de un París al que estamos acostumbrados por su glamurosa e imperante Torre Eiffel, se convierte en el decorado anónimo e intemporal de unas calles oscuras, cafeterías vacías o silenciosas. No muy lejos de los puentes que atraviesan un Sena bañado por el resplandor del atardecer (y aquí gana mucho peso la fotografía de Dante Spinotti que nos recuerda al de su compatriota Vittorio Storaro).
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12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
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