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El pan nuestro de cada día (1930)

El pan nuestro de cada día
88 min.
7.5
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Sinopsis
Durante la Gran Depresión, un joven campesino de Minnesota, Lem Tustine (Charles Farrell), viaja a Chicago donde se enamora de una camarera, Kate (Mary Duncan), con la que se casa. Cuando la lleva a la granja, el padre de Lem (David Torrence) cree que ella sólo va tras el dinero de su hijo.
Género
Romance Drama Drama romántico Vida rural (Norteamérica) Gran Depresión
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
City Girl
Duración
88 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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7
ENAMORARSE ES UNA AVENTURA MÁS IMPORTANTE QUE TODOS LOS CÁLCULOS
El film es como todos los de Murnau, de contenido profundo, bien filmado y haciendo destacar detalles magistrales de enorme calado, como por ejemplo la niña que en medio de las faenas del campo recoge en un gran cesto los platos donde han comido los braceros segadores, quienes se los van lanzando al cesto desde varios metros de distancia y todos van cayendo dentro. Así mismo, el enamoramiento sobre la barra del restaurante, sirviendo ella y comiendo él, entre la camarera y el campecino que ha venido a la gran ciudad de Chicago a vender la cosecha de trigo, es de enorme y bello realismo, entendiéndose todo con sus gestos y miradas.

También hay un detalle curioso: cuando el hombre de campo está haciendo las cuentas de lo que puede sacarle a la venta de su cosecha de trigo, sobre el papel escribe el signo @, sí la arroba que se usa desde el tiempo de los árabes, venecianos, Edad Media, etc., aunque con distintos sentidos en cada momento histórico. En este caso concreto su uso es el propio del siglo XIX y principios del XX en América del Norte, principalmente en el campo de los registros contables en los que se establecía el precio unitario en una factura (20 sacos @ 5 dólares cada uno).

Película muy antigua que nos hace ver el mérito tan grande de este director al contar las historia tan hondas y humanas que contaba, de un modo tan artístico y con unos medios tan precarios.

Fej Delvahe
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26 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Por una sociedad sin excluidos
Esta es la clase de película que me gusta ver en óptimas condiciones, y ojalá, con una delicada mano femenina cobijada entre las mías. Se trata de un filme tan exquisitamente romántico, tan inspirado desde el primero hasta el último plano, y con una pareja protagonista tan emotiva, que consigue transportarnos fuera de este mundo para permitirnos sentir el encanto y el sufrimiento que acompañan siempre la experiencia del amor.

Expreso todo mi aprecio y admiración por el director, Friedrich Wilhelm Murnau, porque su presencia en el arte cinematográfico nos ha sido siempre grata, y cada vez que apreciamos sus obras se fortalece en nosotros la pasión y la fascinación por un arte que nos acerca a la esencia humana como ningún otro. El cine, cuando es arte, es un esplendoroso espejo de la vida, y por fortuna, hay grandes hombres que así lo entienden y que comprometen su experiencia con el arte como una oportunidad para dejar plasmadas las historias que engrandecen al hombre, lo dignifican o le muestran un camino por el que pueda iniciar la transformación de su propia existencia.

Basado en la obra, "The Mud Turtle" (La Tortuga de Barro) de Elliott Lester, y con guion de Berthold Viertel y Marion Orth, <<EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA>>, (me encanta que se haya conservado en español el título que, Murnau, quiso para su filme), además de ser un canto al pan (trigo) como símbolo de la unión entre todos los hombres, es un efectivo llamado al respeto por la dignidad de todo ser humano, pues, es ya un sentir absurdo que repudiemos a alguien a cuenta de su origen, su color de piel, su profesión... o su religión.

Lem Tustine, es un muchacho que ha ido a Chicago a vender el trigo que acaba de cosechar con su padre. Allí conoce a Kate, una encantadora camarera quien, como empleada de una cafetería, se siente como una oveja más del rebaño mientras, muy adentro, conserva una esperanza que todavía no se hace realidad. Entre ellos, surge el amor a primera vista, ese que hace muy pocas preguntas y que te envuelve en un velo capaz de sobreponerse a todas las reglas y a todos los prejuicios... y lo mágico del filme es que, ese mismo velo, nos envuelve a nosotros y nos sentimos como chicos caminando entre esa blanca nube de encanto y de ternura que, por unos inolvidables minutos, cobija a Lem y a Kate.

Se olvida uno de que está ante un filme silente, porque los afiches nos revelan los pensamientos de la chica (el rebaño de ovejas, la pareja en el bote); la música enaltece con romántica suavidad las magníficas imágenes; y todos sus protagonistas impregnan con tanta vida este drama humano, que no cabe objeción alguna: estuvimos en presencia del arte diáfano y evocador.

Y tenemos que hacer lo que haya que hacer, para que ningún ser humano, ¡absolutamente ninguno!, se sienta excluido de su derecho al pan y a una mano extendida. Sólo así, podremos un día ser dignos del paraíso.
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10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
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